014

388 32 0
                                    

El aire frío de la mañana me acaricia el rostro mientras observo cómo el sol comienza a elevarse, tiñendo el cielo de tonos rosados y naranjas. Mónaco tiene algo especial, algo casi mágico, que hace que todo se vea más brillante, más limpio. Pero hoy, en este escenario perfecto, hay algo que me hace sentir que, por fin, las piezas se han colocado en su lugar. Hoy, después de semanas de incertidumbre y miedo, voy a ver a Pierre.

Es extraño pensar que hace tan solo unos días todo parecía distinto. Cuando ocurrió el accidente todo cambió en un segundo. La ambulancia llevándoselo, mi corazón parado de miedo, la espera interminable en el hospital.

Esos días, entre la preocupación y la ansiedad, me hicieron darme cuenta de lo mucho que le importaba, lo mucho que había llegado a significar para mí. Sin embargo, no fue hasta que nos vimos después, en esa habitación fría de hospital, cuando las palabras realmente tomaron su peso.

Fue ahí donde descubrimos lo que ambos sentíamos, aunque ya lo sabíamos sin decirlo: éramos más que amigos, más que compañeros. Había algo más profundo entre nosotros, algo que no habíamos sido capaces de reconocer hasta ese momento.

Después de su recuperación, las cosas empezaron a volver a una especie de normalidad, pero la verdad es que todo había cambiado. Ya no éramos los mismos de antes; ahora éramos más fuertes, más unidos, y aunque todo seguía siendo incierto, había algo en el aire que nos decía que debíamos aprovechar el momento. Así fue como, entre una conversación casual y un poco de broma, decidimos hacer algo que nunca habíamos hecho: patinar sobre hielo.

A veces, las cosas más simples son las que más necesitamos. En lugar de quedarnos atrapados en las complicaciones de la vida, de las preguntas que nos hacían dudar del futuro, decidimos hacer algo sin importancia, algo que nos permitiera disfrutar de la compañía del otro sin pensar en nada más. El patinaje no tenía que ser perfecto, no teníamos que ser expertos; lo único que importaba era que estábamos juntos.

Al llegar a la pista de hielo, mi corazón late un poco más rápido de lo normal. Lo que más quiero ahora es ver a Pierre, estar con él, reírme con él. Mónaco es hermoso, pero en este instante, nada tiene tanto significado como este momento. Mi teléfono vibra en mi bolsillo, y al sacar la pantalla veo el mensaje de Pierre.

"Jolie, ¿estás lista para reírte de mí en la pista de hielo?"

Una risa se me escapa al leerlo. Es tan Pierre: siempre jugando, siempre dispuesto a reírse de sí mismo, sin tomarse demasiado en serio. Su mensaje tiene algo cálido, algo que me hace sonreír de inmediato. Respondo rápidamente.

"Sí, mon coeur. ¿Y tú, listo para no caerte?"

Me apresuro hacia la pista, sin poder dejar de pensar en cómo sería este día. Cuando llego, lo veo a lo lejos, envuelto en su abrigo gris y su gorro de lana, con ese aire tan natural que parece que no tiene ninguna preocupación en el mundo. Me siento a veces pequeña en comparación con su calma, pero también me tranquiliza. Es como si todo lo que pasa a su alrededor no tuviera importancia mientras él está aquí, conmigo.

Pierre me ve, y su rostro se ilumina con esa sonrisa tan suya, tan genuina. Es imposible no sonreír al verlo. Me acerco a él y me da un abrazo rápido, casi protector, como si quisiera asegurarme que todo está bien.

— ¿Qué tal, jolie? — me pregunta, su voz llena de energía, como siempre. A pesar de todo lo que ha pasado, sigue siendo esa persona que parece tener la capacidad de hacer que todo sea más fácil.

— Voy a caerme, lo sé — le respondo, mientras observo los patines. El hielo siempre me ha dado un poco de miedo, y aún con todo lo que ha pasado entre nosotros, no puedo evitar sentirme torpe.

ꜱɪᴅᴇ ʙʏ ꜱɪᴅᴇ | ᴾⁱᵉʳʳᵉ ᴳᵃˢˡʸDonde viven las historias. Descúbrelo ahora