¡en Gare!

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Sid estaba agotada. Como no había dormido en toda la noche, tenía una jaqueca terrible, pero logró sacar una nota decente. No abrió la boca cuando la profe le preguntó por la ausencia de sus compañeras, porque no sabía qué decir. Fue un milagro que recordara todo lo que había estudiado. Pretender que, además, inventara una excusa creíble era pedir demasiado.
En ese momento, lo único que deseaba era acostarse. Necesitaba dormir al menos una semana. Le escocían los ojos, y el dolor de cabeza la estaba matando.
Pero tenía que pensar en la competición.
Al salir de clase, Dude la estaba esperando.
-He pensado que te vendría bien que te llevará a casa.
Eres genial, Dude!
-Y, si eso te ayuda, estoy dispuesto a vestirme de animadora.
La imagen de Dude vestido de chica con pompones la hizo reír, pero en seguida se contuvo. La risa le producía unas punzadas insoportables en las sienes.
Durante el trayecto en moto, Sid procuró descansar y recuperar fuerzas. Cerró los ojos, y apoyó la cabeza en la espalda de su amigo, intentando concentrarse. Debía aguantar un poco más, y lo conseguiría.
Cuando entró en el club de esgrima, las alumnas de Majong Town aún no habían llegado. Sid se paseó un rato, y entró en el vestuario. Abrió su taquilla desvencijada, la que siempre había tenido, y empezó a ordenarla para mantener la concentración. Pero la cerró en seguida: suponía demasiado esfuerzo para sus condiciones físicas. Volvió a la sala.
-Menuda cara tienes -le dijo la entrenadora Dawson a modo de bienvenida.
Sid le agradeció mentalmente los ánimos. Estaba a años luz de la sensación de ser invencible que había tenido la tarde anterior.
Las tiradores de Majong Town llegaron con dos horas de retraso, cuando Sid ya no podía más.
Por fin llegó el momento de entrechocar las armas. Sid empuñó su sable. Por primera vez, le pareció un objeto pesado y ajeno a ella. Sintió un sudor frío. Intentó concentrarse de nuevo, y subió a la tarima. Al hacerlo, tropezó. Su adversaria se dio cuenta.
En ese momento, Sid comprendió que aquello iba a ser duro. Se volvió, buscando el rostro de Dude, y su amigo le guiño un ojo, sonriendo. Al fin, se aisló. Sólo existían ella y su contrincante.
En gare! -gritó Dawson.

Al cabo de pocos minutos, todo había terminado. Por primera vez en su vida, descalificaron a Sid. Puso tal ímpetu en su estocada que golpeó a su adversaria con el brazo. Tres veces. Y, como ella sabía muy bien, no se puede tocar al contrincante con una parte del cuerpo. La primera vez, el árbitro no dijo nada; la segunda le hizo una advertencia; la tercera vez suspendió el encuentro. Y la descalificó.
Cuando Sid bajó de la tarima, Dude fue a su encuentro, le rodeó los hombros con su brazo y la acompañó hasta el vestuario.
No le gustaba perder, nunca le había gustado, aunque, en ese momento, ni siquiera tenía fuerzas para enojarse. Estaba enfadada, pero el cansancio y la decepción eran más fuertes.
Mientras estaba en el vestidor, oyó la voz gélida de Dawson.
-¿Te das cuenta de lo que has hecho? La fuerza y el talento no bastan. Hay que tener autocontrol.
Al oír esas palabras, a Sid le entraron ganas de romperle algo en la cabeza. Pero se limitó a cambiarse de ropa. Luego salió del club de esgrima, moviéndose como una autómata.
Dude la esperaba para acompañarla a casa. Cuando eran pequeños, no hacían más que pegarse, y sus madres decidieron llevarlos a esgrima para ver si se calmaban. Y habían dejado de pegarse. Se hicieron muy amigos, y muy fanáticos de la esgrima. A veces, le preguntaban si Dude era su novio, y Sid se reía. Era como un hermano mayor que había elegido personalmente. Y estaba segura de que Dude sentía lo mismo por ella.
Se alegro mucho de que la hubiese esperado. Era la persona con quien más le convenía estar después de aquella paliza. Había visto el combate, y podía ofrecerle una opinión de experto, aunque no tan severa como la de Dawson. Su madre seguro que la consolaría, pero no tenía ni idea de esgrima.
-Estabas demasiado cansada para controlarte -le dijo el chico mientras salían a la calle-. En otro momento, habrías podido hacerlo.
-Todo por culpa de ese estúpido trabajo. Si lo llego a saber, no lo hago ¡Y al diablo la profe!
En ese instante, Sid vio llegar a Luce y Hoon. Notó que Luce estaba muy nerviosa, y Hoon, muy seria. Aquello no le gustaba nada.

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¡¡¡por fin!!! Después de un año privada sin poder escribir ni papa por fin he podido volver ha pasaros este libro tan maravilloso que tanto nos gusta ha todos, lamento haber parado así de repente pero todo paso tan rápido y estuve tanto tiempo sin wifi que sencillamente no pude. Pero eso se acabo, esta semana pienso escribir todos los días, esta semana y la que viene. Así que disfrutad de este capítulo y no olvidéis votar y dejar vuestros comentarios.

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