La presión repentina sobre su cuerpo la dejó sin aire. Ainara apenas tuvo tiempo de procesar lo que estaba ocurriendo antes de verse inmovilizada bajo el peso del híbrido. Su mirada se encontró con la suya: ojos dorados y afilados, aún nublados por la sedación, pero con un brillo salvaje. Aomine no tenía intención de lastimarla, pero su agarre era firme, casi instintivo, como el de un depredador asegurando a su presa.
Ainara sintió la tensión en su cuerpo, su respiración agitada golpeando su rostro. Sabía que cualquier movimiento brusco podía desencadenar una reacción más violenta, estaba asutada pero y sin embargo, con voz baja y pausada, intentó calmarlo.
—Oye... Tranquilo. Estás a salvo. – susurro con temor a hablar muy alto y exaltar al chico.
No pareció escucharla al principio. Su expresión estaba perdida en algo más profundo, atrapado entre la conciencia y el instinto. Sus dedos se aferraban con fuerza a la tela de su ropa, como si su cuerpo aún estuviera en una pelea que su mente no podía soltar. Ainara tragó saliva y, con cuidado, llevó su mano a su rostro, acariciando con suavidad la línea de su mandíbula.
—No tienes que pelear más —sus palabras eran firmes, pero dulces—. Nadie va a hacerte daño aquí.
El agarre de Aomine se aflojó apenas... hasta que Kuroko irrumpió en la habitación.
—¡Apártate de ella! —gruñó el híbrido de lobo siberiano, abalanzándose sin dudarlo sobre Aomine.
El impacto fue brusco. Ainara fue liberada cuando Kuroko derribó a Aomine a un lado, pero la diferencia de fuerza quedó clara en segundos. Aomine reaccionó con reflejos superiores, su cuerpo girando como un felino ágil. Antes de que Kuroko pudiera atacarlo de nuevo, Aomine ya lo tenía contra el suelo, dejandolo aturdido por unos segundos, su brazo presionando su cuello con facilidad, lo tenia totalmente sometido a él.
Kuroko forcejeó, mostrando los colmillos en un gruñido bajo, pero la fuerza del híbrido de pantera era abrumadora. Sus orejas blancas estaban erguidas en señal de alerta, y su cola se movía con frustración. Aomine, por su parte, respiraba pesadamente, su pecho subiendo y bajando con esfuerzo, costaba y le dolia respirar. La sedación todavía lo afectaba, pero su instinto de lucha seguía encendido.
—¡Suéltalo! —Ainara se apresuró a su lado, colocando sus manos sobre su brazo—. No es un enemigo.
Sus ojos dorados la buscaron de nuevo, la confusión reflejada en su rostro. Sus músculos se tensaron por un segundo más, hasta que finalmente su cuerpo cedió al agotamiento, y tdo empezo a darle vueltas. Su agarre se debilitó, y Kuroko logró liberarse con un respiro entrecortado. Aomine se tambaleó y cayó de rodillas, llevándose una mano a la cabeza.
Ainara apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Aomine se desplomara, sujeto su cuerpo y puso su cabeza en sus piernas, su respiración irregular pero estable, la tranquilizaron y solo pudo darle una mirada preocupada a su amigo lobuno.
mierda...
fue lo unico que penso antes de ver como algunos de los aldeanos se alejaban asustados luego de presenciar tal escena.
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Oscuridad. Voces distorsionadas. Un rugido ahogado en su garganta.
Los recuerdos vinieron como fragmentos rotos.
Puños y garras chocando en la arena. Ojos brillando entre las sombras. El dolor cortante de un golpe en sus costillas.
"Levántate", una voz áspera lo obligaba a moverse. Pero su cuerpo ya no respondía.
El suelo estaba frío. El olor metálico de la sangre impregnaba el aire. Su sangre. La de otro. No importaba.
Otra pelea. Otro día más sobreviviendo.
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Aomine despertó con un sobresalto. Su respiración era agitada, sus músculos rígidos por la tensión de un recuerdo que aún no se había desvanecido. Su mirada se movió rápidamente por la habitación, intentando reconocer el entorno. No estaba en una celda. No estaba en una jaula.
—Tranquilo —la voz de Ainara llegó a sus oídos, calmada pero atenta.
Él giró la cabeza y la encontró a su lado, observándolo con una mezcla de preocupación y curiosidad. Su piel tenía marcas rojas donde sus manos la habían sujetado antes, y una punzada de culpa cruzó fugazmente su mente. No recordaba haberla atacado. Pero tampoco era la primera vez que despertaba sin saber exactamente qué había hecho antes.
Su garganta estaba seca. Intentó hablar, pero solo logró un sonido bajo y ronco. Ainara pareció notar su incomodidad y le ofreció un poco de agua.
—Bebe, no tienes que hablar todavía —dijo con suavidad.
Aomine dudó, pero finalmente tomó el vaso con movimientos lentos. Sus manos temblaban apenas. Sus instintos le decían que siguiera alerta, pero su cuerpo estaba agotado.
Ainara se quedo analizando al joven frente a ella, tenia mucha curiosidad, estaba un poco nerviosa porque no sabia exactamente que decir, despues de todo, ella no tenia mucho cidado con sus palabras y el chico en frente de ella parecia un bomba a punto de explotar.
se sento en los pies de la cama y espero paciente a que el hibrido terminara su bebida.
- Como te llamas. - no espero mucho.
los ojos azules se clavaron en ella teniendo toda su atención, la analizo y de arriba a abajo sin perder ningun detalle sobre ella, era bonita, su cabello lacio y negro hacia juego con su tez trigueña, tenia unos ojos verdes preciosos que le recordaron a la selva donde estaba, su voz era aguada pero hablaba con firmeza, por su cara seria y la mirada intensa que tenia se dio cuenta que le importaba mucho su nombre.
- Aomine.
- Aomine... - susurro saboreando su nombre en sus labios por primera vez.
Fuera de la cabaña, el murmullo de los aldeanos se hacía cada vez más fuerte. Ainara podía escucharlos claramente desde adentro.
—¿Dijeron que es un híbrido de pantera? —la voz de una mujer sonaba alarmada—. No podemos tenerlo aquí. Es peligroso.
—Los híbridos como él no son normales. Mira sus marcas, sus ojos... ¿Y si es uno de esos experimentos? —otra voz masculina se sumó al murmullo.
—Ainara siempre se mete en problemas, ¿cómo sabe que no nos traerá uno a nosotros también?
Ella apretó los labios, sintiendo la presión de las miradas sobre la cabaña, a traves de la unica ventana del lugar. Sabía que esto pasaría. No podía culparlos del todo; después de todo, había oído las historias sobre los híbridos que no podían controlar sus instintos, se quedo solamente en eso, una historia. Pero no podía permitir que echaran a Aomine sin darle una oportunidad.
Ajustó la manta sobre su nuevo huésped y se puso de pie.
"Kuroko debe estar lidiando con ellos", pensó, pero aun así, debía intervenir antes de que las cosas empeoraran.
Antes de salir, miró una vez más a Aomine. Sus ojos azules la observaban con intensidad, como si estuviera analizándola.
—Voy a encargarme de esto —dijo con una leve sonrisa—. Descansa un poco más.
Aomine no respondió, pero tampoco apartó la vista.
Ainara respiró hondo y salió de la cabaña, preparándose para enfrentar a la aldea.
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