Capítulo 7: La Bicicleta

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La semana continuó con un ritmo frenético. Entre clases, entrenamientos y las constantes bromas de Alex, Daniel comenzaba a sentirse parte de algo. Sin embargo, esa sensación de comodidad traía consigo una inquietud creciente, como si algo oscuro acechara justo fuera de su alcance.

Esa noche, después de cenar en la soledad de su vieja casa, Daniel recibió un mensaje de Alex:

"¿Quieres salir? Te recojo en 10."

La rapidez con la que aceptó lo sorprendió. Tal vez era la manera de Alex de llenar los silencios en su vida, o tal vez, pensó Daniel, era algo más.

Alex llegó puntual, en una bicicleta vieja y desgastada que se tambaleaba bajo su peso.

-¿En serio? -preguntó Daniel al ver el vehículo.

-¿Qué? Es vintage. Súbete, te llevo al mirador.

Sin más opciones, Daniel se subió al sillín trasero. El trayecto estuvo lleno de risas nerviosas y gritos cuando Alex zigzagueaba por las calles, esquivando coches y provocando que Daniel se aferrara a él con fuerza.

-¡Estás loco! -gritó Daniel, con el corazón latiendo a mil.

-¡Lo sé! -respondió Alex, riendo.

Cuando llegaron al mirador, la vista era impresionante. La ciudad brillaba como un océano de luces bajo el cielo nocturno.

-Es hermoso, ¿no? -dijo Alex, tomando asiento en una roca cercana.

Daniel asintió, pero su mirada estaba fija en Alex. Había algo en la forma en que el viento despeinaba su cabello, en cómo su sonrisa parecía iluminar más que las luces de la ciudad.

-¿Por qué eres así? -preguntó sin pensar.

-¿Así cómo?

-Tan... despreocupado. Como si nada te afectara.

Alex se quedó en silencio por un momento, su sonrisa desvaneciéndose.

-Porque si dejo que algo me afecte, se desmorona todo.

La sinceridad de sus palabras dejó a Daniel sin habla. Por primera vez, vio las grietas en la fachada de Alex, y lo que había detrás le pareció infinitamente más real.

De regreso, Alex lo dejó frente a su casa y le dio un golpe suave en el hombro.

-Nos vemos mañana, tímido.

Daniel lo observó alejarse, su figura desdibujándose en la oscuridad. No sabía por qué, pero sentía que había cruzado un umbral del que no había vuelta atrás.

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