🌲🪵Caminos entrelazados ⋆˙⟡ ♡

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Los días habían transcurrido con calma desde que Miriam finalmente había aceptado, aunque a regañadientes, la relación entre Jake y Tom. En la cabaña, la rutina había adquirido un toque especial: Jake continuaba enseñándole a Tom a comunicarse mejor, mientras que Tom, con su fuerza y torpeza encantadora, siempre encontraba maneras de demostrar su cariño por Jake, ya fuera cazando comida o regalándole pequeñas flores que encontraba en el bosque.

Sin embargo, aquella mañana comenzó con un aire diferente. Jake estaba en la cocina, preparando panqueques, mientras tarareaba una melodía. Tom estaba sentado cerca, observándolo con una concentración casi infantil. Aunque ya entendía más palabras, aún había días en los que se frustraba al intentar expresar lo que sentía.

—Tom, ¿puedes pasarme la miel? —preguntó Jake, sin darse la vuelta.

Tom se levantó de inmediato, buscando entre los estantes. Encontró el frasco, pero en su apuro por ayudar, lo tomó tan fuerte que la tapa salió volando, dejando caer un poco de miel en el suelo.

—¡Tom! —exclamó Jake, girándose rápidamente.

Tom se quedó quieto, con el frasco en la mano y la miel goteando en sus dedos.

—Yo... quería ayudar —murmuró, bajando la mirada.

Jake suspiró, pero no pudo evitar sonreír. Se acercó, tomando las manos de Tom y limpiándolas con un trapo.

—Está bien, Tom. Sé que siempre quieres ayudar. Sólo ten un poco más de cuidado, ¿sí?

Tom asintió, aunque aún parecía apenado.

—Yo... cuidar más. Prometo.

Jake sonrió, dándole un suave golpe en el brazo.

—Sabes, eres adorable cuando intentas tanto.

Tom parpadeó, procesando las palabras de Jake.

—¿Adorable... bueno?

—Sí, Tom. Muy bueno.

El día continuó tranquilo, hasta que Miriam entró a la cabaña con una expresión seria. Traía un par de cestas llenas de frutas y verduras que había recogido en el mercado del pueblo.

—Jacob, necesitamos hablar —dijo, colocando las cestas sobre la mesa.

Jake sintió un pequeño nudo formarse en su estómago.

—¿Qué pasa, abuela?

Miriam miró a Tom, que estaba sentado en la esquina, y luego a Jake.

—He estado pensando mucho en todo esto... en ustedes dos.

Jake cruzó los brazos, esperando el sermón que sabía que vendría.

—No me malinterpretes, Jacob. He visto cómo Tom se esfuerza por ser mejor para ti, y eso es algo que respeto. Pero quiero asegurarme de que entiendas que esta relación no será fácil.

—Lo sé, abuela —respondió Jake con firmeza—. Pero nada en la vida que valga la pena lo es.

Miriam frunció el ceño, aunque había un brillo de orgullo en sus ojos.

—Tú siempre tan testarudo... igual que tu madre.

Tom observaba la conversación en silencio, pero al notar la tensión en el aire, decidió intervenir. Se levantó y caminó hacia Miriam, deteniéndose frente a ella.

—Miriam... yo cuidar a Jake. Siempre. Prometo.

Miriam lo miró fijamente durante unos segundos, antes de soltar un suspiro y asentir.

—Más te vale cumplir esa promesa, muchacho.

Tom asintió con seriedad, como si hubiera recibido una orden de vital importancia. Jake observó la escena con una mezcla de asombro y ternura.

—Gracias, abuela. Significa mucho para nosotros.

Miriam agitó una mano, como restando importancia al asunto.

—Sólo no me den más razones para preocuparme, ¿de acuerdo? Ahora, ayúdenme a sacar las cosas de estas cestas.

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Después de ordenar las frutas y verduras, Jake decidió que necesitaban un respiro.

—Tom, ¿qué te parece si vamos a dar un paseo por el bosque?

Tom sonrió ampliamente.

—Paseo... con Jake. Sí.

Los dos salieron juntos, dejando a Miriam en la cabaña. El bosque estaba tranquilo, con los rayos del sol filtrándose entre las hojas y el canto de los pájaros llenando el aire. Caminaron por un sendero familiar, hablando de cosas simples mientras Jake continuaba corrigiendo suavemente las palabras de Tom.

—Es "árbol", no "arbolito" —dijo Jake, riendo.

Tom frunció el ceño, repitiendo lentamente.

—Ár... bol.

—Eso es. Muy bien, Tom.

Llegaron a un claro donde solían detenerse a descansar. Jake se sentó en una roca, mirando el cielo azul. Tom se quedó de pie, observándolo con una expresión que mezclaba admiración y algo más profundo.

—Jake... especial para mí —dijo Tom, rompiendo el silencio.

Jake se giró hacia él, sorprendido.

—¿De verdad piensas eso, Tom?

Tom asintió, acercándose y sentándose junto a él.

—Jake me enseña... me ayuda. Tú... bueno conmigo.

Jake sintió que su corazón se aceleraba. Había algo tan puro en las palabras de Tom, algo que lo hacía sentirse amado de una manera que nunca antes había experimentado.

—Y tú eres bueno conmigo, Tom. Nunca había conocido a alguien como tú.

Tom sonrió, aunque sus ojos parecían brillar con una mezcla de felicidad y emoción.

—Jake... mi familia.

Jake sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas.

—Y tú eres la mía, Tom.

Sin pensarlo, Jake se inclinó hacia él, colocando una mano en su rostro. Tom, aunque sorprendido, no se apartó. Sus ojos se encontraron, y en ese momento, el mundo pareció detenerse.

—¿Jake... qué haces? —preguntó Tom, con un tono curioso pero tranquilo.

—Esto —respondió Jake, cerrando los ojos y presionando sus labios contra los de Tom en un beso suave y lleno de cariño.

Tom, aunque torpe al principio, respondió al beso de la manera más dulce posible, sosteniendo a Jake con cuidado, como si temiera romperlo.

Cuando se separaron, Jake lo miró con una sonrisa radiante.

—Te quiero, Tom.

Tom, aún procesando lo que acababa de pasar, sonrió ampliamente.

—Yo también... quiero Jake.

El camino de regreso fue tranquilo, pero algo había cambiado entre ellos. Su conexión, que ya era fuerte, ahora parecía inquebrantable.

Al llegar a la cabaña, Miriam los esperaba en la puerta, con una ceja levantada.

—¿Y por qué llegan tan tarde?

Jake rió, apretando suavemente la mano de Tom.

—Nada, abuela. Sólo disfrutamos un poco del bosque.

Miriam los miró con desconfianza, pero al ver la felicidad en los rostros de ambos, decidió no decir nada más.

Esa noche, mientras la luna iluminaba la cabaña, Jake y Tom se sentaron juntos cerca de la chimenea, sabiendo que, aunque aún tenían un largo camino por recorrer, lo enfrentarían juntos. Porque al final, habían encontrado en el otro algo que nunca habían sabido que necesitaban: un hogar.

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Fin.

palabras:961

🍓☆⋆。Caperucito Rojo𖦹°‧★🍒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora