Las mañanas entre esos dos se volvieron habituales, hablando sin hablar, conociéndose sin conocerse, solo limitándose a responder de manera superflua. Y, la última mañana que se verían, Sakura ya lo estaba esperando, algo tímido se acercó hasta ella.
—Disculpa el retraso.
—No pasa nada, no has llegado tarde —sonríe—. Hay algo que quiero darte.
—¿Qué? —dijo algo inquieto.
—Ja ja ja, tranquilo, no es algo malo, toma —le extiende una pequeña caja—. Espero te guste.
Shaoran abrió la caja, y vio una pulsera en color rojo, sin embargo, no era una pulsera cualquiera, sonreía al verla, sabía perfectamente que significaba, miraba nuevamente a esa niña de ojos esmeraldas, y le respondía.
—Ok, ayúdame a ponerla —extiende su mano, mientras Sakura sonríe—. Amarrarla bien, no quiero que se caiga —dijo con ironía.—Ja ja ja, ¿Vemos quién pierde la suya primero? —Le enseña una pulsera igual colgando de su dedo.
—Yo te la pongo. —Sonrió juguetonamente.
—Amarrala bien, no queremos que se caiga —dijo entre risas.
Ambos se reían y comienzan a cocinar. Esa mañana Shaoran había llevado los ingredientes, pues quería cocinar un postre. Algo que Sakura no le negó.
Aquellas pulseras simbolizaban algo extrañamente importante para ellos, según la tradición, si anudas una pulsera de hilo kumihimo, tu deseo se cumple. La llamada pulsera de la promesa. Lo irónico de esto, era que estos jovencitos intentaban simplemente que eso nunca ocurriera, su plan, era que el primero que se le perdiera la pulsera, sería el primero en intimar, o dicho de otro modo, en hablar. Una especie de derrota ante su deseo.
La campana sonaba, dando anunció que las clases estarían por comenzar, Sakura entró algo justa hasta su salón, suspiró un poco para evitar ser notorio el hecho de haber llegado corriendo. Sin embargo, su mejor amiga, qué la conocía como la palma de su mano, sería difícil de engañar.
—¿Y por qué llegamos tarde hoy? —preguntó divertida, discretamente, mientras Sakura se sentaba en su butaca.
—Cosas, me quedé dormida. Nada grave Tomtom.
Tomoyo Daidouji era muy suspicaz, sabía que eso era cuento chino, sin embargo le interesó mucho saber el motivo de su comportamiento. Sakura Amamiya era su mejor amiga desde secundaria, y sabía perfectamente cuando ella mentía, algo que no le molestaba, pues cada quien es libre de tener sus secretos, no obstante, la principal duda era ¿Por qué? Cuando vio que ponía un mechón de su cabello detrás de su oreja, fue muy evidente la pulsera roja que llevaba puesta ¿Qué promesa había hecho? ¿Por qué era importante? Las incertidumbres fueron más grandes, más notorias, y cómo no estar ansiosa ante lo que sabía Tomoyo que pronto sucedería.
En el almuerzo, cuando estaba en el jardín trasero de la biblioteca junto a Sakura, llegaba Touya, malhumorado como siempre, con expresión de enojo, con su acostumbrada indiferencia ante todo.
—Enana, ¿Traes más comida?
—Pastel… Si quieres cómete mi almuerzo y yo como el pastel.
—Eres el cielo.
—¿Y tú almuerzo, Reed? —preguntó algo inquisitiva Tomoyo.
—Prefiero no hablar de eso —respondió molesto.
—Sakurita, ¿Por qué últimamente traes un almuerzo extra?
Sakura se quedó helada, no podía decir nada, se lo había prometido a Shaoran, y, a decir verdad, ella tampoco quería decir que pasaba todas sus mañanas con él, no conociendo lo posesivo que era Touya. Los instantes parecían ser eternos, tenía que encontrar una respuesta real y convincente y, en eso, dios se apiado de ella, o al menos eso pensó. Kurogane llegaba y la abrazaba por la espalda, rogándole una vez más que se uniera al club de música, no obstante, no llegaba precisamente solo. Shaoran Li venía con él.

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Elígeme a mí
Fanfiction"Prefiero no intimar con nadie; hacerlo significa qué conozcan mis secretos, mis miedos, mis demonios, y no estoy preparada emocionalmente para eso".