5⎟✶ Linaje perdido

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Nicoletta

Estoy sentada sobre el pasto, tengo mallugones y líneas rojizas en ambas manos, me duelen tanto que soy incapaz de mover los dedos. Sollozo en silencio, mordiéndome el labio cuando Isaías se pone de cuclillas frente a mí, tengo 11 años, él 16, pero sigue luciendo como un niño asustado cuando me mira.

—¿Qué fue esta vez?

—Me equivoqué en una nota. Papá dijo que volviera a empezar, pero me equivoqué de nuevo.

Su ceño se frunce, no es novedad que papá sea así. Esa es su forma de educarnos, la semana pasada le aventó una copa de vino a Isaías, el cristal le dejó una línea rojiza cerca de la clavícula.

Saca algo de su chamarra, un frasco con una pasta oscura que huele fresca cuando la destapa. Unta mis palmas sin preguntar, al inicio arde pero después actúa como un calmante sobre mi piel.

—¿Cómo hiciste eso?

Una sonrisa cómplice cruza su rostro ante mi asombro. Papá dice que las heridas que nos provoca son un recordatorio de que debemos mejorar hasta ser excepcionales. Así que no deja que compremos medicinas o consultemos al médico de la familia si no es una lesión de gravedad.

—Hice mi propia medicina con plantas. —Me guiña un ojo—. Ahora puedo curarme cada que él se atreva a golpearme.

—Yo también quiero aprender esos remedios. Para poder curarme.

Deja un beso en mi frente, es una sensación cálida. Isaías es mi hermano mayor, pero desde que era muy chica lo he visto en cierto modo como el padre que me hubiera gustado tener. Ese que me deja dormir en su habitación cuando hay rayos, me lee cuentos cuando estoy aburrida. O como cuando coció él mismo el peluche que Peggy me rompió.

—Un dia todo esto acabará —sus ojos brillan con convicción—. Abandonaremos a papá y a mamá. Ya no seremos parte de los Kasper nunca más, podríamos huir de la familia ¿te gustaría?

—Pero... ¿Quiénes seríamos entonces?

Una sonrisa de oreja a oreja, de esas que solo me otorga a mí cuando lo obligo a fugarse después de la escuela.

—Cualquier persona o nadie en particular, pero eres mi hermanita y con eso me basta.

El sueño termina, llevándose con él los recuerdos de una vida que ya no es mía y de un pasado que se volvió un chiste de mal gusto. Me incorporo sobre la cama, esta es la primera vez que sueño con algo que no sea la muerte de Mika, pero fue peor que esas pesadillas. Fue un cruel recordatorio de que todo es distinto ahora.

¿Quién mató a mi hermano menor?

Esa fue la primera pregunta que me hice cuando descubrí que no había sido Dante. Encaré a mi hermano mayor, pues era el único que podía darme una respuesta, pero no resultó bien.

—¡¿Qué estás insinuando?! —el eco furioso de su voz resonó contra las paredes.

Lo empujé por ambas manos, su cuerpo chocó contra el escritorio y algunos papeles cayeron en ola al piso de su oficina. La sangre me hervía tanto que mis dientes crujían.

—¡Sabes lo que te estoy preguntando! ¡Dime cómo murió Mika! ¡Dime si fuiste tú quien...!

Una bofetada me hizo girar el rostro. Solo había rabia y dolor en su mirada. No completé la frase, pero la pregunta y la duda ya estaba en el aire. Retrocedió un paso, como si yo hubiera sido quien acababa de golpearlo. Me llevé una mano a la mejilla, ardía y quizás estaba roja, el arrepentimiento cruzó su expresión, pero no dijo nada, yo tampoco lo hice y salí de ahí.

Legado maldito [2.0]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora