🍓☆⋆｡Caperucito Rojo𖦹°‧★🍒

⋆˚la cueva de los lobos🐾˖°

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El sol descendía tras las colinas, cubriendo el bosque con una manta de sombras y tonos cálidos. Jake, sentado sobre un tronco caído, había disfrutado de una tranquila tarde junto a Tom. Había algo reconfortante en estar allí, rodeado de naturaleza, con la presencia firme pero silenciosa del hombre lobo a su lado. Sin embargo, como siempre, el tiempo avanzaba, y Jake sabía que debía regresar a casa.

—Bueno, Tom —dijo finalmente, poniéndose de pie y estirándose—, ya es hora de que me vaya. Miriam estará preocupada si no regreso antes de que oscurezca.

Tom, quien había estado observando el horizonte con expresión neutral, giró la cabeza hacia él. Su ceño se frunció, y aunque no dijo nada inmediatamente, su lenguaje corporal dejaba claro que no le gustaba la idea.

—No —dijo con voz grave y rotunda, clavando sus ojos verdes en Jake.

Jake parpadeó, sorprendido.

—¿No? ¿Qué quieres decir con "no"? —preguntó, cruzándose de brazos.

—Peligroso —respondió Tom, su tono inamovible como una roca.

Jake dejó escapar una risa nerviosa, pasando una mano por su cabello azul.

—Tom, he caminado por este bosque desde que tengo memoria. Sé cuidarme. Además, Miriam seguramente tiene algo delicioso esperándome en la mesa, y no pienso perderme eso.

Pero antes de que Jake pudiera decir algo más, Tom dio un paso adelante y lo levantó con una facilidad insultante, como si fuera un saco de papas. Lo cargó sobre su hombro, ignorando por completo sus protestas.

—¡Oye, Tom! ¿Qué demonios crees que estás haciendo? —Jake golpeó ligeramente la espalda del hombre lobo, tratando de liberarse—. ¡Bájame ahora mismo!

—No.

—¡Tom! No puedes simplemente secuestrarme. Esto no es gracioso.

—Seguridad —respondió Tom, su tono firme mientras avanzaba con pasos largos y seguros por el bosque.

Jake suspiró, dándose cuenta de que discutir con Tom era inútil. Sin embargo, no pudo evitar seguir quejándose.

—¡Ni siquiera sé a dónde me llevas! Esto es ridículo.

Tom no respondió, pero ajustó ligeramente el peso de Jake sobre su hombro, asegurándose de que estuviera bien sujeto. A pesar de la molestia inicial, Jake empezó a sentir curiosidad. ¿A dónde lo llevaba Tom?

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Después de caminar por lo que parecieron horas, aunque probablemente solo pasaron veinte minutos, llegaron a una entrada oculta entre la espesura del bosque. Jake, aún sobre el hombro de Tom, levantó la cabeza para observar. La entrada de la cueva estaba rodeada de vegetación, casi como si el bosque quisiera protegerla de miradas indiscretas.

—¿Qué es esto? —preguntó Jake, tratando de asomarse para ver mejor.

Tom no respondió hasta que cruzaron el umbral de la cueva. Una vez dentro, bajó a Jake con cuidado, permitiéndole ponerse de pie.

Jake se quedó boquiabierto al mirar a su alrededor. La cueva era mucho más grande de lo que había imaginado. La luz de una fogata iluminaba las paredes, donde estalactitas colgaban como dientes gigantes. El suelo estaba cubierto de musgo y pieles de animales, creando un ambiente cálido y sorprendentemente acogedor. Pero lo que realmente llamó su atención fue la presencia de varios lobos reales que estaban esparcidos por la cueva.

Algunos dormían, mientras que otros levantaron la cabeza al notar la llegada de Tom y Jake. Los ojos brillantes de los lobos reflejaron la luz del fuego, y uno de ellos, un enorme lobo gris con ojos dorados, se levantó y caminó hacia ellos.