ꉂ'⁉️'˖ *El sermón de Miriam

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El sol se colaba tímidamente por entre las cortinas de la habitación. Jake parpadeó, intentando enfocar la vista, y enseguida se llevó una mano a la frente. Le dolía todo el cuerpo, como si hubiese corrido medio bosque, pero al mismo tiempo estaba increíblemente satisfecho. Al girar un poco la cabeza, vio a Tom profundamente dormido, con la boca entreabierta y el ceño fruncido, como si incluso en sueños estuviera a la defensiva.

Jake no pudo evitar sonreír. "Vaya noche..." pensó, recordando entre rubor y carcajadas la torpeza, la brusquedad, los intentos fallidos de Tom por hablar en medio de todo. Y, pese a todo, lo mucho que lo había amado. Se tapó el rostro con ambas manos, muerto de vergüenza, aunque nadie lo estaba mirando.

Intentó levantarse despacio, pero apenas se movió, Tom gruñó en sueños y lo atrapó otra vez, pegándolo contra su pecho.

—Jake... no ir... —murmuró entre dientes, con su voz grave y rota.

Jake sintió cómo el corazón le daba un vuelco. Le acarició el brazo, sonriendo.
—Tranquilo, grandote. No voy a ninguna parte.

Después de varios minutos intentando zafarse, logró ponerse de pie. Tom, medio dormido aún, se vistió con lentitud, mirando de reojo a Jake, como si temiera que en cualquier momento desapareciera.

Bajaron juntos las escaleras, todavía con los recuerdos frescos en la mente. Pero al llegar al comedor, Jake sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Allí estaba Miriam, sentada en la mesa. Su cabello recogido, el delantal puesto, pero con unas ojeras negras y profundas como cavernas. En sus manos tenía una taza de té que parecía sostener más como arma que como bebida. A su lado, apoyada en la silla, la infaltable escoba.

La escena era digna de una bruja juzgando a dos culpables.

—B-buenos días, abuela... —dijo Jake, con una vocecilla débil.

Miriam levantó lentamente la vista. Su mirada era un látigo. No habló al principio, solo se tomó un largo sorbo de té y tamborileó los dedos en la mesa. El silencio pesaba como una roca.

Finalmente, habló.
—Jacob.

El tono seco fue suficiente para que Jake tragara saliva con fuerza.
—¿S-sí?

Miriam suspiró, cerró los ojos unos segundos, y luego golpeó la mesa con la mano.
—¡¿Se puede saber qué diablos fue lo que pasó anoche en esa habitación?!

Jake sintió que se le iba el alma del cuerpo. Se puso rojo hasta las orejas. —¡No fue lo que piensas!

—¡NO ME MIENTAS, JACOB! —bramó Miriam, poniéndose de pie de golpe.
—Toda la cabaña se sacudía, parecía que el techo se iba a caer. ¡Gemidos, gritos, choques de pieles! —Se llevó la mano a la frente, exasperada—. ¡Y lo peor es que los vecinos vinieron a reclamar!

Jake abrió los ojos como platos.
—¿Qué?

—¡Sí, los vecinos! —continuó Miriam, alzando un dedo acusador—. Doña Inés golpeó la puerta a medianoche diciendo que no podía dormir, que si pensaba que la casa era un burdel. Y Don Roberto gritaba que iba a llamar al alcalde si seguía escuchando "ese escándalo indecente". —Se llevó ambas manos a la cabeza—. ¡Qué vergüenza, Jacob! ¡Qué vergüenza!

Jake se cubrió la cara con las manos, deseando que la tierra lo tragara.
—Oh no...

Tom, que no entendía del todo pero captaba el enojo, intervino torpemente:
—Yo... fuerte con Jake... mucho.

Miriam se volteó hacia él con los ojos encendidos.
—¡Encima lo admite el animal!

Agarró la escoba de un manotazo y sin pensarlo le dio un golpe en el brazo.

—¡Au! —Tom se cubrió, sorprendido—. ¡Vieja bruja pega!

—¿CÓMO ME LLAMASTE? —Miriam se lanzó con la escoba en alto.

Jake se metió entre ambos, rojo como un tomate. —¡Abuela, por favor! ¡No lo golpees!

Miriam, furiosa, lo señaló con la escoba. —¡Jacob! ¿Cómo se te ocurre hacer esas barbaridades aquí mismo, bajo mi techo, sabiendo que las paredes son finas?

—¡Yo... yo...! —Jake se trababa—. ¡No pensé que...!

Tom, confundido, volvió a hablar:
—Yo querer Jake. Yo... amor.

El silencio cayó unos segundos. Jake lo miró, conmovido y avergonzado a la vez, mientras Miriam apretaba los labios, temblando de furia.

—Mira, Jacob —dijo al fin, más calmada pero con voz helada—. No voy a meterme en a quién amas ni cómo... pero si vuelven a hacer tanto ruido, ¡los saco a los dos al bosque y que aúllen allá como lobos!

Jake asintió como un niño regañado.
—Sí, abuela... lo siento mucho.

Miriam lo fulminó con la mirada, y luego clavó los ojos en Tom.
—Y tú, grandote. Aprende a controlar esa fuerza. ¡Que no todo se resuelve como si estuvieras cazando venados!

Tom bajó la cabeza, murmurando casi en susurros:
—Yo... aprender suave.

Jake casi se atragantó de la risa, llevándose la mano a la boca, mientras Miriam resoplaba indignada.

El desayuno fue un campo minado. Miriam bufaba entre dientes, lanzando indirectas como cuchillos: "Espero que hoy duerman como la gente decente", "no pienso volver a dar la cara por ustedes si los vecinos se quejan", "vergüenza ajena...".

Tom, en cambio, se dedicaba a mirar a Jake con ojos brillantes, orgulloso, sin comprender del todo la magnitud del problema.

Jake, muerto de vergüenza, intentó distraerse con el pan. Pero en el fondo, pese al bochorno y la regañina, no podía evitar sentirse feliz. Porque, aunque Miriam quisiera matarlos con la escoba, él tenía a Tom a su lado. Y eso, para Jake, valía más que cualquier sermón.

Al final del desayuno, Miriam se levantó con la escoba en mano, apuntándolos como si aún fueran culpables.
—Una última advertencia: si esta noche vuelvo a escuchar lo mismo... ¡los mando a dormir con los lobos!

Tom, muy serio, asintió.
—Yo dormir bosque si gritar mucho.

Jake soltó una carcajada nerviosa, mientras Miriam se llevaba la mano a la frente con un gruñido.

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Fin.

Palabras: 927
Lo prometido esta aqui!!  
☆〜(ゝ。∂)
Chaitooo y Feliz 16 de Septiembre a México!!

🍓☆⋆。Caperucito Rojo𖦹°‧★🍒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora