12⎟✶ Las rosas del jardín

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Nicoletta

Dante hace que toda la situación sea mucho más creíble cuando decide escoltarnos a ambas hacia la misma camioneta, con las manos y los tobillos amarrados, Ruslavok es quien conduce mientras Marcelo nos custodia con un gesto de desagrado, sospecho que él no finge demasiado. Yo no le caigo bien.

Miro a Livia, parece ensimismada y un tanto reacia a aceptar que acaba de ser capturada por el enemigo.

—¿A qué te referiste antes sobre mi padre?

Pero ella se limita a mirarme mal, ha perdido cualquier ánimo de hablar por el resto del camino. No me dirá nada más. Vendan nuestros ojos y pasa una eternidad antes de que vuelvan a quitarme la venda. Cuando me adapto a la luz, me doy cuenta de que Livia está siendo arrastrada por Marcelo hacia el interior de una enorme hacienda de color ocre, suelta maldiciones y amenazas pero nadie la escucha y se limita a retorcerse como si quisiera liberarse.

El lado de mi puerta es abierta, el viento me roza el cabello. Observo a Dante, que me recorre con una mirada ágil hasta detenerse en las ataduras de mis manos.

—¿Estás bien?

Libra mis manos, después mis tobillos, pero parece preocupado cuando nota mi tobillo inflamado.

En realidad, no duele demasiado así que sospecho que no es tan grave, pero está hinchado y rojizo. Me reprendo a mí misma por no haber sido más cuidadosa. Morir por un accidente así hubiera sido vergonzoso.

—¿Era necesario que le dispararas a Ascian?

Creo que no le gusta que sea lo primero que pregunte, pero lo disimula bien.

—Tranquila, no morirá, por desgracia.

—Tu actuación fue tan buena que creí que me dispararías a mí.

—Si esto fuera al revés, ¿tú me hubieras disparado?

—Tal vez.

No parece ofendido, su sonrisa burlona me resulta contagiosa y me sorprendo a mi misma queriendo sonreír con complicidad. Supongo que una parte de mí está feliz porque nuestro plan haya funcionado, pero me esfuerzo por no parecer tan animada. Entonces sus brazos me rodean, levantándome del asiento sin pedir permiso y pega mi cuerpo contra el suyo en un gesto protector mientras comienza a caminar conmigo en brazos.

—¡¿Qué estás haciendo?! ¡Bájame ahora!

—Estás herida, no vas a caminar por ahí y lastimarte más.

No importa cuánto le insista, no me baja hasta que cruzamos el umbral de la casa que antes vi y me deja caer suavemente en el centro de una cama cubierta por sábanas negras. Observo la habitación, los papeles esparcidos y las tazas de café apiladas en una montaña cerca del escritorio blanco. Todo es un desastre, no es propio de él considerando lo mucho que le obsesiona el orden y la limpieza, así que sospecho que han sido días difíciles.

No tengo duda alguna que se trata de la habitación de Dante, todo aquí huele a él.

—¿Qué es este sitio?

—Después de que la Villa cayó, levanté este lugar como mi plan b.

Entreabro la boca, él no parece consternado mientras me quita los tenis y acaricia, con una delicadeza que me nubla el juicio, mi tobillo. Creo que lo está revisando pero solo puedo pensar en el roce de sus dedos. Intento apartarme, pero me sujeta con fuerza la pantorrilla y me da una mirada mordaz. Alguien se toma muy en serio eso de mi salud.

—Entonces... ¿Me trajiste a tu nueva villa?

Se suponía que no lo haría porque no confía en mí, porque estamos en guerra aún si a veces no parece que lo estemos. Se suponía que no debería verme así. Ni sonreír así, es un gesto que me provoca nostalgia, recuerdos que antes parecían llenos de esperanza.

Legado maldito [2.0]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora