La mañana llegó con una ligera neblina que envolvía la ciudad, cubriendo Barcelona con un manto gris. A través de la ventana, Alex observaba el paisaje mientras el sol comenzaba a despuntar, luchando por atravesar la niebla. Los recuerdos de la noche anterior aún rondaban en su mente, y aunque el alivio de haber resuelto tanto parecía llegar, había algo que no podía sacudirse: la incertidumbre del futuro.
Daniel se despertó poco después, con una expresión relajada pero una leve sombra de preocupación en su rostro. Había algo en sus ojos que no lograba esconder, una inquietud que Alex percibió al instante. Había sido una noche tranquila, pero las emociones de los últimos días no desaparecían con un simple descanso.
—¿Qué pasa? —preguntó Alex, acariciando suavemente la espalda de Daniel mientras se estiraba en la cama.
Daniel giró la cabeza hacia él, sus ojos verdes fijos en los de Alex, como si estuviera buscando algo en su mirada que lo tranquilizara.
—Es todo esto, ¿sabes? —dijo en voz baja—. El hecho de que ahora todo esté cambiando... y que mi padre esté en prisión. Mi madre, ella está mejor, sí, pero... ¿y si me equivoco? ¿Y si todo esto no es suficiente?
Alex suspiró y se sentó en el borde de la cama, mirando fijamente el suelo por un momento, como si también buscara respuestas en las sombras que se formaban en la habitación.
—Nada de esto es fácil, Daniel —dijo con sinceridad—. Pero estamos haciendo lo correcto. No podemos cambiar lo que pasó, solo lo que viene. Ya no estamos atrapados, y eso es lo que cuenta.
Daniel asintió, pero no parecía tan convencido como Alex. Había momentos en que sentía el peso de la traición de su padre sobre él, como una sombra que lo acechaba, aunque él no tuviera la culpa. Pero, a medida que las horas pasaban, y la vida continuaba su marcha, algo comenzaba a hacer clic en su interior. Tenía que dejar atrás esa culpa. No podía cargar con ella para siempre.
Alex se levantó de la cama, y con un movimiento rápido se acercó a la ventana. Miró por un instante la ciudad que se desplegaba ante sus ojos. Barcelona seguía siendo el lugar que conocía, pero ahora todo se sentía diferente, más grande, más incierto.
—¿Y Sara? —preguntó Daniel, rompiendo el silencio. Sabía que era un tema delicado, pero también tenía que saber si todo lo que había sucedido había dejado alguna huella en Alex.
Alex no respondió de inmediato, como si las palabras aún le costaran. Pensó en ella, en todo lo que había sucedido con Sara, en cómo se había torcido todo tan rápido. No se podía olvidar lo que había pasado, pero tampoco podía seguir atado a esa amargura.
—Sara... —empezó, su voz vacilante—. Me hizo daño. Pero yo también le hice daño, Daniel. No puedo cambiar eso. Solo puedo aprender de ello. Ella... no sé qué va a pasar con ella, pero no es mi responsabilidad.
Daniel asintió, y aunque entendía lo que Alex decía, aún le costaba asimilar cómo una amistad tan fuerte se había transformado en algo tan destructivo.
De repente, el timbre del teléfono interrumpió sus pensamientos. Alex se acercó al mueble donde lo había dejado, y al ver el nombre en la pantalla, su corazón dio un vuelco. Era la policía.
—¿Sí? —dijo Alex, tratando de sonar calmado, aunque su voz traicionaba algo de tensión.
—Alex... —La voz de la agente Carla era seria, casi distante—. Tenemos noticias sobre el caso de tu familia. Sabemos que has estado involucrado en el proceso, y hay algo más que necesitamos discutir.
Alex intercambió una mirada con Daniel, que ya había notado el cambio en la expresión de su rostro. La noticia no podía ser buena.
—¿Qué sucede? —preguntó Alex, intentando mantener el control.
—La investigación sobre tu familia no ha terminado. Encontramos más pruebas, y tenemos un sospechoso adicional. Necesitamos que vengas a la estación para dar tu declaración final. Es importante, Alex.
El nudo en el estómago de Alex se hizo más fuerte. A pesar de que el asesino de sus padres ya estaba tras las rejas, había algo más. Algo que no esperaba.
—¿Sospechoso adicional? —repitió Alex, confundido.
—Lo hablaremos en persona. Necesitamos que vengas.
La llamada terminó abruptamente, y un silencio incómodo llenó la habitación. Alex dejó caer el teléfono sobre la mesa, su mente corriendo a mil por hora. No podía ser. Había resuelto todo esto, ¿no?
Daniel se acercó a él con cuidado, como si temiera que cualquier movimiento brusco pudiera romper la tensión palpable en el aire.
—¿Qué pasa? —preguntó Daniel, su voz llena de preocupación.
Alex lo miró, tratando de ordenar sus pensamientos antes de responder.
—Parece que la investigación no ha terminado. Hay alguien más involucrado. Necesito ir a la estación.
Daniel no dijo nada, pero sus ojos reflejaban la misma incertidumbre que Alex sentía. Sabía que todo lo que habían vivido no se podía cerrar tan fácilmente. Algo más estaba esperando, y no era algo que pudieran ignorar.
—¿Vamos juntos? —preguntó Daniel, tomando la mano de Alex. Aunque su pregunta era simple, el apoyo que ofrecía era todo lo que Alex necesitaba en ese momento.
Alex asintió lentamente.
—Sí, vamos juntos. No hay vuelta atrás.
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Filofobia
RomanceAlex y Daniel, atrapados en un torbellino de secretos oscuros y traiciones, luchan por sobrevivir en un mundo que los quiere destruir. ¿El amor y la amistad serán su salvación o su perdición?