no Parpadees

79 6 2
                                    

La tarde siguiente, cuando Hoon abrió la puerta de casa, se encontró frente a Sid, con Daimon en brazos, y a Luce, que llevaba un bolso enorme y muy elegante. Ambas entraron riendo, y Hoon percibió un ambiente muy distinto al del día en que quedaron para el trabajo.
Un ambiente que le gustaba mucho más.
Una vez en la sala, Luce abrió el bolso, y volcó en la mesa su contenido: un montón de chucherías digno de una fiesta. El perro las vio enseguida, y se puso a saltar y ladrar.
Sid y Hoon se apresuraron a coger un Superchoc Extra. Luce tomó una barrita con sabor a leche, y le dio la mitad a Daimon. El perro, muy contento, saltó sobre sus rodillas, y, en cuanto la chica se sentó en el sofá, ya no se movió de su lado.
-Ya que estamos aquí gracias a ella -dijo Luce señalando a Sid-, ¿no crees que deberíamos invitarla a nuestra fiesta de cumpleaños?
Hoon asintió con entusiasmo. Sabía que la actitud de Luce respecto a la ex Reina de Malaluna había cambiado, pero no esperaba tanto.
-No faltaré-repuso Sid-. Además, ¡mi cumpleaños también es el 23 de noviembre!
Menuda coincidencia! -exclamó Hoon.
-Yo no creo que sea una coincidencia -dijo Luce-. El destino nos ha unido, y quiere que compartamos algo excepcional. Así es que daremos la fiesta las tres. ¡Tenemos que hablar de los preparativos!
-Sea destino o coincidencia, es algo muy raro, sobre todo teniendo en cuenta lo que ocurrió ayer -reflexionó Sid-. Se lo he contado a mi madre, por lo de Daimon. Ella opina que, si volvemos a ver a Megan, deberíamos llamar a la policía.
-¿La policía? -repitió Hoon, abriendo mucho los ojos -. ¿Y qué ha dicho de las llamas?
-Ejem... creo que olvidé contarle ese detalle. Lo más importante era decirle qué debía hacer con este enfermo tan cuentista -dijo Sid, y, tras sentarse junto a Luce, tumbó al perrito de espaldas para hacerle cosquillas.
-Está mañana mi madre lo ha vuelto a llevar a la clínica. Está perfectamente.
-Yo no les he contado nada a mis padres -dijo Hoon-, porque casi no los he visto.
-A mí ni se me ha pasado por la cabeza decírselo a mi madre -declaró Luce-. Sólo nos hemos dirigido la palabra para discutir.
-Lo siento -murmuró Hoon.
-No pasa nada. Siempre se pone muy pesada cuando me retraso. Y no le gusta que pida ayuda a Daniel. Pero yo no lo obligué a que viniera a recogernos. Él vino porque quiso.
Daimon saltó del sofá, y se puso a gruñir frente al televisor apagado.
En ese momento, Hoon empezó a oír el zumbido que la angustiaba desde hacía tiempo.
Basta ya, Daimon! -le ordenó Sid al perro.
-Puede que él también oiga el zumbido -dijo Hoon, y le explicó a Sid que ella lo oía muchas veces, y que la tenía muy preocupada.
-Ayer hizo lo mismo -repuso Sid, mientras intentaba alejar al perro de la tele-. Cuanto más cerca estábamos de los Megalitos, más nervioso se ponía. Empezó a gruñir, y luego se puso a ladrar, como hace cuando intuye un peligro cerca.
Daimon no hacía caso a su ama, y seguía gruñendo.
Luce se acercó al perro, le cogió el morro con ambas manos, lo miró intensamente y parpadeó.
-Pórtate bien -le susurró-. Aquí estás seguro, nosotras te protegeremos.
Sid se sorprendió al ver que Daimon se tranquilizaba, daba media vuelta, corría al sofá y se tumbaba cómodamente.
-Si no lo veo, no lo creo -comentó, un poquito celosa-. Normalmente, sólo me hace caso a mí.
Al oír esa frase. Hoon intentó reflexionar, aunque le resultaba difícil concentrarse por culpa del zumbido. Y se le ocurrieron asociaciones de ideas muy curiosas.
Clic.
Luce parpadea, y Johnson olvida que ha oído cómo la criticaban las chicas.
Clic.
Luce parpadea, y Daimon deja de ladrar.
Clic.
Luce parpadea, le ordena al Monstruo de la Tercera Fila que bese a Megan, y él lo hace. Parpadea y Hoon deja de preguntarse qué ha sucedido. Parpadea y el chófer de su padre va corriendo a recogerlas.
Y, probablemente, también parpadeó cuando le pidió a su padre el Mercur 3000 y él corrió a comprárselo en plena noche.
-Luce, ordénale a Sid que haga algo -propuso Hoon.
-¿Cómo dices? -preguntó Luce.
-Haz lo que te digo -insistió Hoon, muy segura-. Y muéstrate convencida y convincente. Espera un momento...
Se acercó a Sid.
-Te pida lo que te pida -le susurró al oído, para que la otra no la oyese-, tú no le hagas caso.
-¿Por qué? -replicó Sid, sin entender nada.
-Confía en mí -la atajó Hoon-. Quiero hacer una prueba. ¡Ahora, Luce!
Luce miró fijamente a Sid, parpadeó y dijo:
-Ve a la habitación de Hoon, ponte su camisón y vuelve aquí.
Al ver que su ex enemiga declarada, con aire embobado, se volvía y abandonaba la sala, Hoon sintió un escalofrío. El escalofrío se convirtió en ansiedad cuando Sid regresó con su camisón puesto sobre la ropa que llevaba.
-¿Por qué te has vestido así? -le preguntó.
Sid se miró, perpleja.
-Tenía ganas de probarme tu camisón -murmuró-, no sé por qué.
Esta broma no me gusta nada! -saltó Luce.
-No es una broma. Puedes comprobarlo tú misma. Pídele que haga algo, y ella te obedecerá -repuso Hoon, y explicó cómo había relacionado los hechos gracias a sus clics.
Lamentaba ver a su amiga tan turbada, pero no pensaba detenerse. Sabía que estaba haciendo lo correcto.
Luce se volvió hacia Sid.
-Ve a la terraza -le dijo-, y grita alguna estupidez.
Sid se dirigió a la terraza con la mirada perdida. Se asomó y gritó:
La rana no chapotea en la charca!
-Es increíble -susurró Luce, y se dejó caer en el sofá.
Sid volvió a la sala, y se sentó junto a ella, como si nada. Durante unos segundos, ninguna habló. Luego oyeron abrirse la puerta principal, y las tres se levantaron, alarmadas. Sólo Daimon permaneció tumbado en el sofá.
Era la señora Song, y su expresión no auguraba nada bueno.
-¿Por qué os habéis puesto a gritar en la terraza? -preguntó con aire inquisitorio.
-No hemos sido nosotras -mintió Luce, aún confusa.
La madre de Hoon observó la mesa, donde había chucherías que ya se habían comido, pero ningún libro.
-Ya que no estáis estudiando, podéis bajar a echar una mano con el inventario -ordenó, con el tono de un sargento mayor-. Cuanta más gente colabore, antes terminaremos.
Hoon miró a Luce, y le señaló a su madre con los ojos. Al principio, creyó que su amiga no la había entendido, pero Luce se acercó a la señora Song, la miró fijamente y parpadeó.
-Es mejor que nosotras nos quedemos aquí -le susurró.
-Sí, es mucho mejor -dijo la señora Song, con aire ensimismado, y se fue.

********
Siguiente capitulo: un Aviso Lejano

chicas del olimpo 1. lágrimas de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora