Siempre un nosotros✨️

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La obra  estaba en pleno apogeo, y Lucero, como cada fin de semana, asistía con entusiasmo, siempre apoyando a su niña. Lo que no esperaba esa tarde era que manuel también estuviera presente.

Lucero llegó temprano al teatro, saludó a algunos conocidos y se acomodó en una de las filas, dispuesta a disfrutar de la actuación. El ambiente estaba cargado de risas y murmullos, pero a medida que los minutos pasaban, algo en su interior la inquietaba. Y entonces lo vio. Manuel estaba, sentado discretamente en una de las filas primeras junto a su hermano y su asistente. Vestía tranquilo, impecable como siempre, pero había algo diferente en su postura. Algo distante.

Sus miradas se cruzaron fugazmente. Él apenas le dedicó un leve gesto con la cabeza, frío, casi automático. Ella, sorprendida, intentó no darle importancia. Pero una chica lo nombró y no tuvo más remedio que acercarse. Caminó unos pasos hasta llegar a él. Primero saludo a palillo y luego, ella se inclinó y le dio un beso en la mejilla, uno de esos besos que solían ser tan naturales entre ellos, pero que ahora se sentía cargado de silencios no resueltos.

L: Manuel, me alegra verte  (dijo ella, con una sonrisa que intentaba romper el hielo)

M: Igualmente, Lucero (respondió él, su voz tan serena que parecía casi indiferente)

Ambos se quedaron allí, compartiendo la misma burbuja incómoda, mientras el espectáculo seguía su curso. Lucero intentaba concentrarse en la obra, pero no podía evitar sentir esa tensión entre ambos, una tensión que los mantenía cerca pero a la vez los alejaba más que nunca.

Cuando la obra terminó, lucerito se quedó con sus amigos, riendo y disfrutando de la compañía de sus compañeros. Lucero se despidió con un abrazo cariñoso y regresó a buscar a Manuel, quien ya estaba listo para marcharse.

M: Te llevo a casa  (dijo él, con ese tono frío que había mantenido durante toda la tarde)

Ella dudó por un segundo, pero finalmente asintió. Él decidió que irían ambos ya que su hermano y su asistente debían irse a casa. Entonces manejó él. El camino hacia casa fue silencioso al principio, el motor del coche y el ruido de la ciudad llenando el vacío entre ellos. Pero Lucero ya no podía soportarlo más.

L: por qué estás tan distante? (preguntó de repente, rompiendo la calma)

Manuel mantuvo la mirada en el camino, pero su mandíbula se tensó.

M: No soy yo el único que está distante, Lucero. Tú también lo estás.

L: porque me haces sentir así!  (Exclamó ella, su voz temblando entre la frustración y el dolor) No sabes cuánto te necesito, y tú… tú simplemente te apartas.

Él apretó el volante con fuerza, su mirada fija en la carretera, pero sus palabras salieron frías como el hielo.

M: mira, mejor no toquemos el tema, que siempre quieres hacerte la víctima.  Dios, lucero nos hemos hecho tanto daño. No sé si hay algo que podamos arreglar. Siempre terminamos así, discutiendo, lastimándonos.

L: Pero yo…  (ella hizo una pausa, su voz quebrándose) yo no puedo olvidarte, Manuel. No puedo fingir que no te necesito.

Él frenó bruscamente al llegar a un semáforo en rojo, y durante unos segundos, el mundo pareció detenerse alrededor de ellos. Entonces, giró la cabeza hacia ella. Sus miradas se encontraron, y en ese instante, todas las palabras se quedaron atrapadas entre ellos.

Sin pensarlo, Manuel se inclinó hacia ella y la besó. Un beso que empezó suave, pero que pronto se volvió más intenso, como si ambos estuvieran liberando todo lo que habían reprimido durante tanto tiempo. Lucero respondió de inmediato, aferrándose a él, se subió encima, la tensión se sentía, sus cuerpos ardían. Necesitaban fundirse, ella comenzó a frotarse contra él, el miembro de manuel comenzaba a despertar.  El coche se llenó de suspiros y caricias, el calor entre ellos creciendo a cada segundo. El dolor, la rabia y la frustración se transformaron en una necesidad intensa, casi desesperada de sentirse cerca.

El semáforo cambió a verde, pero ninguno de los dos parecía darse cuenta. El mundo exterior dejó de importar mientras ambos se sumergían en un remolino de emociones desbordadas, donde solo existían ellos dos, enredados en una mezcla de deseo y dolor.

Finalmente, se separaron, respirando con dificultad. Manuel la miró a los ojos, con una mezcla de confusión y arrepentimiento.

M: lucero… ( murmuró, sin saber qué decir exactamente, pero sabiendo que algo había cambiado entre ellos)

Ella simplemente lo miró, sus ojos llenos de lágrimas no derramadas, pero con una chispa de esperanza. Sabía que lo que había pasado entre ellos en ese momento no resolvería todo, pero al menos era un paso hacia algo. Algo que tal vez ambos aún no podían entender del todo, pero que necesitaban explorar.

L: vamos a casa  (susurró ella, y él asintió, encendiendo de nuevo el coche)

El viaje continuó en silencio. Ninguno de los dos se atrevía a hablar después de lo que había ocurrido en el coche. Las palabras parecían inútiles, como si no pudieran encapsular todo lo que ambos sentían.

Cuando llegaron, Manuel apagó el motor. Permanecieron unos segundos en el coche, ambos mirando al frente, como si no supieran qué hacer a continuación. Finalmente, Lucero rompió el silencio.

L: podemos entrar y hablar si quieres (dijo suavemente, casi en un susurro)

Manuel giró la cabeza hacia ella, observándola en la penumbra del coche. Había algo vulnerable en su expresión que lo desarmó completamente. No podía seguir siendo frío con ella, no cuando todo su ser anhelaba estar cerca de ella, aunque solo fuera un poco más.

M:bien (respondió él, su voz mucho más suave que antes)

Lucero asintió lentamente, y ambos salieron del coche. Entraron en la casa en silencio, como dos personas que compartían un secreto que no se podía expresar en palabras. La casa estaba tranquila, la hija de ambos aún no llegaba, y esa quietud hizo que el ambiente entre ellos se volviera más denso.

Lucero se dirigió a la sala, sin mirar atrás. Se detuvo frente a la ventana, contemplando el jardín exterior, mientras Manuel permanecía de pie en la entrada, observándola en silencio. La luz tenue de las lámparas daba un aire cálido al lugar, pero el verdadero calor estaba entre ellos, una llama que ambos intentaban controlar.

Finalmente, Manuel se acercó a ella. La tensión de los últimos días, meses, incluso años, se sentía como una barrera invisible entre ellos, pero también como una fuerza que los empujaba el uno hacia el otro.

M: Lucero (susurró él, su voz apenas audible)

Ella no respondió, pero no hacía falta. Podía sentir su presencia, su cercanía, su respiración pausada. Manuel extendió una mano, dudando por un segundo antes de tocarla suavemente en el hombro. Ese simple contacto hizo que todo dentro de Lucero se desmoronara. Las lágrimas que había contenido durante tanto tiempo comenzaron a deslizarse por sus mejillas, en silencio.

Él la giró lentamente hacia él, y cuando sus miradas se encontraron, todo el dolor reprimido, todo el amor no expresado y todos los recuerdos compartidos parecían desbordarse entre ellos. Manuel no pudo resistir más. La abrazó, rodeándola con sus brazos, como si al hacerlo pudiera curar las heridas que habían creado entre los dos.

Lucero se aferró a él, temblando bajo el peso de sus emociones. Sentir su cuerpo tan cerca del suyo, su calor, su fuerza, la hizo darse cuenta de lo mucho que lo había echado de menos, de lo mucho que había intentado ocultar lo que realmente sentía.

L: Te necesito  (murmuró ella contra su pecho, su voz rota)

M: yo también te necesito (respondió él, apretándola más contra sí)

El beso que siguió fue diferente al anterior. Este no era solo una liberación de pasión reprimida; era una búsqueda de consuelo, de conexión, de redención. Sus labios se encontraron de nuevo, pero esta vez con una mezcla de desesperación y ternura que parecía envolverlos en un universo propio.

Las manos de Manuel recorrieron lentamente la espalda de Lucero, y ella respondió con caricias suaves, como si ambos estuvieran redescubriendo algo perdido. La intensidad aumentó a medida que las emociones se entrelazaban con el deseo, y pronto se encontraron en el sofá, sus cuerpos entrelazados en un abrazo cargado de pasión y necesidad.

Cada caricia, cada beso, cada suspiro era una promesa silenciosa de que, aunque se hubieran lastimado en el pasado, aún había algo que valía la pena salvar. Era como si cada toque fuera un intento de reparar las grietas en su relación, de reconstruir el puente que los había mantenido unidos durante tantos años.

M: No quiero perderte (dijo Manuel entre besos, su voz ronca por la emoción)

L: No me pierdas entonces (respondió ella, su aliento mezclándose con el suyo mientras sus manos exploraban su rostro, como si intentara memorizar cada detalle)

El deseo entre ellos se volvió palpable, más fuerte, más urgente. Las caricias se tornaron más intensas, ambos permanecieron en el sofá, abrazados, respirando juntos en la oscuridad. Lucero, con la cabeza apoyada en el pecho de Manuel, escuchaba los latidos de su corazón, encontrando un extraño consuelo en su ritmo constante.

L: No sé qué va a pasar con nosotros  ( dijo ella, rompiendo el silencio) pero esto… esto no puede ser lo último.

M: No lo será, tu y yo siempre vamos a estar. Nacimos para estar juntos, pase lo que pase siempre estaremos juntos. (respondió él, besando su cabello suavemente)

Y en ese momento, en la quietud de la noche, ambos se permitieron algo que hacía mucho tiempo no se permitían: la esperanza. Aunque sabían que el camino sería difícil, había una promesa implícita en sus palabras y en sus acciones. Algo que los unía más allá del dolor, algo que les daba fuerza para seguir adelante, juntos.


El futuro aún era incierto. Pero sabían nunca se dejarían por más daño que se ocasionaron.






















Holaaaaa 💘, este corto lo tenia hace mil y me olvidé de subirlo😫. Díganme que tal, xoxo

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⏰ Última actualización: Nov 25, 2024 ⏰

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