Prólogo

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7 de Febrero, 2011, Udine,  Italia

                Cuando desperté se sentía como que hoy iba a ser un día distinto, quizás el día que cambiaría mi vida para siempre, hoy cumplo dieciocho años, la mayoría de edad. Al fin podré liberarme de la autoridad de mi padre y hacer lo que quisiera. Por lo que me levanté contenta.

                Tenía todo planeado para hoy, primero iría de compras al centro comercial y luego en la tarde me juntaría con mi novio Alexis, para que pudiéramos salir a cenar, aunque bueno antes de eso debo almorzar con el imbécil de mi padre. Estaba segura que hoy sería un día perfecto.

                Revisé mi celular y tenía mensajes de algunos amigos deseándome un feliz cumpleaños, les respondí el mensaje y luego me fui a bañar para poder salir. Cuando me terminé de vestir, salí y pasé por afuera de la habitación de mi padre, escuché que discutía con alguien por teléfono.

—¿Me escuchaste?, tú haz lo que yo te digo y que sea hoy;  por tu bien y por el bien de ella; o sino tendré que recurrir a otros métodos y no creo que vayan a gustarte; y ninguna palabra de esta conversación a ella; ¿Entendiste?

                Mi padre se escuchaba muy enojado al teléfono. Pero lo ignoré siempre está enojado, bueno aunque normalmente su furia se dirige a mí, por no ser la hija perfecta que él quiere que sea y por siempre llevarle la contra en todo.

El almuerzo con mi padre pasó en un borrón, no estuvo tan mal como pensé que estaría. Luego de eso me dirigí al centro comercial y me compré un lindo vestido para la cena con mi amor, que estuvo todo el día entrenando en su club de fútbol, Udinese.

A las seis en punto mi negro me estaba esperando en su auto fuera del departamento donde me estaba quedando temporalmente con mi padre.

— ¡Feliz cumpleaños preciosa! Te ves hermosa—me dijo Alexis cuando me subí a su auto, luego me dio un besito corto en los labios, para después hacer partir el auto.

                Durante la cena Alexis se comportó de manera extraña, estaba frío, distante y apagado y él nunca era así siempre estaba haciéndome bromas, riendo y demostrándome su cariño. Al llegar a su casa nos sentamos en un sillón y decidí tomar cartas en el asunto, ya no podía soportar esa tensión que sentía en él.

—Alexis ¿qué te pasa? Estás extraño, tú nunca eres así—puntualicé. Él me dio una mirada, para luego mirar sus manos que parecían muy entretenidas.

—Es que tengo que decirte algo y esto ya no puede esperar—dijo suspirando. Quería que me mirara pero no lo hacía y eso me preocupaba.

—Dime negro, tú sabes que puedes decirme lo que sea—dije preocupada y agarrando su mentón para que me mirara a los ojos. No me gustaba que hablaran sin mirarme, sentía que no decían la verdad.

—Mira, esto no puede seguir más, lo siento, pero terminamos—luego de decirme eso su mirada volvió a sus manos. ¿Qué bicho le picó? ¿Por qué me decía esto? Él no terminaría conmigo... porque me ama así como yo lo amo a él.

—Alexis, pero ¿qué? ¿estás hablando en serio?—las lágrimas se empezaron a acumular en mis ojos, esto no podía estar pasando, él nunca me diría algo así, debo estar en una pesadilla.

—Lo siento Francisca, pero es lo mejor, para ti y para mi...—Cuando empezó a decir eso una lucecita se encendió en mi cerebro. Esto era culpa de mi padre, él estaba diciendo algo similar por teléfono por la mañana, debió haber estado hablando con Alexis... Cuando lo vea ya va a ver.

— Esto lo estás haciendo por mi padre ¿no cierto?—No respondió, solo suspiró y miró al piso—Alexis, vamos no lo hagas, tenemos que luchar por lo nuestro, nada de lo que él diga debe importar, tú me dijiste que harías hasta lo imposible por mí, Alexis por favor, no me dejes—dije entrando en la desesperación. Es que él no me podía dejar, yo lo amaba mucho.

—Francisca, déjalo, esto se acabó, ya no se puede hacer nada, no te quiero, quiero a otra—dijo con una voz dura, muy distinta a su voz habitual. Las lágrimas que se estaban acumulando en mis ojos comenzaron a rodar por mis mejillas, pero él no las notó, porque estaba mirando al suelo. Ni siquiera era capaz de mirar a la puta cara.

—Eres un cobarde Alexis Sánchez, ni siquiera eres capaz de mirarme a los ojos mientras me dices esto, ni tampoco de decirme la verdad de por qué estás haciendo esto, eres un mentiroso, igual que todos, no quiero verte nunca más—él no se dignó a mirarme a los ojos y y o ya no soportaba más él estar ahí, así que agarré mis cosas y salí rauda de su casa.

Corrí y corrí por las calles de Udine mientras las lágrimas caían por mi rostro. No sabía donde ir, no sabía qué hacer, el Alexis había terminado conmigo y obviamente era culpa de mi padre, quizás con qué lo había amenazado. Estaba pérdida, el Alexis era lo único que me importaba en la vida y no sé qué haría sin él, no tenía ni puta idea... Solo sé que tenía que enfrentar al responsable de todo esto así que me dirigí al departamento, abrí la puerta con mis llaves, apenas abrí ésta me encontré con mi padre quién estaba leyendo un libro y con una sonrisita socarrona en su rostro, lo odio tanto.

— ¿Ahora sonríes? ¿Ahora estás feliz? Luego de arruinarme por completo la vida, todo esto es tú culpa, primero me quitaste a mi madre, luego alejaste a mi hermano y ahora a Alexis. TE ODIO—dije sin siquiera esperar una respuesta de su parte.

—Solo estoy haciendo lo mejor para ti linda, ese muerto de hambre no te merece, deberías dejar de estar histérica y agradecerle a tu padre por lo que ha hecho—era increíble, a él ni siquiera le interesaban mis sentimientos hacia el Alexis, lo único que le importaba era que el Alexis no era de nuestra clase social-Ese tipo es muy poca cosa para ti... Bueno quizás en unos años te darás cuenta que esto es lo mejor, tu la hija del embajador no puede estar con ese tipejo—lo único que le interesaba era torturarme, hacerme sufrir. Lo odiaba tanto. Ojalá mi mamá estuviera aquí...

—¡CÁLLATE!—Corrí a mi pieza, me subí arriba de un taburete para sacar mi maleta, la abrí y comencé a echar todas las cosas que pude dentro de ella, cuando ya la hube llenado con toda la ropa posible tomé mi pasaporte y todo el dinero que había guardado de mis mesadas. Luego tomé la maleta y me dirigí hacia la salida de la casa con ella.

—Hija ¿A dónde vas?—dijo mi padre con una falsa voz de preocupación.

—Eso no importa, lo que sí importa es que me voy para siempre y no me volverás a ver nunca más en tu vida, olvídate de mí, olvídate de que tienes una hija...

Dicho esto cerré la puerta del departamento, cerrando la puerta a mi antigua vida,  dejando que el destino se encargará de mí, ahora soy una mujer libre, ya no tengo que preocuparme nunca más por mi padre y por imbéciles cobardes, mi vida cambiará desde ahora en adelante, ya nunca más volveré a ser la tonta que fui, seré una mujer nueva... Y para eso mi próximo destino será Londres... Esperemos que allá todo salga bien y que nunca tenga que volver a mi padre ni al imbécil del Alexis...

Over Again || Alexis SánchezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora