CAPITULO XIII

35 6 0
                                    

El sol ya estaba alto cuando Aomine despertó. El aire en la casa parecía más cálido que el día anterior, y el ruido de las hojas crujientes bajo las pisadas de los demás, indicaba que la actividad había comenzado temprano. Se levantó de la cama, estirándose con pereza antes de salir al pasillo. El día anterior había sido... diferente. Pasó algo en la conversación con Ainara que no podía sacar de su cabeza, algo que lo hacía sentirse incómodo, pero no de la manera que pensaba. Como si hubiera dado un paso hacia una nueva dimensión sin tener la certeza de qué había dejado atrás.

Al bajar las escaleras, lo primero que notó fue que Kagami ya estaba en la cocina. De pie, como siempre, con una presencia que dejaba claro que su territorio no estaba disponible para nadie más. Aomine frunció el ceño. Sabía lo que eso significaba. El Tigre estaba cerca, y, como siempre, no podía evitar que su instinto territorial se activara.

—¿Otra vez vas a insistir con lo de la respiración, Tigre? —le dijo Aomine con un tono desafiante. Su paciencia con el entrenamiento de Kagami ya estaba al límite. No podía entender cómo alguien tan primitivo seguía insistiendo en algo tan simple, como si fuera una maldita charla de meditación.

Kagami lo miró, algo se agitó en sus ojos. Su mandíbula se apretó. Aomine podía sentir cómo la tensión empezaba a subir, como si el aire se estuviera cargando con electricidad.

—¿Sabes qué, pantera? Si no aprendes a controlarte, pronto vas a terminar destrozando todo a tu alrededor, incluso sin querer —respondió Kagami, con su voz baja y grave. La frialdad en sus palabras provocó que Aomine se encogiera de hombros, sin tomarlas demasiado en serio.

La única razón por la que había aceptado todo esto era porque Ainara le había pedido que lo hiciera. Si no fuera por ella, probablemente estaría lejos de ahí, corriendo en el bosque como siempre. Lo único que realmente le gustaba era la parte en donde tenía que correr con Kagami. Pero aún así, no dejaba de ser un maldito reto tener que soportar la constante presión de ese híbrido de tigre.

En ese momento, Ainara entró a la cocina con su típica energía y su sonrisa relajada, sin percatarse del ambiente tenso que se había creado entre los dos. Aomine no pudo evitar sonreír ante su presencia. Ella le caía bien. Era... refrescante. Pero también sabía que tenía algo extraño que lo atraía, algo que no podía definir.

Ainara, al ver el ambiente entre ellos, se acercó con su usual tono juguetón.

—¿Sabes qué, Pantera? Hoy te reto a una carrera. A ver si esa velocidad tuya es solo para huir de tus problemas —dijo, lanzando un guiño hacia él. Aomine se quedó mirándola unos segundos, notando cómo el aire a su alrededor se cargaba de algo más. Podía sentir que ella lo provocaba de forma intencional, y no estaba en desacuerdo con ello. Se sentía... vivo cuando ella estaba cerca.

—¿Vas a dejar que una pantera te gane, Tigre? —dijo Aomine mirando a Kagami, con una sonrisa traviesa, disfrutando de la situación más de lo que debería. Sabía que Kagami no lo soportaría, y la idea de hacer que el híbrido de tigre se mordiera la lengua le parecía divertida.

Ainara soltó una risita divertida, mirando a Taiga con una ceja levantada, como si retara a su territorialidad.

—Vamos, Taiga. No seas tan rencoroso. Solo es una carrera. ¿O es que te da miedo perder? —bromeó, con una chispa en los ojos. Aomine podía sentir la tensión, cómo se acumulaba cada vez que Ainara estaba cerca de Kagami, algo más allá de la rivalidad y el desafío. Era como si sus energías se repelieran y atraían al mismo tiempo, y Aomine no podía dejar de observar.

Taiga se tensó por un segundo, el roce de su celosía era casi palpable. No le gustaba cómo Ainara miraba a Aomine, ni cómo el pantera respondía a sus bromas. Pero había algo más. Algo que no quería reconocer. Algo que lo hacía retorcerse en su interior.

—No creas que vas a ganar tan fácil, Aomine—gruñó Kagami, su tono desafiante, pero con una chispa de incomodidad que Aomine no dejó pasar.

Ainara lo observó, divertida, sin querer intervenir más. Solo cruzó los brazos y dejó que los dos se miraran fijamente, sabiendo que la competencia entre ellos se estaba intensificando. Algo en el aire entre ellos estaba cambiando, y ella lo percibía, pero no sabía si eso sería algo bueno o malo.

Aomine, notando la tensión, se levantó con rapidez, deseando escapar de la constante irritación del tigre. Con una sonrisa desafiante, se giró hacia la puerta del jardín.

—Vamos, Tigre. Te voy a ganar otra vez —dijo con tono burlón, mientras su cuerpo se tensaba, listo para correr. La carrera no era solo física. Era un juego de poder. Quería demostrarle que no había nada que él no pudiera superar.

Ainara siguió a Aomine con una sonrisa, pero antes de que saliera, lanzó una mirada hacia Taiga, sus ojos brillando con un destello juguetón.

—¿Vas a quedarte ahí viendo, o te unes a la carrera? —preguntó, con una sonrisa torcida, como si estuviera desafiando algo mucho más que solo una simple competencia.

Taiga, irritado pero sin poder evitarlo, se levantó y siguió a los dos al exterior. Pero mientras caminaba, un olor pesado de celos y territorialidad flotaba en el aire, algo que Aomine no podía evitar notar. No se dio cuenta en qué momento había comenzado a ser consciente de los pequeños gestos, la forma en que lo miraba con una mezcla de rabia y deseo.

Cuando comenzaron a correr, las diferencias quedaron claras: Aomine era más rápido, más ágil, y disfrutaba cada momento. Pero algo en el aire entre ellos, la competencia en sus miradas, algo estaba comenzando a hervir bajo la superficie. Y Aomine, a pesar de la diversión, no podía dejar de sentir que el juego de miradas entre él, Ainara y Kagami apenas estaba comenzando.


Animal Instinct [KNB] [Aomine Daiki][EDICION]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora