Acto 3

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Miércoles primero de mayo, Shaoran estaba en el salón de cocina, esperaba a esa niña de orbes esmeraldas qué era su mentora, sin embargo, ella no llegaba, algo extrañado creyó que tal vez, y solo tal vez se la había hecho tarde. Pero los minutos seguían pasando, y daba la hora en la cuál ese joven debía entrar a sus clases; entre vacilación y resignación él se iba a su salón, realmente extrañado de todo, regañándose por no haberle pedido su número telefónico.

Tras terminar la primera clase, salió al salón del grupo tres, en la entrada veía a la mejor amiga de esa niña, entre cuchicheos y señas le hablaba, Tomoyo sabía a quién estaba buscando, se levantaba de su butaca y se acercaba a ese alto joven treinta centímetros más alto que ella.
—¿Amamiya?

—No vino.

—¿Está bien?

—Sí ella no te lo ha dicho, no puedo responder eso.

—Sí te refieres a que no íntimo con ella, es verdad, no intimamos, pero, ¿Está bien?

—Lo estará. —Se retiró de la puerta.

Para Shaoran estaba más que claro, regresó a su salón y tomó sus pertenencias, salió del aula, el grupo seis se quedó anonadado, ¿Por qué es qué se iba? Sin ningún tipo de explicación salió del instituto escolar Mizu. Camino y camino hasta llegar a la zona de departamentos de esa chica; en el minisuper compró varias cosas, pensando en que posiblemente estaba enferma. Cuando estuvo delante de esa puerta dudo un poco, suspiró un tanto entrecortado, y, se armó de valor. Tocó la puerta con firmeza, esperaba que todo estuviera bien, realmente quería creerlo, y, cuando menos lo esperó, esa niña abrió lentamente su puerta.

—¿Li? ¿Qué haces aquí?

Shaoran no quiso contestarle, le daba vergüenza admitir que se preocupó por su salud, Sakura sonrió tiernamente y le permitió pasar, él negaba, pero ella lo jalaba de su brazo. Una vez adentro fue inevitable para él no preguntarle.

—¿Por qué no fuiste a la escuela?

—Ja ja, cosas. —Era cierto que sonreía, pero sus risas se sentía cargadas de un especial tono melancólico.

—Puedes decirme.

—Pero tú y yo no intimamos —sonríe—, pero ya qué estás aquí, tomemos un té, ¿Sí?

Shaoran asintió levemente, no la quiso confrontar, ¿Para qué? En todo caso esa niña ya se veía lo suficientemente decaída, la piel pálida, los ojos hundidos, la sonrisa quebrada, los ánimos por los suelos. Y entre tanto, Shaoran notó la soledad del departamento, temió decir algo imprudente, temió sacar conclusiones, sin embargo, considero importante, primero hacerla sentir mejor.

—Tanabe insiste en que salga con ella —dijo sin más, esperando así, la chica se sintiera menos pesada.

—Ja ja, es tú culpa por no ser claro con ella. ¿Por qué no le dices qué no quieres y ya?

—Soy malo para eso, no se me da. —Recibe con cuidado la taza de té.

—Pues, más allá de qué sí se te da o no, no es correcto que juegues a las ambigüedades con esa niña.

—Ja, ¿Me lo está diciendo la señorita ambigüedad?

—Sí, ella misma. Cállate y bebe.

Shaoran sonrió, sintió el sabor del té, un cálido calor lo inundó, recordó un momento en específico, una chica de cabello negro, un hombre de cabello como el de él, una mujer con ojos rojos… Y, así cómo llegó, se fue. Shaoran la miró fijamente, ella entendía de alguna manera todo.

—Los recuerdos son lo único eterno —dijo esa chica.

—¿Y sí perdieras justo ahora todos tus recuerdos?

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