Feliz Cumpleaños

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Lo que más le gustó a Luce fue ver la expresión contrariada de Priscilla, quien volvió a su sitio cabizbaja, murmurando una disculpa.
-Acabo de decidir que historia es mi asignatura preferida -comentó.
-Para mí siempre lo ha sido -susurró Hoon, y parecía que dijese la verdad.
La clase del joven señor Kowalasky fue mucho más agradable que la de Johnson. El profe explicó los contenidos de su materia optativa, que podía servir para subir nota a final de curso, y los alumnos lo escucharon con gran atención. Todas las chicas se matricularon en su asignatura. Y también muchos chicos.
Hoon y Luce fueron las primeras en firmar en la hoja de matrícula.
-¿Os gusta la mitología griega? -preguntó el profesor.
Más que nada en el mundo! -respondió Luce. Después pensó que tal vez hubiera exagerado con tanto entusiasmo.
Cuando Kowalasky salió, Priscilla escribió algo en un papel, hizo una bola con él y se lo lanzó a Hoon a la cabeza.
Ésta empezó a reír, pero dejó de hacerlo al leer la nota junto a Luce:
He hecho el ridículo por vuestra culpa. ¡me las pagaréis!

-Priscilla se ha ganado la Medalla de Oro a la Antipatía -dijo Luce al final de las clases, mientras salían del instituto.
-Yo creo que no hará nada -comentó Hoon-. Es la típica persona que no para de meterse con alguien hasta que la toma con otro. Además, no parece que el profe le haya cogido manía. Dentro de una semana, dejará de odiarnos.
Hoon abrió el candado de su bicicleta, de un fucsia fosforito tan chillón que iluminaba toda la ciudad.
-Yo sólo sé que no pienso invitarla a mi fiesta de cumpleaños -declaró Luce, que no conseguía sacarse de la cabeza a la odiosa Venom-. A ti sí, ¡serás la primera de la lista!
Gracias! -dijo Hoon, con expresión agradablemente sorprendida. Luego le señaló la bici-. ¿Quieres que te lleve? Yo vivo en la zona del puente Taruk, en la orilla norte del Potamok.
El Potamok, de un azul intenso, era el estrecho que dividía en dos Rainbow Hill y unía los dos mares que rodeaban la ciudad. Cruzaba el estrecho el puente Taruk, una obra maestra de la ingeniería. A Luce le gustaba mucho. Había seis carriles Para coches, y, en cada lado, había un carril para bicis y otro para peatones. Desde el puente se veía toda la ciudad, y la desembocadura del estrecho en los dos mares. A cualquier hora del día, era un espectáculo maravilloso.
-Perfecto, yo vivo un poco más arriba -aceptó Luce.
Metió su bolso en la cesta, y montó en el cuadro de la bici.
Hoon empezó a pedalear, recorrió los primeros metros en zigzag, para acostumbrarse al peso, y en seguida recobró el equilibrio.
-Háblame de la fiesta -preguntó, manteniendo los ojos fijos en la carretera.
-Sólo sé que la quiero hacer, y que te voy a invitar. Este año me gustaría hacerla el mismo día de mi cumpleaños, el 23 de noviembre.
Sin frenar, Hoon la miró, pasmada.
Mi cumpleaños es el mismo día! -exclamó-. ¿Por qué no hacemos la fiesta jun...?
¡Plaaaf!
Hoon no pudo terminar la frase. Como estaba mirando a Luce, no vio a otra chica que también iba en bicicleta, y la arrolló.
-¿Qué demonios estabais mirando? -soltó la desconocida.
Luce reconoció a Sid Madison, la chica a quien, unas horas antes, había bautizado como la Reina de Malaluna.
-Perdona, no te he visto. -Se disculpó Hoon, poniéndose en pie-. ¿Te he hecho daño?
-Qué va -dijo Sid, e intentó levantar la bici de Hoon cogiéndola por un pedal, pero se quedó con el pedal en la mano.
-¿Qué haces? ¿Te has vuelto loca? -chilló Luce.
Vete al diablo! -respondió Sid, enfadada. Montó en su bici y se alejó, llena de rabia.
-¿Y ahora qué? -preguntó Hoon.
-Empujemos la bici hasta tu casa. Yo te acompaño -dijo Luce, sonriendo-. Así podremos criticar a la Reina de Malaluna. ¿Sabes que esta mañana he estado a punto de pelearme con ella?
-¿Reina de malaluna? -repitió Hoon, y se echó a reír.

Sid pedaleó sin descanso hasta llegar a casa.
No entró por la puerta del jardín, sino que pasó por la tienda de su madre, una excelente diseñadora de joyas que vendía sus creaciones y reparaba las de otros. El luminoso escaparate no más que un preludio a la explosión de colores, tonos y matices de las piedras preciosas y semipreciosas expuestas en el interior.
Ya estas aquí! ¿Cómo ha ido tu primer día en el nuevo instituto? -le preguntó su madre, con una amplia sonrisa.
Gail Madison sonreía con frecuencia, sobre todo cuando veía a Sid.
-Qué aburrimiento. Sólo he pasado un momento a saludar. Tengo que ir a entrenar -dijo la chica, y previó mentalmente la siguiente pregunta.
-¿Ahora? ¿Y no vas a comer?
-Comeré cuando vuelva. Y tú, si tienes hambre, no me esperes.
La madre de la chica asintió, y, sin decir nada más, siguió trabajando en un collar de ojo de tigre.
Sid era consciente del acuerdo tácito que existía entre ellas: Gail no se inmiscuía en su afición por la esgrima, y ella no esperaba que su madre interrumpiera su trabajo durante más de treinta segundos, a menos que se tratara de algo muy importante. Aunque también sabía que todo lo que tenía que ver con ella pertenecía a la categoría de cosas muy importantes.
-¿Sabes dónde está mi bolsa? -preguntó.
-Ayer la dejaste en el salón-dijo su madre, haciendo un gesto vago, sin levantar la cabeza del collar-, debajo de la caja con nuestra obsidiana.

Al cabo de diez minutos, Sid ya estaba en el club de esgrima. Era su lugar predilecto. Le gustaba entrenarse y competir. Le gustaba el simple gesto de subir a la tarima de la pista. Y le encantaba la banda sonora del club, el ruido de fondo de sables, floretes y espadas chocando entre sí. Estaba al lado de la tarima, junto a Dude, su mejor amigo, con quien hacía esgrima desde hacía años.
-Prométeme que hoy no romperás nada -le dijo el chico, riendo, mientras cogía su sable.
-No me hables como Dawson -protestó Sid-. Ya sabes que no lo hago adrede.
-ya, pero últimamente te ocurre a menudo. Tienes que aprender a medir tu fuerza. Si lo consigues, el título de campeona de sable femenino no te lo quita nadie.
Sid escuchó atentamente el consejo de Dude. Luego murmuró:
-Me conformaría con ganar la próxima competición contra las de Majong Town. En cuanto a medir mi fuerza, cuanto antes lo logre, mucho mejor. Hoy casi rompo una bici.
-¡Oh, no!
-Era de una chica odiosa -concluyó Sid, y subió a la tarima con Dude.
Ambos hicieron el saludo, y se pusieron las máscaras. El chico atacó primero. Sid resistió en primera posición, y pasó al contraataque. Vio que Dude se defendía, pero, en el segundo ataque, le dio un golpe tan fuerte que el arma se le escapó de la mano.
Es increíble! -gritó el, quitándose la máscara y haciendo una pirueta-. Soy un chico, gano casi todas las competiciones, soy mayor y... ¡tú me desarmas!
-Lo siento, sólo quería darte una estocada.
Sid lo lamentaba sinceramente. El problema era que, cuando subía a la tarima, sólo veía y oía al adversario. Apreciaba mucho a Dude, y no deseaba humillarlo, como temía haber hecho. Una cosa era darle una estocada para conseguir un punto, pero desarmarlo de aquella forma...
... era otra historia.
-Cálmate un poco, Sid.
La voz ronca de la entrenadora resonó en la sala. Patty Dawson se acercó a Sid, y le corrigió la postura.
-Tienes fuerza, talento, técnica y resistencia, pero, si no aprendes a controlar todo eso, ¡nunca serás nadie en la pista!
<<Vaya>>, pensó Sid, que no comprendía por que Dawson no le perdonaba el más pequeño error, cuando se mostraba mucho más blanda con chicas menos capacitadas que ella.
-¿Habéis calentado antes? -preguntó la entrenadora.
Claro! -mintieron al unísono Sid y Dude, con voz de angelitos.
La chica sintió un gran alivio al ver que su amigo le guiñaba un ojo y se ponía de nuevo la máscara. No se había enfadado, y quería practicar otra vez.
En gare! -dijo la entrenadora.
Sid realizó un perfecto fondo, e, inmediatamente, dio una estocada a Dude.
-No cantes victoria. Esto sólo es el principio -se burló el, pero Sid ni siquiera lo oyó.
Estaba en la pista: no pensaba, no hablaba, no sentía nada. Sólo sentía su sable, como si fuera parte de ella.
Y estaba lista para el siguiente fondo.

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¡¡¡por fin he acabado el capitulo!!!
Lamento haber tardado tanto pero entre que he descubierto que no veo sin gafas y el comienzo del instituto con la compra de material apenas me ha dado tiempo ha terminar de escribir pero el caso es que ya esta... no olvideis votar y comentar si os gusta el capitulo, que disfruteis.
Siguiente capitulo: El pastel robado

chicas del olimpo 1. lágrimas de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora