Dante
Todo el tiempo he estado viviendo en el pasado de algún modo, en el día que asesinaron a mis padres, en el secuestro, en Sara, en la boda, en la última noche que la vi. Jamás he sabido mirar hacia el futuro.
Mi madre decía que no hay nada que resulte más hogareño que una buena pasta con queso, incluso enciendo la chimenea y aso malvavisco como si fuera un hombre normal, aunque no los como porque aborrezco el azúcar, sin embargo, nada se siente bien. Está incompleto, me face falta algo.
Me hace falta ella. Mi esposa.
—¿Te sientes bien?
Lynette está sentada a mi lado, en su regazo descansa la cabeza del niño, que duerme con la boca cubierta de malvaviscos y la barriga hinchada. Es una replica exacta del rostro afilado y pálido de Lynette. También tiene los mismos ojos pequeños y oscuros como ella.
—No, acabo de descubrir que la mujer a la que me pasé una década odiando por ocasionar la muerte de mis padres, en realidad tenía razón. —Un sabor amargo me recorre la garganta—. Peggy no mintió, mis padres...
No eran inocentes.
No fueron las personas que creí que eran. Cuando lo dijo, estaba convencido de que mentía, que solo quería provocarme pero tras comenzar a investigarlo, la verdad me golpeó como un puñetazo en la cara. Pensé que les avergonzaría si ellos pudieran ver en lo que me había convertido, ¿cuando en realidad siempre estuvo en mi sangre el instinto de volverme así?
Pero que hicieran cosas malas no los vuelve malos padres para mí, mis rejeros siguen ahí, aunque no me quito de la cabeza que ellos firmaron su destino. Tal y como yo lo he hecho con la muerte hace tiempo, la pregunta sería, ¿cómo es que aún sigo vivo? Me gustaba burlarme del destino, incluso si algún día lo pagaré caro.
Tal vez ese día sea hoy.
Alguien golpea la puerta, me pongo de pie con el ceño fruncido y tomo el arma de la repisa, se supone que nadie deberíamos molestarnos, mis hombres cuidan la zona, no han reportado ningún inconveniente, pero antes de que pueda disparar, decenas de hombres ya están dentro rodeando la sala e inmovilizándome de rodillas. Lynette suelta un chillido cuando la jalan del cabello y la derriban contra el suelo. El niño se despierta de golpe y solloza asustado, intenta correr hacia su madre pero no lo dejan.
Es escalofriante lo mucho que esto me recuerda a ese día, a la muerte de mis padres. Por aquel entonces, tenía una edad similar al pequeño.
—Entonces era cierto, Dante Volsoyosky tiene un hijo.
Livia mantiene un cigarrillo entre sus uñas negras cubiertas de piedras. Suelta el humo contra el rostro del niño, que solloza asustado con la nariz rojiza. Luce tal y como la recordaba cuando era menor. Esa figura esbelta, pelinegra, el cuello siempre decorado por alguna joya y los labios pálidos como los de un cadáver.
Cuando llegué a la casa Volsoyosky a los 11, Davide me obligó a verlo como una figura paterna, dándome órdenes y castigos juntos con Francesco, con quien a veces hacía tratos para que alternáramos los golpes que nos daba cada que uno de los dos perdía en combate. Nos criamos como familia bajo el yugo de aquel hombre, que pese a todo me dio su apellido y alguna vez lo llamé padre.
Pero con Livia, su esposa, siempre fue distinto. Ella prefería no involucrarse, nunca actuó como una madre para mí, solo para el resto de los niños, me miraba desde las sombras y fruncía los labios como si fuera una lastre. Quizás en el fondo sabía que jamás sería leal a Davide. El único al que alguna vez defendió de él fue a Francesco.
—Por favor... No lo lastimes, por favor —Lynette solloza desesperada.
—Qué sorpresa que seas tú su madre, pero predecible. —Livia la mira con el desprecio de los años—. Siempre tuve la intuición de que eras una zorra desde niña.
Si yo era un lastre, Lynette era una escoria para Livia. Por eso nos llevamos bien. Livia jamás la soportó desde que llegó a la casa Volsoyosky con solo 12 años. Jamás aprendieron a llevarse bien, Lynette sabía actuar muy bien el papel de la hija rebelde.
—¡Él no tiene nada que ver en esto! ¡Deja a mi hijo, te lo suplico! —le ruega.
—Hace muchos años, asesinaste a mi esposo en una vieja bodega —Livia la ignora y se gira a mí—. Te dije que lo pagarías muy caro. Espero que no hayas tomado mis palabras como superficiales.
—Claro que no. —Pero es claro que eso hice—. Estás molesta, ¿fue porque las flores que envié para el funeral eran demasiado simples?
Saca un pequeño cuchillo de su pantalón y entierra la punta en mi piel, el filo me recorre desde la comisura hasta la barbilla, aprieto los dientes por el dolor, sintiendo un intenso ardor en la piel mientras Livia se fascina con la idea de verme sangrar. Sé que dejará cicatriz cuando siento la abundante sangre deslizarse por mi cuello y gotear al suelo.
—Jamás hables del hombre que te crió con tanta ligereza —me reprende de la misma forma que lo hubiera hecho cuando era niño.
Pero ya no lo soy.
Suelto una carcajada. No me importa que esté sangrando ni que parezca dispuesta a matarme.
—Mi exceso de ligereza fue lo que me hizo dejarte viva en el pasado. Pero un error no lo cometo dos veces.
—Tienes razón. —Sonríe—. Pero yo tampoco.
Se llevan al niño. No puedo evitarlo, el gremio de las brujas es así de poderoso y me tomó desprevenido, con la guardia baja. Lynette solloza desesperada e intenta correr tras ellos varios metros sin éxito. La sujeto por las muñecas, intentando que reaccione. Pero esto es mi culpa, siento la misma impotencia que el día que perdí a Sara.
Todo me recuerda a Sara, el miedo de que el niño termine con el mismo final me produce vértigo. No sé cómo lidiar con el miedo, pocas veces lo he sentido, pero me nubla la mente y me hace estremecer. Si fallara en esto, sería como volver a perder a Sara.
O al menos a lo poco que tengo de ella.
—¡Hay que decirle la verdad! ¡Que él no es tu hijo! ¡Mi niño no tiene que pagar por ello!
—¿Y crees que eso solucionará todo? —Frunzo el ceño—. Sabemos que lo empeorará.
—No, se lo llevaron porque piensan que es tuyo, si aclaramos todo y...
—Que piensen que es mi hijo biológico también lo protege. No lo matarán sin hacer un trato. Conoces a Livia tanto como yo desde niños. ¿Segura que quieres decirle la verdad?
Livia puede ser muchas cosas, pero a diferencia de su esposo recuerdo que no estaba loca de remate. Si en vez de matarlo se lo ha llevado, es porque pretende sacarnos ventaja en la partida que está jugando, mas no significa que no habrá manera de negociar. Pero Lynette no parece convencida.
—¡¿Entonces debería sentarme y esperar que lo regresen vivo?!
—No. —Me paso una mano por el rostro, furioso—. Lo recuperaremos, te lo juro en nombre de Sara.
Porque al final, una vida sin guerra y sangre jamás fue una posibilidad para alguien como yo.
***
¿Les está gustando el segundo libro? :)
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Legado maldito [2.0]
Mystery / ThrillerContinuación de Legado Oscuro. Nicoletta ha seguido adelante, dejando atrás una vida que no quiere recordar, pero, ¿se puede olvidar el pasado si el hombre con el que te casaste vuelve a encontrarte? Con mentiras, traiciones y engaños sin resolver...