Preparativos

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Cuando la señora Madison le entregó el pendiente, Hoon abrió mucho sus intensos ojos azules. Era precioso. La misma sorpresa y admiración suscitaron el collar de Luce y el llavero de Sid.
Qué joyas tan bonitas! -exclamó Luce-. Si me lo permite, quisiera decirle que es usted una gran diseñadora.
-Te lo permito, pero llámame Gail -dijo la madre de Sid, y sonrió-. Ahora tengo que seguir trabajando. Volved a esta casa cuando queráis, chicas.
Y desapareció de nuevo.
Hoon tocó su amatista, esperando que sucediera algo, pero no ocurrió nada.
-¿Has visto? -comentó Luce, muy satisfecha con su collar-. Sid tenía razón cuando habló de alucinación colectiva.
No me digas que vamos a tener que explicártelo todo otra vez! -se lamentó Hoon mientras se ponía el pendiente.
-No, gracias -replicó Luce, que de pronto tenía una expresión alegre-. Sólo quiero que me contestéis una pregunta. Imaginemos que no existe ninguna contradicción entre quien nos busca, ÉL, y quien nos ataca, ELLA. Y supongamos que os doy la razón. Sí, sí, os doy la razón. Entonces, ¿qué deberíamos hacer?
Silencio.
Hoon miró a Sid, confiando en que ella tuviese una respuesta. Pero la respuesta no llegó.
Bien! -exclamó Luce, plenamente satisfecha-. Ahora ya podemos hablar de nuestra fiesta.
Sid y Hoon no pudieron negarse.
Desde que habían descubierto que no se detestaban, era la primera vez que las tres chicas pasaban una tarde normal. Repasaron la lista de invitados, añadieron a Dude y a algunos compañeros de Sid, hablaron de la ropa que se pondrían y decidieron que llevarían sus nuevas joyas. Estuvieron una hora jugando con Daimon en el jardín, y quedaron en verse mucho antes de la fiesta para arreglarse juntas.
Según la teoría de Luce, si se hacían bien los preparativos, la fiesta sería todo un éxito.

El fatídico día del tripe cumpleaños, Hoon y Sid entraron en la buhardilla de Luce, y la encontraron completamente transformada. Las persianas cerradas, la mesa apartada a un lado. Sobre ésta, unas luces de colores rodeadas de gran cantidad de chucherías, patatas fritas, refrescos y CD. El equipo de música iba a todo volumen. Ante la pared de espejos, había una barra de colgar ropa, con muchas perchas que sostenían trajes y complementos. Sobre la cinta para correr había todo tipo de productos: secador, brillo de labios, cepillos, peines, gomina, sombras de ojos y rímel.
-Parece que ya estemos en el Punching Star -dijo Hoon, muy contenta. Nadie podía resistirse a las ganas de divertirse que tenía Luce-. ¿No será una de tus jugarretas? ¿Nos has ordenado que pensemos sólo en la fiesta?
-Lástima que no se me ocurriera ayer -bromeó Luce-. Así no me habríais deprimido con vuestras tonterías.
Hoon y Sid dejaron sus mochilas y bolsas, y Luce sacó dos paquetes de regalo del mueble que había al fondo de la buhardilla.
Muchas felicidades! -gritó, y les lanzó los paquetes a sus amigas, quienes los cogieron al vuelo.
-Yo no os he traído ningún regalo -se disculpó Sid.
-Los tuyos ya los llevamos puestos -comentó Hoon, y señaló su pendiente de amatista-. Yo soy la única que no ha traído nada. La próxima vez que paséis por el Dream's Emporium, elegid el regalo que queráis.
Y abrió su paquete. Cuando vio lo que contenía, se quedó sin aliento.
-Pero... pero... pero -balbució-. ¡Si es el Mercur 3000! ¿No era tuyo?
-Es muy difícil de utilizar. Además, mi madre me ha devuelto mi móvil viejo antes de lo que creía. Es mejor que éste lo tengas tú.
Mientras abrazaba a su amiga, Hoon oyó el grito de sorpresa de Sid. Se volvió, y vio que miraba fijamente un collar pequeño, con un colgante en forma de letra <<D>>.
-En realidad, no es para ti -explicó Luce-, pero espero que te guste.
-Ya veo -gruñó Sid, aunque estaba muy contenta-. Estoy segura de que a Daimon le encantará.
Al ver que Luce estaba en el séptimo cielo gracias al éxito de sus regalos, Hoon tuvo la impresión de vivir una doble vida, o de ser dos personas. Una era la que había visto cómo se fundía el suelo y había llorado piedras. La otra era la que se divertía con sus amigas, no pensaba más que en su inminente fiesta de cumpleaños y bebía una lata de refresco de naranja.
No tuvo tiempo de reflexionar sobre esa idea, porque Luce empezó con la elección del vestuario. Sid llevaba sus vaqueros preferidos, con el llavero de obsidiana colgando de una trabilla, y se negaba a cambiarse.
Tras dos horas de pruebas, combinaciones y cambios, las tres estaban listas. Hoon llevaba su vestido de grandes bolsillos, aunque complementado con un cinturón de Luce. Y ésta se ganó el título de peluquera al ocuparse de los tres peinados. Al final, Sid se animó a participar en el intercambio de ropa: se puso una camiseta negra de Hoon, y le prestó a su amiga un chal.
Cuando estaban a punto de salir, Luce empezó a decir que sus zapatos no pegaban con el traje.
Hoon no estaba dispuesta a considerar de nuevo todas las alternativas, de modo que cogió el Mercur 3000 y empujó a sus amigas fuera de la buhardilla. Bajaron por la escalera de caracol, y se despidieron de los señores Grimaldi. Al padre de Luce se le iluminó la cara al ver a su hija.
-Encontrarás tu regalo en la fiesta -le dijo, y le hizo una caricia, cuidando de no estropearle el peinado-. ¿Quieres que Daniel os lleve en coche?
-Pueden ir a pie -intervino Eloísa Grimaldi, que miraba a Luce como buscándole algún defecto-. Podrías haberte puesto la blusa verde. Ésta no te queda bien.
Hoon sabía que la madre de Luce era severa, pero ese comentario, hecho además en público, le pareció excesivo.
Tras las frases de rigor, las tres amigas salieron a la calle, en dirección al Punching Star, donde Hoon esperaba pasar una velada inolvidable. En pleno puente Taruk, sintió que el corazón le latía a mil por hora. Tuvo la impresión de que el puente se balanceaba mientras su ritmo cardíaco subía. Se detuvo un instante, se apoyó en la barandilla y temió caer al agua. Se agarró más fuerte, pero seguía teniendo la sensación de que todo se movía. Cerró los ojos para recuperar el equilibrio, pero no le sirvió de nada. A pesar de que el aire era templado, sentía escalofríos. La amatista que llevaba en el pendiente estaba ardiendo. Y, al igual que le ocurrió antes de llorar la piedra, era como si no pudiese respirar.
-¿Qué te pasa, Hoon? -le preguntó Luce, pero oía su voz muy lejana.
CLIC.
-Va a ocurrir algo -balbució a duras penas.
Fuera! ¡Fuera de aquí! -oyó que gritaba Sid.
Hizo un esfuerzo por abrir los ojos. Cuando lo logró, vio recortarse contra el cielo la silueta de Megan. Y se estaba aproximando.

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Siguiente Capitulo: en el Puente Taruk

chicas del olimpo 1. lágrimas de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora