La casa de Lucero brillaba con el ambiente cálido y familiar que ella adoraba. Había pasado días emocionada, organizando cada detalle de la cena para que su novio, Manuel, conociera más de cerca a su familia. Ella lo amaba profundamente, y aunque aún no habían cruzado ciertas fronteras en su relación, cada gesto entre ellos estaba cargado de respeto, ternura y pasión contenida.
Manuel llegó puntual como siempre, con una sonrisa serena y un ramo de flores que entregó con elegancia a la mamá de Lucero. La velada comenzó entre risas y anécdotas familiares, la conversación fluyendo naturalmente mientras las copas de vino brindaban el toque justo de intimidad. Manuel era encantador, respetuoso, y se llevaba bien con todos, algo que a Lucero le llenaba de orgullo.Sin embargo, aquella noche, Lucero sentía una chispa diferente. Había algo en la forma en que Manuel le sonreía y cómo la miraba a lo largo de la mesa que la hacía querer acercarse más, explorar esa conexión tan intensa que compartían. Mientras conversaban, Lucero decidió dejarse llevar por ese impulso juguetón. Lentamente, estiró la pierna bajo la mesa y comenzó a acariciar suavemente la pierna de Manuel, deslizando su pie de manera coqueta.
Manuel, concentrado en la conversación con el hermano de Lucero, sintió el toque inesperado. Al principio pensó que había sido un accidente, pero al girar la vista y encontrarse con los ojos de Lucero, supo que era intencionado. Ella lo miraba con una mezcla de ternura y travesura, sus labios curvados en una leve sonrisa seductora. Manuel tragó saliva, intentando mantener la compostura. Sabía que Lucero era inocente en muchos aspectos, pero también conocía la pasión que ella guardaba en su interior.Cada caricia bajo la mesa lo ponía al borde. Intentaba concentrarse en la charla, pero el tacto suave de Lucero lo hacía imposible. Su corazón latía con fuerza mientras su mirada se encontraba repetidamente con la de ella. Lucero sabía exactamente lo que estaba haciendo, aunque en su interior había un toque de nerviosismo. Nunca había jugado de esa forma, pero con Manuel se sentía segura, y, sobre todo, quería ver hasta dónde llegaba esa tensión que ambos compartían.
Manuel respiraba hondo, luchando por no dejarse llevar demasiado. Él ya había vivido experiencias así antes, pero con Lucero era diferente. Ella no solo era su novia, era la mujer que amaba profundamente. Jamás haría algo que la pusiera en una situación incómoda, y su respeto por ella era absoluto. Pero verla así, tan tierna y a la vez provocativa, lo tenía en un estado difícil de controlar.
Cada vez que Lucero le rozaba la pierna, Manuel sentía el calor subirle por el cuerpo. Intentó ignorarlo, movió la pierna ligeramente, pero Lucero era insistente, su juego era sutil pero constante. La tensión entre ellos crecía, y Manuel no podía evitar mirar su rostro, sus labios. Sabía que debía controlarse, estaban frente a su familia, pero Lucero le hacía sentir como si todo a su alrededor desapareciera.
La tensión en la cena había alcanzado un punto en el que Manuel ya no podía más. Sintiendo la intensidad del juego que Lucero había iniciado bajo la mesa, se excusó para ir al baño, con la esperanza de calmarse y recuperar el control de sus emociones. Se miró al espejo, respirando profundamente, intentando relajarse, pero el fuego que Lucero había encendido en él seguía ardiendo.
Mientras tanto, ella, con su corazón acelerado, sintió que no podía dejar las cosas así. Se levantó con una excusa cualquiera, y en silencio, lo siguió. Caminó por el pasillo hasta el baño, sus pasos firmes pero ligeros. Tocó suavemente la puerta y la abrió, encontrándose con Manuel de espaldas a ella. Al sentir su presencia, él giró, y cuando sus ojos se encontraron, el aire en la pequeña habitación pareció desaparecer.Lucero cerró la puerta con cuidado y se acercó a él, su mirada reflejando un fuego que Manuel nunca había visto antes. Sin decir una palabra, se abalanzó sobre él, tomando su rostro entre sus manos y besándolo con una pasión contenida que ahora fluía libremente. Los labios de Lucero eran suaves pero hambrientos, buscando más de él, explorando todo lo que nunca habían compartido de esa manera. Manuel correspondió el beso, pero en su mente luchaba por mantener el control. Aunque el deseo lo envolvía, él sabía que no podía dejarse llevar por completo.
Las manos de Manuel acariciaban su cintura, sosteniéndola con firmeza pero siempre con respeto, aunque cada segundo a su lado lo tentaba más. Los besos eran cada vez más intensos, y el calor que compartían se volvía insoportable. Lucero lo miró a los ojos, su respiración acelerada, y con un tono bajo y lleno de urgencia le susurró..L: No quiero que te detengas, Manuel.
Manuel, con su corazón latiendo desbocado, negó suavemente con la cabeza
M: Te respeto, Lucero… no quiero hacer nada que no quieras. No ahora
Pero en su mirada había un conflicto, una lucha interna entre el respeto y el deseo que quemaba en su interior.
Lucero, con una sonrisa llena de confianza, se acercó más, sus labios rozando el cuello de Manuel. Lo besó suavemente, y luego fue bajando, dejando un rastro de calor sobre su piel. Manuel cerró los ojos, intentando mantener la compostura, pero al sentir los labios de Lucero sobre su cuello, todo el control que había tratado de mantener se desmoronó.
Con un movimiento rápido pero firme, Manuel la tomó de la cintura, la giró y la empujó suavemente contra él, haciendo que su espalda quedara pegada a su pecho. El latido de su corazón era palpable mientras sus manos se deslizaban por la cintura de Lucero, aferrándola más cerca de él. Corrió el cabello de su cuello, y comenzó a besarla, esta vez sin contenerse. Los besos eran lentos, profundos, y cada contacto hacía que ambos sintieran una electricidad intensa recorrer sus cuerpos.
Lucero arqueó la espalda, sintiendo cómo el calor subía dentro de ella, sus respiraciones entrecortadas mientras Manuel la sostenía con fuerza. Nunca había experimentado algo tan intenso, tan profundo, y aunque era nuevo para ella, le gustaba. Las sensaciones la invadían, cada beso, cada caricia la hacían arder desde dentro, deseando más. Las manos de Manuel, aunque firmes, nunca cruzaban esa línea de respeto que siempre había tenido con ella, pero el deseo entre ambos era innegable.
En un momento de claridad, Manuel detuvo el frenesí de besos y, jadeando, se apartó un pocoM: Perdóname, linda esto no está bien… no aquí, no así (Su voz era ronca, llena de deseo pero también de remordimiento)
Lucero lo miró, todavía con las mejillas enrojecidas y el pecho agitado. En vez de molestarse, le sonrió suavemente, entendiendo la lucha interna que Manuel había atravesado
L: No tienes que pedir perdón (dijo, acercándose para darle un suave beso en su mejilla, como si entendiera que ambos habían llegado a un límite pero sin cruzarlo por completo)
Manuel tomó aire y, con un último beso en la frente, se separó, arreglándose la ropa antes de abrir la puerta. Salieron uno tras otro, manteniendo las apariencias, y nadie sospechó lo que había ocurrido. La cena continuó como si nada hubiera pasado, pero entre ellos, esa chispa no desaparecería. Sabían que lo que compartían iba más allá del deseo; era un amor profundo, pero lleno de una pasión que aún tenía mucho por descubrir.
Después de la cena, mientras caminaban hacia la puerta, Lucero le susurró al oído
L: manuel, no sé que me sucedió, solo... lo hice, perdóname ( dijo un poco apenada, entendiendo lo que había pasado)
Manuel sonrió, inclinándose para besar suavemente su frente
M: tranquila, si supieras las cosas que me haces sentir, pero siempre será a tu tiempo, preciosa. Te amo por lo que eres, no por lo que podamos hacer
Lucero sonrió, sabiendo que había encontrado en Manuel a un hombre que no solo la deseaba, sino que la amaba profundamente, respetando cada paso que daban juntos.
Holaaaa, que tal? Comenten que les pareció y si les gustaría que escriba más sobre cuando eran noviecitosss😜. Xoxo
