un inicio pesimo

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Es increíble! ¿Cómo puedes ser tan torpe?-chilló Luce, observando la horrible pasta marrón que resbalaba por su camiseta.
Era la camiseta que tenía preparada desde hacía tiempo para el primer día de clase. No era un primer día de clase cualquiera. Era su primer día en el nuevo instituto. Y su travieso hermano menor, el niño de cinco años más revoltoso que pueda imaginar una mente humana, había elegido ese día para echarle encima el chocolate.
-Cuando empieces en tu nuevo cole, ¡me acordaré de lo que has hecho hoy! -le gritó Luce al sonriente Gingi.
La chica, muy nerviosa, corrió escaleras arriba, entró en su cuarto, abrió el armario y se puso a buscar frenéticamente otra camiseta. Mientras lo revolvía todo, fue tirando sobre la cama las camisetas que iba descartando. A la décima prenda, oyó un grito ensordecedor, procedente de la cocina.
Luce, vas ha llegar tarde! -chilló su madre. Como si ella no lo supiera.
Lo había organizado todo para llegar al instituto con antelación. Para tener tiempo de elegir el mejor pupitre, y un compañero decente. Pero sus astutos planes se habían torcido sin remedio.
Por fin encontró la camiseta fucsia que buscaba, pero la eliminó en seguida. Demasiado vistosa para el primer día de clase. La verde no habría estado mal, pero le faltaba un botón. La roja estaba descosida y la blanca, arrugada. Luego estaban la que se ponía para ir de compras, la de ir a bailar y la que le regaló su tía. Pero ninguna le servía. Las mejores estaban sucias. Al decimoquinto chillido de su madre, y esa vez el grito no admitía réplica, Luce se puso la camiseta que tenía en la mano. No habría podido elegir nada peor. Era Espantosa, la camiseta que traía mala suerte. Cada vez que se la ponía, todo le salía al revés.
-¿Qué te pasa? ¿No querías llegar pronto? -preguntó su padre, entrando en la habitación con una sonrisa de aliento. Por fin una nota positiva en aquella mañana trágica.
-He tenido un problema. ¿Podrías llevarme en coche? -le pidió la muchacha.
-Lo siento, pero tengo que ir a la otra punta de la ciudad.
Por favor! Si no me acompañas, ¡mi vida será un fracaso! -insistió Luce. Parpadeó, empezó a sentir un calor intenso, y miró fijamente a su padre.
-Pero tenemos que irnos en seguida... -dijo él, titubeando.
Ya estoy lista! -repuso Luce, que no pensaba renunciar a su última oportunidad de llegar a tiempo.
Le habría gustado cambiarse de nuevo, pero llegar tarde le podía traer peor suerte que la camiseta gafada.
Lamentablemente, Espantosa ya había entrado en acción. Daniel Paddington, el joven chófer de la familia Grimaldi, no pudo hacer nada cuando quedó atrapado en el atasco más grande de la historia de Rainbow Hill.
Luce estaba cada vez más nerviosa.
-Yo me bajo aquí -resolvió-. Si voy corriendo, puede que llegue antes de que terminen las clases.
Es tu primer día en el nuevo instituto! ¡Suerte! -le dijo su padre mientras ella bajaba del coche como una flecha.
Al llegar al patio del instituto, Luce vio un espectáculo deprimente.
El viejo edificio había sobrevivido a duras penas al gran terremoto que sacudió la ciudad diez años atrás. Era austero y poco acogedor. Parecía decir: <<Tú eres indigno de entrar aquí dentro. Y, si entras, vas a sufrir>>. Y no había grupos de alumnos que animaran la escena con su griterío.
Todos habían entrado ya.
En un intento por moderar su retraso, Luce subió la escalera corriendo. De pronto, otra alumna, que también llegaba tarde, la arrolló. Evidentemente, era mucho más rápida que ella. Y también mucho más descortés, puesto que ni siquiera se disculpó.
Date prisa! ¡Llegamos tarde! -vociferó la desconocida, en el tono más brusco que jamás se había oído en la ciudad.
No me digas! ¡Eres un genio por haberte dado cuenta! -replicó Luce, que no soportaba la mala educación.
La enorme bedel que hacía guardia en la entrada se colocó entre las dos muchachas.
-Un inicio pésimo, chicas -dijo-. En este instituto, no se toleran los retrasos. Mañana debéis traer un justificante firmado por vuestros padres.
-Haremos el esfuerzo -repuso la muchacha brusca, a quien Luce bautizó como la Reina de Malaluna.
Luce parpadeó, y volvió a sentir el extraño calor que la había invadido media hora antes.
-¿Sería tan amable de indicarme el aula F? -le pidió a la bedel.
-Subiendo la escalera, la primera puerta a la derecha. Date prisa; con un poco de suerte, puede que Johnson aún no haya llegado -respondió la mujerona, más calmada. Luego se dirigió a Malaluna en un tono distinto-: ¿Y tú?
-Sid Madison, aula C.
Luce salió corriendo, satisfecha de que Sid no fuera a la misma clase que ella. Se detuvo ante la puerta cerrada del aula, y respiró hondo. Un olor muy raro, a polvo y tiza, llegó a su nariz. Sus planes habían fracasado, pero, al menos, aún podía hacer una entrada triunfal. Esbozó la mejor de sus sonrisas, y abrió la puerta.
Lo que vio no era exactamente lo que esperaba. Las personas solían responder con educación a sus sonrisas. Pero, en esa ocasión, veintiocho pares de ojos sorprendidos se clavaron en ella. Una profesora anciana y severa, arrellanada en su asiento, le dispensó una seca bienvenida.
-La falta de puntualidad equivale a falta de respeto. ¿Tú eres...?
-Luce Grimaldi, profesora. Y suelo ser puntual, sólo que esta mañana...
La señora jonhson, más parecida a un buitre que a un ser humano, la interrumpió bruscamente.
-Déjate de excusas, y siéntate -dijo, sin dejar de mirarla.
Luce asintió, y se dirigió hacia una de las dos sillas vacías. Junto a la ventana, en primera fila y sin compañero de pupitre. Exactamente lo que hubiese querido evitar.
Según parecía, Espantosa intentaba arruinar sus próximos cinco años de vida.
La profesora buitre empezó a hablar, rascándose las manos, como si tuviera la sarna.
-Como decía antes de la molesta interrupción, lo que espero de vosotros es atención, interés, responsabilidad, silencio y, sobre todo, ¡orden y puntualidad!
Mientras decía <<puntualidad>>, alguien llamó a la puerta.
Adelante! -graznó Johnson.
Cuando vio entrar a otra alumna con retraso, se rascó las manos con mayor furia.
-Llego tarde -declaró alegremente la recién llegada, y, sin esperar respuesta, se dirigió a la silla que estaba junto a la de Luce.
-Vuestras compañeras de la primera fila son un ejemplo de lo que no debe ocurrir nunca más -sentenció Buitre Johnson, y siguió enumerando lo que debía y no debía pasar en sus clases de literatura, sin dejar de rascarse las manos.
Luce observó a su nueva compañera. Le pareció muy rara. Tal vez fuera la camiseta, larga por el lado derecho y corta por el izquierdo, y tan amarilla que parecía un faro antiniebla. O por el extraño efecto que producían los espectaculares ojos azules en un rostro oriental.
La chica le pareció aún más rara cuando sacó de su mochila un estuche que más bien era una especie de baúl de tela. Lentamente, lo abrió, y, más lentamente, empezó a alinear sobre el pupitre una increíble cantidad de bolígrafos de colores. Todo eso sin mirar a Luce ni una sola vez. Era como si no la hubiera visto.
Luce estaba segura de que Espantosa había decidido arruinarle la vida. <<La profe de literatura me odia, y estoy en primera fila, junto a la lunática de la clase>>, pensó, y se sintió deprimida.
La voz de su compañera interrumpió sus pensamientos.
-Si necesitas algo, coge lo que quieras -le dijo, con una sonrisa cordial, mientras señalaba los bolígrafos.
Quizá fuera algo lunática, pero, al menos, parecía amable. Y eso, en una mañana tan terrible, ya era algo.
-Gracias. Me llamo Luce -le susurró con la misma cordialidad, intentando que la profesora no la oyese.
-Y yo, Hoon. Es un nombre coreano. Como yo.
La chica rara iba a volverse hacia la profesora, pero sus ojos repararon en Espantosa.
-Qué camiseta tan bonita -dijo.
Luce se estremeció. Hablar de la camiseta gafada podía traer consecuencias desastrosas. No obstante, como le gustaba la elegancia, aceptó con satisfacción el cumplido.
-Eso pensé yo al comprarla. Un día te...
Ya basta! -la interrumpió chillando Buitre.
La profesora se había dado cuenta de que las dos chicas hablaban.
-Llegáis tarde -añadió-, y encima no escucháis la lección.
-Creí que aún no había empezado -replicó Luce, a pesar de que había notado el tono amenazador en la voz de Johnson.
Menuda clase me ha tocado este año! -se lamentó la profesora, ignorando el comentario-. Quería hacer una pequeña prueba para evaluar vuestros conocimientos generales, pero, en vista de la situación, voy a tener que preguntaros uno por uno.
-¿Cuándo? -dijo una chica, con un hilo de voz.
Ahora mismo! Y empezaré por las dos que han llegado tarde.
Luce se sobresaltó. Espantosa quería darle el golpe de gracia.
Decidme vuestros nombres! -graznó Buitre.

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Bueno este es el primer capitulo que he escrito desde que tengo esta aplicacion, me he puesto ha copiar aqui este libro por que se lo dificil que es de conseguir (por el precio y por que no es abundante) y por que es muy injusto que la serie no la televisen en españa, no se como me ha salido por que lo he escrito rapido pero espero que me haya salido bien y que os guste. Ojala que lo voteis y que publiqueis vuestros comentarios con respecto ha este maravilloso libro.

chicas del olimpo 1. lágrimas de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora