Yuen-yee nació en la pequeña ciudad costera de Fēnglìng al sur de China. Aquel lugar era especialmente conocido por su antigua tradición pesquera y su remota ubicación, que mantenía a sus habitantes un tanto alejados de las grandes ciudades, aunque con una maravillosa vista de Hong Kong. La pequeña niña de cabello como el ébano, ojos claros y piel blanca era sin lugar a dudas el tesoro más grande de una bella mujer con características similares. Jian Lau, era una hermosa mujer conocida en todo el pueblo, la principal artesana de hilos, sin embargo, y por desgracia, Jian Lau murió debido a una enfermedad que no pudo tratar a tiempo. A la corta edad de seis años, Yuen-yee vio su vida entera sumida en un declive constante de decadencia; a partir de aquel momento, todo cambió.
Wei-ming Lau, era un hombre fuerte, pescador, proveedor, sin embargo, con la muerte de su tan amada esposa, él perdió el sentido de absolutamente todo, volviéndose un hombre poco fiable, alcohólico y sumamente violento. Cuándo asumió el cuidado de su hija, aunque eso de cuidado era apenas un cortés eufemismo, Yuen-yee conoció un yugo opresor, siendo violentada cada que vez que se equivocaba, la cual vio como una respuesta de autodefensa el siempre tener una obediencia ciega ante ese hombre. Los abusos por parte de su padre se presentaban de diversas maneras, pero los más frecuentes se volvieron los tirones de cabello, los golpes en la espalda a puño cerrado, las patadas en los muslos, casi siempre debajo de las nalgas, los jaloneos en los brazos pegado al hombro; y, sí por algún motivo comenzaba a llorar o quejarse las cosas solamente empeoraban más, dejando a la niña sin alimento por al menos dos días, por supuesto, encerrada en una habitación sin ventanas y en completa oscuridad.
Tristemente Yuen-yee tuvo que aprender a reprimir sus sentimientos por propia supervivencia. Incapacitada a sentir la pérdida de su madre y la triste situación qué le aconteció.
Al empezar a asistir a la escuela primaria, ella creía que las cosas podrían simplemente ser más equilibradas, más sobre llevaderas, pero, y al ir creciendo con la solemne convicción de que ser sumisa y obediente era la única forma de evitar el caos y el dolor, cayó en un brutal acoso por parte de sus compañeros, ya qué, al verla completamente abnegada a obedecer cualquier cosa, los más abusivos vieron en ella su juguete a destruir. Es verdad qué hubieron quienes intentaron ayudarla, pero fácilmente se iban aprovechando de ella conforme pasaba el tiempo, percibían su retraimiento como una debilidad, su sumisión como esclavitud, y su falta de carácter cómo imhumamidad. Y así, lo qué ella pensó podría ser su salvación, su válvula de escape, se convirtió en un constante tormento, empujándola a una existencia aún más oprimida, dónde, sino era maltratada por sus compañeros, lo era por su padre.
Los años siguieron su curso, y la situación escolar y familiar de Yuen-yee no mejoró. Aquellos niños que una vez solo actuaron sin consciencia de la gravedad de sus actos, mantuvieron su actuar, solo qué al igual que ellos, escalaron también, metiendo insectos en la mochila de Yuen-yee, pagando dulces al cabello, mojandola al pasar, la llegaron a encerrar en varias ocasiones en la bodega de limpieza, algunos inclusive la empezaban a golpear; al principio golpes menores, pudiera hasta decirse que insignificantes, un leve empujón, un inofensivo zape, qué poco a poco, por la actitud retraída y silenciosa de ella, fue creciendo, tirándola al suelo, pateándola otras más, pisándole en el proceso, alzando su falda, empujándola con mayor fuerza, llegando a aventarla al lodo. Tristemente Yuen-yee no tenía mucho que hacer ante esa situación, al llegar a su casa, y, sí tenía suerte de que su padre estuviera dormido, podía bañarse y respirar un poco, de no ser el caso, el escarmiento por llegar sucia era aún peor, bañándola con la manguera del jardín, jalandola de su cabello, metiéndola a los empujones a la casa, principalmente a la cocina para que hiciera la cena.
Y así, la vida de Yuen-yee comenzó a ser lo “normal”; había veces en las que rogaba todas las noches antes de dormir jamás despertar, pues entendió qué su único propósito era satisfacer las expectativas de otros, dejando de lado cualquier deseo personal, no obstante, con la aparente calma externa venían tormentas internas que nunca dejaba entrever… Y una mañana de marzo, cuando Yuen-yee recién cumplía los dieciséis años, pasó algo sumamente horrible.
Tras llegar de la preparatoria, y encontrar a su padre dormido en el viejo sofá de su casa, la llevó a darse una rápida ducha, poco sabría Yuen-yee que ese inocente gesto, provocaría un efecto dominó. Al entrar a la que era su habitación y vestirse, su padre entró; Yuen-yee aterrada, pensó que la golpearía por haber usado el agua caliente, sin embargo, no fue ese el caso. Se le fue encima, y comenzó a tocar a su hija de manera indecente, tocándole los senos con gran lujuria, acariciando su cuerpo de manera erótica, metiendo sus dedos por debajo de la ropa, entre sus piernas, metiéndolos dentro de ella. Yuen-yee no entendía qué era lo que en realidad sucedía, pero le gustaba ¿Por qué de repente su padre la hacía sentir así?, ¿Por qué era qué se sentía tan bien?, ¿Por qué no siempre la trataba así su padre? Ese afecto por parte de aquel alto y corpulento hombre le parecía sumamente agradable, gritando de verdadero placer ante los aborrecibles actos que ese hombre de cuarenta años llevaba a cabo con su hija de dieciséis. Aunque, y para la sorpresa de cualquiera, Wei-ming no consumó el acto, dejando el cuerpo de su hija expuesto, a medio desvestir, tirada en la cama, y con Yuen-yee completamente extrañada.
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Elígeme a mí
Fanfiction"Prefiero no intimar con nadie; hacerlo significa qué conozcan mis secretos, mis miedos, mis demonios, y no estoy preparada emocionalmente para eso".