Acto 4

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La tarde del jueves veintitrés de mayo era sumamente linda, cálida y tranquila. Al menos para una chica de ojos esmeraldas, que caminaba con tranquilidad hasta el departamento de ese chico de uno ochenta de alto. Tocaba la puerta, se mecía de adelante hacía atrás, esperando con paciencia a que él le abriera. Cuando ese castaño abrió la puerta y la vió, el gesto se le puso azul, Sakura sonreía.

—Hola —movió también su manita como saludo—. Disculpa que llegará una hora antes, es que pensé en que tal vez podrías necesitar ayuda.

Shaoran se quedó mudo, se hizo a un lado para que ella pasara, pero podía verse algo contrariado.

—Yo te invité, no quería qué cocinaras también.

—Ja ja ja, ¿Por qué?

—Quería enseñarte lo mucho que he mejorado.

—Pero Li, tú ya sabes cocinar.

—Pero no al nivel qué tú —dijo con administración—. Y esperaba hoy poder impresionante en lo mucho que he mejorado.

—No era necesario Li, pero agradezco el gesto —abre la bolsa de papel que llevaba—. Yo te traje cupcakes de banana. —Lo saca y se lo clava en la boca.

Cuando lo mordió y sintió el sabor invadirlo, quedó maravillado.
—¡Ya ves cómo sí necesito mejorar! —dijo con el bocado, pero también con una mezcla de frustración y admiración.

—Ja ja ja, ¿Entonces qué hago?

—Ve la televisión, juega con los videojuegos, estate en la computadora, lee un libro, acuéstate en mi cama, pero no te quiero en la cocina.

La mirada de ese chico se transformó, aterrado, se dió cuenta que le había dado carta abierta a esa chica de entrar a su habitación, con una sonrisa maliciosa se quedaba estática esa castaña, al menos por unos instantes, pues, cuando comenzó a adentrarse al departamento, vio el sillón con la amplia pantalla que tenía, además de varias consolas de videojuegos, el pequeño comedor en el centro y del lado derecho en la esquina su escritorio con una computadora bastante imponente, a un lado de ahí, estaban unas escaleras, veía que tenía un tapanco, el lugar dónde era su cama. Subió esa chica y se aventó, sintiendo lo mullida que era, abrazando el osito de peluche que estaba en un pequeño librero redondo del lado izquierdo, al fondo estaban dos cajoneras blancas, muy amplias, supuso que ahí guardaba su ropa, y, arriba, más libros, eso la hacía sonreír mucho. Shaoran subía detrás de ella, viendo todo lo que hacía, realmente extrañado de permitirle todo eso, pero aún más extrañado de no haberse molestado. ¿Por qué él simplemente no explotaba ante esa niña que invadía todo su espacio? La verdad es que sí se lo pregunto, pero no sentía la ira emanar de él, en cambio, le daba curiosidad que ella actuará así.

—Prometo dejar todo tal cual estaba antes de mi intromisión, sé que aprecias el orden de las cosas.

—Gracias.

—¡Te gustan mucho las novelas de acción y fantasía! Tú colección es increíble.

—Tenía más en casa.

—Cuando vayas a la mía, te enseñaré mi colección. Te gustará. —Sonríe.

—¿Enserio?

—Sí, los días que ibas nunca entraste a mi habitación, porque bueno, era un departamento más habitual, ja ja, me encanta tu departamento, es muy amplio y bastante iluminado, es lindo.

—Gracias.

—Supongo que algo así costó una fortuna, al igual que todo lo que tienes.

—Ja ja —se sienta en su cama, junto a ella—, que buen ojo tienes Amamiya.

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