CAPITULO V

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Cuando salió, sabía que todos estarían encima de su amigo. Kuroko mantenía una mirada seria mientras intentaba explicarles que no habría problemas, pero Ainara sintió pena por él. Lo que decían era cierto: Kuroko siempre terminaba involucrado en sus problemas, y esta vez no era la excepción. Él nunca se negaría a ayudarla, aunque eso significara meterse en situaciones peligrosas.

—No puedes asegurar que no habrá problemas. Vimos cómo ese animal te tenía contra el suelo, a punto de matarte.

Kuroko bajó sus orejas peludas ante el comentario. Sabía que tenían razón. Aquel híbrido lo había sometido con facilidad y, de no ser por Ainara, probablemente no estaría allí en ese momento. Sin embargo, también entendía que él mismo había sido impulsivo al atacar. No era propio de él actuar sin pensar, pero el miedo de que su amiga estuviera en peligro lo había cegado.

—¿No les parece bajo llamar "animal" a un chico que está perdido? Ustedes también son híbridos, y eso no les da un trato menos digno que el resto. ¿Por qué él sí lo merece?

Ainara habló con firmeza, sintiendo el calor subir a su rostro. Sabía que la situación era problemática, pero eso no justificaba la forma en que lo estaban tratando.

—Ainara, entiende...—Bibani, el líder de la aldea, intervino con voz firme, acallando a los demás. Era un híbrido de tucán que, a pesar de sus cuarenta años, conservaba la vitalidad de un hombre más joven. Su sabiduría y amabilidad lo habían llevado a liderar—. Él no es como nosotros. Sus ojos son diferentes. Es diferente. No se controla a sí mismo y podría ser un peligro para el resto. No puedo permitir que se quede.

El silencio se extendió por unos segundos antes de que continuara.

—No solo es la posibilidad de que sea un experimento... Es un carnívoro. Si es inestable, podría herir a cualquiera de nosotros con facilidad, y no estoy dispuesto a permitir eso.

Bibani tenía razón. En la aldea no había híbridos carnívoros. La comunidad estaba formada por combinaciones de herbívoros y reptiles inofensivos. Para ellos, respetar el equilibrio de la naturaleza era una prioridad, y habían asumido una vida más cercana a la de sus partes animales. No aceptaban depredadores, ni siquiera híbridos que pudieran representar una amenaza.

Ainara apretó los puños. Sabía que pelear contra la mentalidad del líder no serviría de nada. Solo tenía una oportunidad.

—Lo entiendo, créeme que lo entiendo—dijo con un suspiro—. Solo dame un día más. Me lo llevaré y ya está. Solo...

Hizo una pausa y miró fijamente a Bibani.

—Dame tiempo. Él no es malo, solo está perdido.

El líder la miró en silencio. Ainara sostuvo su mirada sin titubear. Si tenía que arrodillarse, lo haría. Desde el momento en que encontró a Aomine, su vida se había ligado a la de él, y ahora era su responsabilidad ayudarlo. Podía verlo en sus ojos: aún en su estado irracional, seguía siendo humano. Sufría. Ser diferente era difícil, y ser un híbrido lo hacía aún más.

Bibani suspiró y le dio la espalda.

—Un día. Luego, se irá.

Ainara apenas susurró un "gracias". Sabía que estaba forzando los límites de su paciencia. Un día sería suficiente. Solo necesitaba eso.

Kuroko se acercó y tomó su mano con una sonrisa leve. Sin decir nada más, la condujo hacia la cabaña detrás de ellos. Ainara lo siguió sin dudar. Al entrar, encontraron a Aomine de pie, observando el lugar con desconfianza. Su atención se dirigió de inmediato a los dos extraños que cruzaron la puerta. Su cuerpo se tensó y sus orejas felinas se movieron en alerta.

No los recordaba, pero si la chica tenía heridas, entonces existía la posibilidad de que él la hubiera atacado. Su instinto le decía que no confiara en ellos.

—Está bien, no te preocupes. Es un amigo—dijo Ainara, dando un paso hacia él con cautela. No quería provocarlo, pero tampoco quería que creyera que era una amenaza—. Mi nombre es Ainara, y él es Kuroko. ¿Puedes sentarte? Necesitamos hablar.

Aomine no respondió de inmediato. Su mirada se deslizó hasta Kuroko, evaluándolo, y luego regresó a Ainara.

—Tienes ese collar en el cuello. ¿Te lastima?—preguntó ella, señalando la gruesa pieza de metal. Lo había intentado quitar antes, pero no tenía las herramientas necesarias en la aldea.

Se sentó en la cama, mirándolo con calma.

—Si vienes conmigo, te ayudaré.

Aomine entrecerró los ojos.

—¿Puedes quitar esta cosa de mi cuello, niña?

Su voz gruesa y profunda hizo que Ainara se estremeciera ligeramente. No esperaba el apodo, pero lo que la sorprendió más fue la facilidad con la que habló. No había rastros de confusión ni dificultad para expresarse. Instintivamente, le había hablado en inglés. No estaba segura de por qué. Tal vez su apariencia tenía rasgos extranjeros, pero ahora se preguntaba si siquiera hablaba español o cuál era su idioma materno.

—Puedo hacerlo, pero tienes que venir conmigo.

Aomine observó la cabaña, como si evaluara sus opciones. Ainara se mantuvo firme, sin apartar la mirada. Kuroko, en cambio, parecía más relajado, como si confiara en que la situación no se tornaría violenta.

Finalmente, Aomine soltó un resoplido y desvió la mirada.

—Hagamos esto rápido.

Ainara y Kuroko intercambiaron una mirada de alivio. No podían quedarse más tiempo allí. La aldea les había dado un plazo, y debían aprovecharlo.

Al día siguiente, cuando llegaron los encargados de recoger a Ainara, los tres abandonaron la selva. La joven sintió una punzada en el pecho al mirar hacia atrás. Sabía que no podía quedarse más tiempo, pero eso no hacía más fácil la despedida.

Ahora, su única preocupación era qué hacer después. ¿Llevar a Aomine a su hogar o intentar devolverlo a su país de origen? No tenía muchas opciones, y menos con el tiempo en su contra.

Lo que no sabía era que, sin importar su decisión, alguien los estaba esperando en el destino final. Y ese alguien no les haría las cosas fáciles.

Animal Instinct [KNB] [Aomine Daiki][EDICION]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora