⚠️ Advertencia: Este capítulo contiene contenido explícito. Lectura recomendada para mayores o bajo su decisión.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La noche había caído hace rato, y en la cabaña solo quedaban sombras largas y el resplandor rojizo del fuego. Jake no dormía. Estaba acostado de lado, mirando el cuerpo grande de Tom a su lado, medio cubierto por una manta, medio desnudo, su pecho subiendo y bajando con respiración pesada.
Jake se mordió el labio. Lo deseaba. Desde hacía días. Desde que Tom lo cuidó. Desde que le lamió la herida en la rodilla. Desde que su forma salvaje de protegerlo lo hizo temblar por dentro.
Se sentó y lo tocó suavemente en el brazo.
—Tom... despierta.
Tom gruñó bajo, abriendo los ojos. Lo miró, confundido.
—¿Qué pasa... Jake? ¿Mal?
—No —susurró Jake—. Bien. Muy bien. Quiero... quiero que me folles.
Tom se quedó mudo.
Parpadeó. Luego lo miró con el ceño fruncido, sin entender del todo.
—¿F-follar? Tú... tú decir eso?
Jake se le acercó, sentándose sobre su cadera, con el pecho descubierto y la mirada llena de deseo.
—Sí. Tú... meterla en mí. Quiero sentirte adentro. Quiero que me lo hagas como tú sabes. Duro. Fuerte. Animal.
El gruñido que escapó de Tom fue como una ola de calor. Sus manos se apoyaron torpes en la cintura de Jake.
—Yo... no hablar... bien... tú seguro?
Jake se inclinó, pegando su frente a la de él.
—No hables. Hazlo.
Y fue como soltar una bestia encadenada.
Tom lo empujó de espaldas sobre las mantas y se lanzó sobre su cuerpo como si no pudiera aguantar ni un segundo más. Le mordió el cuello, le lamió el pecho, le gruñó contra la piel. Le arrancó la ropa a tirones con torpeza. Jake solo jadeaba, con los muslos abiertos, recibiendo cada beso, cada mordida, cada roce salvaje.
—Tú... tan lindo... tan suave... tan... tan caliente... —balbuceaba Tom, respirando con dificultad.
Sus manos eran grandes, torpes, apretaban fuerte, lo tocaban como si lo necesitara para respirar. Le metió una mano entre las piernas y jadeó.
—Ah... Jake... tú... tú duro ya... pa' mí... tú querer verga de Tom... ¿sí?
Jake gimió con fuerza.
—¡Sí! ¡Dámela! ¡Dámela toda! ¡Revientame!
Tom no entendía bien las palabras, pero el tono sí. Se levantó y se bajó los pantalones con violencia. Su verga saltó afuera, gruesa, palpitante, tan dura que parecía dolerle. Jake la miró con los ojos muy abiertos.