Lucero se detuvo frente a la casa de Manuel. El aire fresco de la noche acariciaba su piel, expuesta bajo el corto camisón que había decidido ponerse sin pensar demasiado. Desde que se separaron, las noches como esa eran las más difíciles. Aunque intentaba mantenerse firme y fuerte, había momentos en los que todo parecía desbordarla: el silencio, los recuerdos, la ausencia de su calor.
Esa noche no quiso resistirse más. Sin los niños en casa, y con el corazón latiendo a toda velocidad, se armó de valor y cruzó el corto espacio que los separaba como vecinos. Tocó la puerta con un golpeteo suave, casi inseguro, pero suficiente para que Manuel lo escuchara.
Los pasos de él resonaron en el interior, y segundos después, la puerta se abrió. Ahí estaba Manuel, en pijama, con una camisa desabrochada que dejaba ver parte de su torso. Su cabello ligeramente despeinado le daba un aire casual, pero sus ojos, al verla, se llenaron de asombro.
M: Lucero? (dijo, casi en un susurro)
Ella no dijo nada al principio. Sus ojos se encontraron, y en ese instante, todo el pasado, el amor, y la pasión que compartieron pareció regresar con una fuerza abrumadora.
L: Hola, Manuel (respondió al fin, su voz suave pero cargada de intención)
Él arqueó una ceja, aún procesando la escena frente a él. Su mirada recorrió el camisón que ella llevaba, dejando muy poco a la imaginación.
M: Qué haces aquí? Están bien los niños?
( preguntó, tratando de mantener la compostura)
Lucero dio un paso hacia él, su determinación más clara que nunca.
L: Están bien. Están con mi hermano. Yo... vine porque necesitaba verte.
M: A estas horas? Vestida así? (replicó con un intento de humor, aunque el tono de su voz traicionaba el efecto que ella tenía sobre él)
Ella sonrió apenas, dando otro paso. Ahora estaban tan cerca que podía sentir su respiración.
L: vas a dejarme entrar, Manuel? O prefieres que le demos un espectáculo al vecindario?
Manuel soltó una risa suave y nerviosa, moviéndose para dejarle paso.
M: adelante, pero quiero saber qué está pasando por tu cabeza.
Lucero cruzó el umbral con una elegancia que lo desarmó. Manuel cerró la puerta tras ella, sus ojos fijos en las curvas que el camisón revelaba con cada movimiento. Era imposible no desearla, pero la confusión lo tenía en vilo.
M: Quieres tomar algo? (ofreció, tratando de ganar tiempo)
Ella se detuvo en seco y se giró hacia él, sus ojos brillando con una mezcla de vulnerabilidad y determinación.
L: No vine a tomar nada.
Antes de que pudiera decir algo más, Lucero se lanzó hacia él, atrapando sus labios con los suyos en un beso cargado de pasión contenida. Manuel quedó inmóvil un segundo, pero pronto su cuerpo reaccionó. La tomó de la cintura, atrayéndola contra él, respondiendo al beso con la misma intensidad.
L: Hazme tuya, Manuel, lo necesito (susurró ella contra su boca, su tono lleno de deseo)
Él respiró hondo, intentando recuperar algo de control, pero sus manos ya exploraban su espalda, perdiéndose en el calor de su piel.
M: Lucero... (comenzó a decir, pero las palabras quedaron atrapadas en su garganta cuando ella lo miró con esos ojos que siempre lo desarmaban)
Sin decir más, la levantó en brazos y la llevó escaleras arriba, directo a su habitación. Al entrar, la dejó con cuidado sobre la cama, sus ojos recorriéndola con un deseo que apenas podía contener.
M: siempre has sido hermosa... (murmuró, su voz ronca de emoción y anhelo)
Lucero le sonrió mientras deslizaba los dedos por su camisa abierta, quitándosela lentamente.
L: Te necesito, Manuel. Ahora, más que nunca.
Sus manos comenzaron a explorar su cuerpo como si intentaran memorizar cada detalle. Las prendas desaparecieron una a una, hasta que no quedó nada entre ellos. Él entró suavementeen ella haciéndola suspirar de placer, el mundo exterior dejó de existir en ese instante.
Manuel comenzó a moverse rápidamente mientras dejaba besos en su cuello, ella se abrazó a él y también se dedicó a besar su cuello y su rostro.
Sus movimientos comenzaron a ser desesperados, como si intentaran recuperar el tiempo perdido. Manuel se aferraba a ella, cada beso y caricia cargado de una pasión que nunca se había apagado.
M: Eres mía, Lucero... Siempre lo serás (susurró él, su voz quebrándose por la intensidad del momento)
Ella arqueó su cuerpo hacia él, perdida en las sensaciones que la abrumaban.
L: Sí, Manuel... Tuya, siempre tuya ( dijo en un susurro)
Manuel siguió embistiéndola cada vez más fuerte, sus manos recorrían toso su cuerpo y sus labios dejaban chupetones en todo su cuello, quería marcarla como suya. De un momento a otro cambiaron de posición, ella se puso arriba de él, empezó sus movimientos de atrás para adelante suavemente, Manuel colocó sus manos en sus caderas para ayudarla con los movimientos, estuvieron así un rato hasta que ella cayó agotada en su pecho. Nuevamente cambiaron de posición ella debajo. Manuel continuó entrando y saliendo de su cuerpo buscando su liberación.
L: No te detengas... ( susurró ella al oído, sus uñas clavándose suavemente en su espalda)
Él aumentó la intensidad, perdiéndose en los gemidos y suspiros de ambos. Finalmente, al llegar al clímax, ella lo miró a los ojos, vulnerable pero decidida.
L: Hazlo en mí, Manuel. Por favor.
Su petición lo desarmó, pero no dudó. La abrazó con fuerza mientras se vaciaba en ella, sus cuerpos temblaban al unísono. Mientras se aferraban el uno al otro, Lucero lo miró a los ojos, vulnerable y llena de amor.
M: Quédate conmigo esta noche ( dijo él, abrazandola con fuerza, hundiendo su rostro en su cabello)
L: Siempre querré quedarme contigo, mi amor
El silencio que siguió no era incómodo, sino lleno de una paz que hacía tiempo no sentían. Esa noche, abrazados bajo las sábanas, supieron que, aunque la vida los hubiera separado, su amor jamás se había ido. Y tal vez, solo tal vez, esa noche fuera el comienzo de algo nuevo.
Helouuuuu, espero les guste. No olviden dejar su voto y comentar🤪 xoxo
