🍓☆⋆｡Caperucito Rojo𖦹°‧★🍒

🗝️⋆｡En la Oscuridad𖦹°‧★

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La noche se cernía sobre el bosque con un silencio inquietante. El viento susurraba entre las ramas, y las estrellas parecían más distantes de lo habitual. Jake había salido al huerto trasero para recoger algunas hierbas frescas que Miriam usaba para sus infusiones. Había prometido prepararle una como agradecimiento por su paciencia y apoyo constante.

Mientras llenaba su pequeña cesta, Jake no podía evitar sonreír al pensar en Tom. Desde que vivían juntos, la conexión entre ellos se había vuelto más profunda, más natural. Incluso las cosas más simples, como compartir una comida o recoger leña, se sentían especiales.

Sin embargo, ese momento de tranquilidad se rompió abruptamente. Un sonido detrás de él, algo crujiente, lo hizo girarse.

—¿Tom? —preguntó, esperando ver a su compañero emergiendo entre los arbustos.

No hubo respuesta. En cambio, el silencio se volvió más pesado. Jake sintió un escalofrío en la espalda, pero trató de convencerse de que solo era un animal pequeño, quizá un zorro o un conejo. Se enderezó, suspirando, y se giró para regresar a la cabaña.

Pero no llegó a dar dos pasos antes de que varias figuras emergieran de las sombras. Hombres altos y corpulentos, con ropas desgastadas y miradas llenas de malicia.

—¿Qué tenemos aquí? —dijo uno de ellos, su voz grave y burlona.

Jake retrocedió instintivamente, aferrándose a la cesta como si fuera un escudo.

—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren? —preguntó con voz firme, aunque su corazón latía con fuerza.

—Solo queremos hablar contigo, muchacho —respondió otro hombre, más bajo pero con una sonrisa siniestra—. Dinos dónde está tu amigo.

Jake sintió un nudo en el estómago. Sabía que se referían a Tom, pero no tenía intención de traicionarlo.

—No sé de qué están hablando —respondió, tratando de mantenerse calmado.

El hombre más grande chasqueó la lengua, molesto.

—No nos hagas esto difícil. Sabemos que estás con él. ¿Dónde está?

—No les diré nada.

La sonrisa del hombre desapareció. Hizo una señal con la cabeza, y antes de que Jake pudiera reaccionar, los otros hombres se abalanzaron sobre él. Uno lo sujetó por los brazos mientras otro le cubría la boca con un pañuelo empapado en algún químico. Jake intentó luchar, pero el mareo lo venció rápidamente. Su vista se oscureció, y lo último que escuchó fue la risa cruel de sus captores.

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Tom volvió a la cabaña poco después, cargando con un ciervo que había cazado. Estaba de buen humor, pensando en lo feliz que estaría Jake con una cena abundante. Pero al entrar, notó de inmediato que algo no estaba bien.

La cesta de Jake estaba tirada junto a la puerta, con hierbas esparcidas por el suelo. La sensación de alarma fue inmediata.

—Jake —llamó, dejando el ciervo a un lado—. Jake, ¿dónde?

Recorrió la cabaña, revisando cada rincón, pero no había señales de él. Al salir nuevamente al bosque, su instinto de protección se activó.

—¡JAKE! —gritó, su voz resonando en la noche.

Se agachó para examinar el suelo, buscando huellas, algún indicio de hacia dónde podría haber ido Jake. Pero no había nada. El suelo estaba cubierto de hojas y ramas rotas, y cualquier rastro había sido cuidadosamente borrado.

Tom se llevó las manos al cabello, frustrado.

—Jake... yo buscar. Encontrar tú... promesa.

Con un gruñido, comenzó a correr por el bosque, guiado únicamente por su instinto.

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Jake despertó lentamente, con un dolor punzante en la cabeza. Estaba tumbado en una superficie dura y fría, con las manos y los pies atados. Al levantar la vista, se dio cuenta de que estaba dentro de una jaula de madera, en lo que parecía ser un campamento improvisado en medio del bosque.

Cerca de una fogata, los hombres que lo habían capturado hablaban en voz baja. Jake trató de moverse, pero las cuerdas que lo sujetaban eran demasiado fuertes.

—Así que el salvaje no ha venido aún —dijo uno de los hombres, el de la cicatriz, mientras giraba un palo en el fuego.

—Vendrá. No dejaría que su pequeño amigo quedara atrapado —respondió otro, riendo entre dientes.

Jake sintió un escalofrío. Sabía que Tom intentaría salvarlo, pero eso era precisamente lo que estos hombres querían.

—No saben lo que están haciendo —dijo Jake, su voz quebrada pero decidida—. Tom no es alguien a quien puedan atrapar tan fácilmente.

El hombre de la cicatriz se acercó a la jaula, sonriendo con malicia.

—Tal vez no, pero todos tienen un punto débil. Y tú eres el suyo.

Jake apretó los dientes, luchando contra la desesperación.

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Tom corría entre los árboles, su pecho subiendo y bajando con fuerza. Cada minuto que pasaba sin encontrar un rastro de Jake aumentaba su angustia.

—Jake... yo... encontrar... por favor.

Se detuvo un momento, intentando captar el olor de Jake en el aire, pero no había nada. Los hombres habían sido cuidadosos, y el viento no ayudaba. Golpeó un árbol con el puño, frustrado.

—¡No, no, no! —gruñó, sintiendo cómo la desesperación se apoderaba de él.

Por un momento, su mente se llenó de imágenes de Jake en peligro, herido o peor. Pero sacudió la cabeza, negándose a aceptar esa posibilidad.

—Jake fuerte... yo fuerte. Encontrar tú.

Con renovada determinación, siguió adelante, sus sentidos en alerta máxima. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero no se detendría hasta encontrarlo.

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En el campamento, los hombres seguían preparando trampas y reforzando las jaulas. Querían asegurarse de que, cuando Tom llegara, no tuviera ninguna oportunidad de escapar.

—Ese salvaje caerá en nuestras redes, como el animal que es —dijo el hombre de la cicatriz, ajustando una trampa.

Jake los observaba desde la jaula, buscando cualquier oportunidad de escapar. Sabía que no podía quedarse sentado esperando a que Tom llegara. Si lograba liberarse, al menos podría ayudar a Tom cuando intentara rescatarlo.

—Esto no terminará como creen —dijo en voz baja, prometiéndose que haría todo lo posible por frustrar los planes de sus captores.

Mientras tanto, en la oscuridad del bosque, Tom seguía buscando, su corazón latiendo con fuerza y su mente fija en una sola cosa: encontrar a Jake antes de que fuera demasiado tarde.

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Fin.

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