Capítulo dos

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Había pasado quince minutos desde que llegué a la oficina, para ser día lunes estaba todo muy movido, el teléfono no había dejado de sonar, y no divisaba a Camila por ningun lado, me coloqué el auricular y empecé a tomar los recados, no sabía que hacía solo me limitaba a apuntar todo lo que me decían.

Casi después de ocho llamadas observé el elevador abrirse y a una apresurada Camila salir de él, llevaba las manos saturadas de café y unos portafolios.

-Ven, déjame te ayudo-, cogiendo los cafés me apresuré a ayudarla.

-Gracias, estoy atareadísima y tarde-, suspiró dejándose caer a su sillón

-No te preocupes he tomado algunos recados por tí y creo que nadie notó que venías tarde.

-Eres una genia-, dijo abrazandome.

-Bueno aquí tienes, un frapuccino es tuyo, otro mío y los cuatro restantes van para el estudio 4, y estos folios verdes también y los amarillos para el estudio 5.

-¡Entendido, mi capitán!-, dije en son de burla.

Había revisado cuando llegue la ubicación de los estudios, así que se me fue fácil ir y encontrarlos.

Estaba tratando de evitar que se me cayesen los folios a la par que intentaba abrir la puerta cuando de pronto esta se abrió y de ella salió alguien apresurado; como era de esperarse chocamos, y para acabarla de completar, todos los vasos de café terminaron encima mio,sin contar que los folios se encontraban todos dispersos por el suelo.

-¡Acaso no te fijas por donde vas, idiota!- grité de la cólera, no por los folios si no por la gran mancha que mi blusa blanca tenía encima.

-Lo siento, pero para entrar debes tocar ¿sabías?-dijo con sarcasmo

-Pues era lo que me disponía a hacer. ¡Mira como me dejaste!-intentaba una vez más secar mi blusa y evitar que me quemase más.

Cuando levanté el rostro para ver quien era el idiota con el que había chocado, me sorprendí al encontrarme con un joven alto, masomenos sus diecisiete años, de tez oscura y unos mechones en el pelo.

-Bonito brasier, ehh-, dijo señalandome.

Bufé de cólera e impotencia, porque no solo ni siquiera me ayudaba , sino que además se atrevía a burlarse de mí.Traté de recoger lo más rápido que pude los folios.

-¡Te han dicho que eres muy irritante!

-Si , muchas veces- se acercò a mí. -Entre cuatro paredes..- susurró en mi oído.

Me quedé paralizada, volviendo a dejar caer los folios sobre mis pies.En esta ocasión sí con mea culpa.

Sentí como se agachaba y recogía con una mano los folios , mientras con la otra se sostenía de mi mano. Se reincorporó y me colocó por color los folios: uno color en cada mano.

-De nada, nena-, y me besó la mejilla.

No sabía si tirarle una bofetada por el atrevimiento o aun por lo caliente que sentía mi cuerpo por el café, cuando estaba girando para seguir reclamando escuché una voz que dijo:

-Veo que ya conoces a Calum, Christina.

Ambos regresamos la mirada, era Mr. Buster, saliendo de la misma sala donde pretendìa entrar. Tratè de tapar la gran mancha de mi blusa con ayuda de los portafolios. Calum no era más que aquel practicante que me había mencionado el día anterior; pensé que los practicantes eran meros universitarios, quizá él aparentaba menos edad de la que tenía.

-Si Mr Buster, y ha sido un encanto conmigo-, le sonreí falsamente.

-Que bueno Christina, suerte en tu primer dia-, dijo dándome una palmada en la espalda. ¿Que tenía ese tipo con tocarme cada vez que me veía?, y como leyendo mis pensamientos, el chico de los tatuajes respondió:

Siete. L-HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora