CAPITULO VI

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El viaje se sintió interminable. Cada uno de ellos se encontraba perdido en sus propios pensamientos, sumidos en la maraña de preocupaciones que no dejaban de atormentarlos. Ainara sentía una ansiedad aplastante que le revolvía el estómago. Todo había sucedido demasiado rápido y, por la noche, apenas logró cerrar los ojos. La cabaña no era grande, y la idea de privacidad se desvanecía entre las paredes finas de la estructura. Decidió ceder la cama a Aomine, pensando que el hecho de estar en un espacio familiar lo haría sentir más seguro. Los híbridos eran muy sensibles a los aromas; esa fragancia que les resultaba tan reconfortante y les permitía relajarse. Ella, por su parte, compartió un colchón viejo con Kuroko. Sin embargo, esa cercanía no sirvió de nada, ya que pasó la mayor parte de la noche afuera, caminando en silencio, sumida en sus pensamientos.

Cuando se levantó al amanecer, intentando no despertar a Aomine, no se dio cuenta de que él la había estado observando desde la ventana. No lloraba, algo que le sorprendió, pues su rostro reflejaba una melancolía profunda, una confusión que apenas podía ocultar. Se mordía el labio con fuerza, los ojos ligeramente nublados de tristeza, pero no derramó ni una sola lágrima. La chica parecía frágil, a punto de desmoronarse, pero seguía en pie. La curiosidad invadió a Aomine, pero no lo suficiente como para hacerle bajar la guardia.

Ahora, viajando junto a ellos, Aomine sentía una mezcla de inquietud y molestia. Su cola alargada no dejaba de moverse, un claro signo de su incomodidad. El solo hecho de estar allí, rodeado de desconocidos, le incomodaba. Necesitaba encontrar una forma de escapar, no quería volver a su país, mucho menos caer nuevamente en manos de aquellos que lo habían atrapado. Sabía que un castigo mucho peor lo esperaba si lo hacían, y no estaba dispuesto a arriesgarse. Además, su nerviosismo aumentaba. A esas alturas del día, ya habrían notado que algo había salido mal en su misión. El hecho de no tener contacto con su equipo solo alertaría a los demás, exponiéndolo aún más. No había sentido ninguna descarga aún, pero eso no lo tranquilizaba; el rastreador en su collar podía activarse en cualquier momento, y era solo cuestión de tiempo antes de que lo encontraran.

Cuando aterrizaron en la pista, vio cómo sus acompañantes bajaban del vehículo. Ainara se acercó a él y le habló con voz tranquila, intentando calmarlo.

—De acuerdo, ya llegamos. Puedes bajar tranquilo, no hay nadie.

Extendió su mano hacia él, como si esperara que la tomara. Aomine pensó que eso era una tontería, él no era un niño. En un gesto brusco, palmeó su mano, rechazando el contacto, y saltó con agilidad del vehículo.

Fue entonces cuando lo sintió. Esa sensación extraña en la nuca, como si algo estuviera fuera de lugar. El chico frente a él no era alguien que esperaba ver, y su presencia lo desconcertó. Era alto, de su misma estatura, con el cabello rojo y mechones negros. Sus orejas grandes, con marcas en forma de rayas, le daban un aire salvaje. Aomine frunció el ceño al observarlo, notando que su postura denotaba molestia. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho, y las venas de sus antebrazos se marcaban, dejando claro que era fuerte. La cola rayada del chico se movía con la misma inquietud que la suya. Era un híbrido de tigre de bengala, y lo sabía por el olor que emanaba de él.

Aomine no se dejó intimidar, y le devolvió la mirada con frialdad. Los ojos rojos del chico se encontraron con los ojos azules del híbrido, pero Aomine no vaciló. Podría derrotarlo fácilmente. Aunque parecía fuerte, los híbridos de su especie eran rápidos, mucho más que esos de bengala. Lo derribaría en un segundo, sin lugar a dudas. No había nadie que pudiera ganarle. Nunca.

Ainara, al notar la tensión entre los dos hombres, se apresuró a intervenir. No quería que eso fuera un conflicto. Taiga no era el mejor socializando, era torpe y algo hosco, algo que no necesitaba cerca de Aomine. No sabía qué desencadenaba su estado irracional, pero cualquier mínimo movimiento negativo podría ser fatal. Más aún si sentía que alguien lo amenazaba.

—Aomine, él es Kagami Taiga. Es un amigo muy querido para mí, y nos será de ayuda.

Con sus palabras, Ainara centró la atención del híbrido en ella. Los ojos de Aomine la miraron con intensidad, y, por un instante, Ainara sintió la presión de su mirada, pero se negó a bajar la cabeza. Sonrió con suavidad y se acercó a Kagami, sabiendo que la situación podía complicarse.

Antes de que pudiera reaccionar, Taiga tiró de su brazo hacia ella, acercando su rostro al de Ainara, inhalando el aroma de su cabello. Pegó su cuerpo al de ella, mientras lanzaba una mirada desafiante a Aomine, como si quisiera dejar en claro quién dominaba el terreno. Su cola se movió con más intensidad, el mensaje claro: esto era su territorio, y quien no se adaptara, sufriría las consecuencias.

—Taiga, él es Aomine—dijo Ainara, separándose rápidamente del chico. Se dirigió a él con firmeza—. Va a quedarse un tiempo y necesita nuestra ayuda.

Se giró para mirar a Aomine, haciendo un gesto con la cabeza para que lo siguiera. Aomine, al pasar junto al híbrido de tigre, escuchó un ligero bufido de su parte, pero no le prestó mucha atención. No le interesaba involucrarse más allá de lo necesario, aunque su instinto no podía evitar marcar la diferencia: ese era un territorio ajeno, pero él estaba ahí para hacer frente a lo que fuera.

Subieron al vehículo, y el viaje fue incómodo. Ainara iba a su lado, mientras que Aomine intentaba concentrarse en algo más que en su creciente incomodidad. Por un momento, ni siquiera se dio cuenta de que el chico lobo estaba a su lado hasta que apareció casi de manera invisible. Kagami estaba conduciendo, mientras que Aomine permanecía alerta, observando los caminos y el entorno. Pasaron por una ciudad, pero no se detuvieron. Continuaron por un camino montañoso, lleno de curvas y rutas de tierra. Sin embargo, el sonido tranquilo de un arroyo que se oía de fondo cada vez que giraban le trajo algo de calma. Por un breve momento, se sintió en paz, como si pudiera olvidarse de todo lo demás.

Cuando finalmente se detuvieron, Aomine observó una casa grande, moderna para el lugar donde se encontraban. Parecía un refugio, pero aún no sabía lo que les esperaba allí.


Animal Instinct [KNB] [Aomine Daiki][EDICION]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora