Los días continuaron, Tomoyo y Sakura se llevaban bien, almorzando algunas veces, saliendo a tomar un helado otras tantas, y, sin darse cuenta, el verano llegaba. Esa chica de ojos lila invitaba con insistencia a esa niña de ojos esmeraldas, pues quería que pasaran juntas el verano en un crucero por el caribe. Lo cierto era que Tomoyo se sentía muy cercana a Sakura, aunque ella aún no había tenido los grandes indicios de querer intimar con esa chica.
—Vamos Sakura, ven con nosotras, te vas a divertir, sí es por el permiso, yo hablo con tus padres.
—Así está bien Daidouji-senpai…
—Deja de ocupar Keigo conmigo.
—Ja ja ja, no puedo, eres mi superior, además tu posición social es mal alta.
—Sabes que eso a mí no me importa Sakura, somos amigas.
—Conoces esa respuesta senpai. —Da una media sonrisa.
Tomoyo no dijo más, y, pese a su renuencia aceptaba la palabra de esa niña.
El verano transcurrió, y, en septiembre, se encontraba una vez más con esa chica de ojos esmeraldas.
—¿Y qué tal el verano?—Tranquilo senpai. —Sonríe.
—Por cierto te traje algo de mi viaje.
—¿Ah, sí? No debiste Daidouji-senpai.
—Sé que te gustará, más que nada porqué sé cuánto adoras leer.
Le extendía una hermosa enciclopedia cartográfica, y, por lo desgastada que estaba, podía notarse lo antigua que era. Sakura se quedó sin palabras, miraba entre maravillada y asustada por dicho libro, era el gesto más lindo y al mismo tiempo con el que más compromiso sintió, la sola idea de recibirlo le pesó, y, aunque todo apuntaba a qué esa castaña lo rechazaría, Tomoyo se lo impidió.
—Por favor acéptalo Sakura. Sé qué no quieres qué seamos amigas, sé qué no te agrada la idea de intimar con alguien, sé qué tus secretos tienen precio… Pero, también sé qué no tienes que pasar por todo eso tú sola, está Reed contigo, pero, también yo… Aunque aún no sea merecedora de tus secretos, yo estoy. Y genuinamente, quiero verte feliz.
Sakura se permitió sonreír, una sonrisa con algunas lágrimas de fondo. No le dijo nada a esa chica, abrazó aquella enciclopedia y asintió levemente, algo que hizo sonreír a Tomoyo.
Estaba esa niña de ojos esmeraldas en el suelo de su habitación, viendo fijamente ese enorme librero suyo; aquella enciclopedia relucía con todo su esplendor, al menos esa chica así lo veía. Sus ojos como el jade recorrían cada estantería, cada rincón, cada espacio, cada libro, y no pudo evitar sonreír y llorar al mismo tiempo. En eso habría la puerta de su habitación ese chico de mirada café y cabello negro.
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Elígeme a mí
Fiksi Penggemar"Prefiero no intimar con nadie; hacerlo significa qué conozcan mis secretos, mis miedos, mis demonios, y no estoy preparada emocionalmente para eso".