La noche había caído sobre Barcelona, y en el pequeño piso de Daniel, el silencio era solo interrumpido por el leve crujido del suelo bajo sus pies. Alex se acomodó en el viejo sofá, observando cómo Daniel buscaba algo en la pequeña cocina. Era un espacio reducido, con muebles desgastados que parecían haber vivido más vidas que los dos chicos juntos, pero para Alex tenía algo especial: era un refugio.
—¿Té o café? —preguntó Daniel, asomándose por la puerta con una taza en cada mano.
—Té, gracias —respondió Alex, relajándose un poco más contra el respaldo del sofá.
Daniel dejó la taza frente a Alex y se sentó a su lado, manteniendo una prudente distancia. La incomodidad era palpable. Ambos tenían cosas que decir, pero ninguno sabía cómo empezar.
—He estado pensando en lo que pasó hoy —dijo Daniel finalmente, mirando el líquido oscuro en su taza—. Sobre Sara, los mensajes... todo.
Alex le lanzó una mirada seria.
—Yo también. Eva va a hablar con ella. Intentaremos resolver esto antes de que se salga más de control.
—¿Y si no funciona? —preguntó Daniel en voz baja.
Alex se quedó en silencio por un momento. Era una posibilidad que no quería considerar, pero sabía que Daniel tenía razón.
—Entonces lo enfrentaremos juntos —respondió al fin, su voz firme—. No pienso dejar que te pase nada.
Daniel levantó la vista, sorprendido por la intensidad en los ojos de Alex. Durante un instante, sintió que el mundo se detenía.
—¿Por qué haces todo esto por mí? —preguntó, su voz apenas un susurro.
Alex desvió la mirada, incómodo ante la pregunta. No sabía cómo explicarlo, ni siquiera a sí mismo. Había algo en Daniel que lo hacía querer protegerlo, estar cerca de él... pero admitirlo significaría enfrentarse a sentimientos que no estaba seguro de poder manejar.
—Porque somos amigos —respondió al fin, aunque sabía que no era toda la verdad.
Daniel dejó escapar una pequeña sonrisa, pero sus ojos mostraban algo más profundo: una mezcla de gratitud y tristeza.
—Gracias, Alex. De verdad.
El silencio volvió a caer entre ellos, pero esta vez era menos incómodo, más tranquilo. Después de un rato, Daniel dejó su taza sobre la mesa y se recostó en el sofá, cerrando los ojos.
Alex lo observó en silencio, notando por primera vez lo vulnerable que parecía. No era solo por todo lo que estaba pasando con Sara; era algo más profundo, una soledad que Alex reconocía porque también la había sentido.
Sin pensarlo demasiado, se acercó un poco más y murmuró:
—No estás solo, ¿vale?
Daniel abrió los ojos, y por un momento, Alex pensó que iba a llorar. Pero en lugar de eso, asintió lentamente, como si esas palabras fueran todo lo que necesitaba escuchar.
Pasaron el resto de la noche hablando de cosas más ligeras: películas, libros, música. Pero incluso en esas conversaciones triviales, había algo diferente. Una conexión que se estaba fortaleciendo, como si ambos supieran que, a pesar de todo, estaban empezando a encontrar en el otro algo que no habían encontrado en ningún otro lugar.
Cuando finalmente se quedaron dormidos, con la luz de la lámpara iluminando tenuemente la habitación, Alex sintió por primera vez en mucho tiempo que estaba donde debía estar.
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Filofobia
RomanceAlex y Daniel, atrapados en un torbellino de secretos oscuros y traiciones, luchan por sobrevivir en un mundo que los quiere destruir. ¿El amor y la amistad serán su salvación o su perdición?