Jaque Mate

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Porsche apoyó la mano en la pared de la ducha mientras se inclinaba hacia delante. El agua caía en cascada sobre su cuerpo, lavando todos los fluidos y el sudor. Llevaba horas allí de pie, dejando que el agua caliente le quemara la piel. No es suficiente. Nada será suficiente nunca... Todavía se siente sucio. Ha pasado una cantidad considerable de tiempo limpiándose por dentro, degradándose, como una puta común. Sin embargo, la sensación de esperma goteando no ha desaparecido. Le había rogado que usara condón la noche anterior, pero Kinn no le hizo caso, como de costumbre. Desde esa noche en la terraza, Kinn había renunciado a cualquier restricción y lo había follado todos los días y todas las noches. Ese hombre nunca puede estar satisfecho. No importa lo poco reactivo que sea Porsche al mentir, eso nunca empaña el humor de Kinn. Parecía cada día más hambriento. Porsche puede verlo en sus ojos y sentirlo a través de sus caricias: la posesividad y la lujuria. Le asusta.

Porsche cerró la ducha y agarró la toalla antes de salir lentamente cojeando de la cabina. El dolor le recorrió la espalda. El desgarro debió haberse vuelto a abrir, había visto indicios de sangre mientras se limpiaba. Se secó antes de alcanzar el armario debajo del lavabo. Kinn le había dado un ungüento después de esa vez que se folló a Porsche sobre la mesa. Estaba tan duro ese día que Porsche había sangrado lo suficiente como para llamar al médico. Fueron diez minutos vergonzosos los que tuvo que permanecer acostado mientras el médico lo pinchaba y miraba dentro. Afortunadamente, Kinn fue amable después de eso. Pero así, de vez en cuando el desgarro se vuelve a abrir ya que ese maldito monstruo no le da tiempo a sanar. Porsche se aplicó el ungüento, tratando de no notar la cámara que brillaba en la esquina.

Porsche se vistió y fue al dormitorio. Tankhun podría visitarlo hoy para hablar sobre los preparativos de la boda. Ha venido a verlo casi todos los días desde que se anunció la boda. Aunque el tema lo enoja muchísimo, la presencia de otro ser humano es totalmente bienvenida en esta celda. Se acostó en la cama. Alguien había cambiado las sábanas mientras se bañaba. Eso es algo de lo que no tiene que preocuparse, solo si se descarta la vergüenza de que las criadas sepan lo que está sucediendo dentro de esta habitación. Bueno, de nuevo, no es como si fuera difícil adivinar por qué lo mantienen dentro de esta habitación.

Bajó la mirada hacia su estómago. Su cuerpo había empezado a cambiar. Ahora había una firmeza en él. Pronto empezaría a notarse. Respiró profundamente mientras sentía que la bilis subía por su garganta. No otra vez... había pasado una hora por la mañana inclinado sobre el inodoro vaciando su estómago. Las náuseas matutinas habían hecho acto de presencia en los últimos días. Ughhh... este maldito embarazo. Como si su vida no fuera ya lo suficientemente dura.

Debió haberse quedado dormido un poco, después de todo, había tenido una mañana agitada. Lo siguiente que supo es que había tenido un regazo del perro bestial de Tankhun y el ruido alegre y demasiado agudo del hombre en persona. A regañadientes empujó al labrador y se sentó.

"Despierta, despierta, novio. Solo nos quedan diez días más para la boda. He estado corriendo por todo este lugar sin pegar un ojo, tratando de que todo fuera perfecto y a tiempo, y aquí estás tú, durmiendo una siesta como un gato. Levántate, levántate... tenemos que decidir el arreglo floral hoy".

—Te lo he dicho, Tankhun. Tú puedes decidirlo todo, no tengo ningún interés en tomar parte en esto.

—Lo sé, lo sé... de todos modos, es tu boda. Es un evento único en la vida. Me lo agradecerás más tarde.

—No me lo recuerdes. Tu hermano ya hace un buen trabajo en eso. —Tankhun fingió que no había oído el sarcasmo y arrastró a Porsche hasta la sala de estar. Allí había un montón de postres y té dispuestos según sus instrucciones y una enorme carpeta en el medio esperando por ellos.