𝐬𝐮𝐧𝐨𝐨 𝐡𝐚𝐫𝐞𝐦
➯ Sunoo nunca pensó que ser el centro de atención de tres vampiros podría ser tan peligroso
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Los días pasaron con una velocidad incontrolable, y Sunoo comenzó a perder la noción de la realidad. Lo que una vez fue una vida llena de risas y momentos de alegría se transformó en una sombra que lo perseguía. Los vampiros lo habían marcado de una forma irreversible, no solo en su cuerpo, sino en su alma. Cada encuentro, cada roce, solo lo alejaba más de lo que alguna vez conoció como normal.
Finalmente, llegó el día en que todo debía terminar. Sunoo se encontraba solo en su habitación, mirando la luna llena a través de la ventana, cuando sintió una presencia familiar acercándose. Los tres vampiros llegaron en silencio, con expresiones graves. Nadie hablaba, pero todos sabían lo que estaba por suceder.
Sunghoon, el más calmado de los tres, fue el primero en hablar, pero esta vez su voz no tenía la misma arrogancia que antes. "Lo siento, Sunoo," murmuró, mirando al chico con una tristeza profunda. "Te lo dije desde el principio, pero no quería que fuera así."
Ni-ki, que siempre había sido frío y distante, observaba en silencio. Sus ojos no mostraban ni la más mínima emoción, pero su presencia estaba impregnada con una sensación de vacío. "No hay vuelta atrás," dijo, su tono bajo y fatalista.
Heeseung, por su parte, estaba más distante que nunca. Su rostro reflejaba confusión, y por un instante, Sunoo pudo ver una chispa de arrepentimiento en sus ojos. "No debí haberte dejado entrar en todo esto," dijo, como si fuera algo que había estado cargando en su corazón durante días.
Sunoo, con la voz quebrada, se acercó a ellos, su cuerpo temblando. "¿Por qué?" preguntó con desesperación. "¿Por qué me hicieron esto?"
Sunghoon suspiró, su mirada fija en el chico que alguna vez creyó que podía controlar. "No puedes ser nuestro," dijo finalmente. "No somos para ti. No te merecemos."
Fue como si todo lo que Sunoo había experimentado hasta ese momento se desvaneciera en un solo segundo. En ese instante, comprendió que lo que había vivido con ellos no había sido amor, sino una ilusión cruel. Los vampiros, que alguna vez parecieron ser la salvación de sus deseos más oscuros, ahora eran solo sombras, y él, una marioneta rota.
Los vampiros no dijeron nada más. Simplemente lo dejaron allí, solo, mientras la puerta se cerraba con un sonido sordo. Sunoo se desplomó en el suelo, sintiendo su corazón romperse en mil pedazos. Ya no quedaba nada. La oscuridad lo envolvía, y todo lo que había conocido ahora parecía una mentira.
Mientras el sonido de sus respiraciones se desvanecía en la habitación vacía, Sunoo se dio cuenta de la verdad: todo había sido un juego, y ahora el juego había terminado.
La luna brillaba con fuerza en el cielo, como una cruel ironía, mientras Sunoo se hundía en la oscuridad, perdido, solo, y destrozado.
