Destino Flechado ↑Kookmin↓

19

Los sirvientes del palacio de Mandeok iban de un lado a otro, sus pasos resonando con rapidez por los pasillos de mármol pulido. Las lámparas de aceite parpadeaban suavemente en las paredes, proyectando sombras danzantes mientras los preparativos se intensificaban. Cortinas de seda eran ajustadas, arreglos de flores frescas colocados en las mesas principales, y los vinos más finos traídos de las bodegas se dejaban respirar en jarras de cristal. Todo tenía que estar perfecto para recibir a los príncipes recién casados, quienes regresaban de su estadía en el oasis.

En el exterior, la caravana se acercaba al portón principal. El crepúsculo teñía el cielo de tonos dorados y carmesí, mientras los guardias alzaban sus lanzas en señal de respeto. Dentro del carruaje, Jimin y Jungkook permanecían en silencio, pero no era incómodo. Había una carga emocional que los envolvía, una mezcla de nostalgia por el oasis y nerviosismo por lo que les esperaba en el castillo.

Jimin observaba por la ventana, su mirada perdida en el paisaje, desde que habían compartido momentos más íntimos en el oasis, algo en su dinámica había cambiado. Sentía un calor desconocido cada vez que Jungkook lo miraba, y esa sensación lo tenía en constante alerta.

Jungkook, por su parte, estudiaba a Jimin con el rabillo del ojo. Había algo diferente en su consorte, una especie de luz que antes no había notado. Su tiempo juntos en el oasis le había permitido verlo más allá de su papel como consorte; había aprendido a apreciar su fortaleza, su ingenio, y las pequeñas sonrisas que se le escapaban cuando pensaba que nadie lo veía. Ahora, al regresar al palacio, Jungkook sentía una mezcla de orgullo y miedo. Quería proteger a Jimin, pero también temía que las tensiones de la corte destruyeran el delicado vínculo que habían comenzado a formar.

El carruaje se detuvo, y los dos bajaron juntos. Jimin, vestido con una túnica azul profundo bordada en oro, sostenía la mano que Jungkook le ofrecía para apoyarlo al descender. Las puertas del palacio se abrieron de par en par, revelando a los reyes, quienes saludaron a los recién llegados con un abrazo y palabras dulces.

El aire dentro del castillo estaba impregnado de aromas exquisitos: especias cálidas, flores recién cortadas y la promesa de un banquete que celebraría su regreso. Sin embargo, Jimin apenas lo notaba. Su atención estaba en las miradas que recibía de los reyes. Había algo en ellas, una mezcla de expectación y satisfacción, como si supieran algo que él aún no entendía del todo.

Jungkook, percibiendo la incomodidad de Jimin, apretó ligeramente su mano. Fue un gesto pequeño, casi imperceptible, pero para Jimin significó mucho. Era un recordatorio de que no estaba solo en esto.

Mientras se adentraban en el gran salón para la cena, el ambiente se sentía casi demasiado grande, casi demasiado grandioso.

La cena fue un banquete íntimo, solo con la familia real y unos pocos consejeros cercanos. Taehyung, siempre carismático, relataba con entusiasmo las maravillas del oasis mientras los reyes de Mandeok escuchaban atentos. Sin embargo, sus ojos se desviaban constantemente hacia Jungkook y Jimin, quienes compartían miradas y sonrisas apenas perceptibles, pero llenas de complicidad.

Cuando terminaron de comer, la reina rompió el silencio con un comentario sutil:
—El viaje parece haberles sentado bien. Han regresado… diferentes.

—Diría que se entienden mejor, incluso sin palabras. Es una señal de que están listos para el siguiente paso como pareja.—. Habló el padre de Jungkook.

Jimin se tensó al instante, comprendiendo la insinuación. Jungkook apretó ligeramente su mano bajo la mesa, como si quisiera tranquilizarlo.

—Hablando de eso... —continuó la reina con una dulzura ensayada—. Ahora que están más unidos, tal vez sea el momento de considerar seriamente darle un heredero al reino.