Capítulo 32: Final Sanemi

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Mientras el chico malhumorado subía la terraza tú te encontrabas deambulando de un lado a otro practicando la mejor forma de decirle tu respuesta entre murmullos. Al verte hablando sola exclamó.

— ¿Ya te volviste loca del todo?

— ¡Sanemi sempai!- te pusiste más nerviosa de lo normal. La presencia del chico de cicatrices siempre hacia que se te acelerara el corazón.- No estoy loca, solo algo nerviosa por lo que tengo que decirte.

— ¿Qué cosa?- dijo parándose frente a ti con las manos en los bolsillos y mirándote fijamente, la mirada ya no tenía desconfianza ni enojo como en un comienzo, habías aprendido a conocer al mayor y sabias que su corazón era noble y amable.

— Yo quería decirte que he pensado mucho mi respuesta y por fin mi corazón se decidió: - inhalaste profundo y liberaste lentamente el aire para calmarte,- Quiero ser tu novia, Sanemi sempai.

Inmediatamente el peliblanco, tras oír tu respuesta, se dio la vuelta.

— Ya... ya veo.

— ¿Por qué te volteas?- preguntaste sin entender

— Por nada.

— A ver, déjame verte.- dijiste poniéndote detrás.

— No, dejame un momento.- juguetearon un poco hasta que por fin el mayor dejo ver su rostro totalmente rojo y avergonzado.

— Oh eres tan lindo cuando te sonrojas.- dejaste escapar tus pensamientos.

— Q... ¡yo no soy lindo!

— Claro que lo eres... - dijiste mientras sostenías el rostro lleno de cicatrices entre sus manos,- deberías permitirte mostrar lo que en verdad sientes más seguido, yo no te juzgaré, me gustas tal y como eres, Sanemi sempai.- Y le ofreciste una amplia sonrisa que conmovió nuevamente el corazón del chico rudo de la pensión.

— No te arrepentirás después, ¿verdad?

— Claro que no.

Entonces Sanemi también sujetó tu rostro y te otorgo un beso intenso de esos que solo él sabe dar, que te dejó sin aliento.

Al día siguiente Les comunicaron la noticia a sus compañeros y todos los felicitaron, luego fueron directo a casa de Sanemi, una casita humilde y pequeña, una vez allí te presentó a su familia, pero esta vez como su novia. La madre de Sanemi, la señora Shizu, muy amablemente te recibió como una más de la familia. Los niños por su parte quedaron maravillados y se aferraron a ti agradeciéndote y pidiéndote que cuides de su hermano mayor. También le llegó el turno a él de conocer a tu familia, y aunque la primera impresión de tus padres fue de que salías con un matón, al tratarlo y ver lo educado que era se tranquilizaron y supieron que estarías en buenas manos.

El tiempo fue transcurriendo y si bien los primeros meses tuvieron muchas citas, de un momento a otro no se vieron más. De pronto el mayor consiguió dos trabajos más y ya apenas se aparecía por la pensión para dormir y bañarse. Claramente te estaba evitando. ¿Tendrá otra? ¿Ya no me soporta y buscó más trabajo para no verme? ¿Estará metido en problemas? Mil preguntas pasaban por tu mente y decidiste aclararlas de una vez por todas. Te sentaste al pie de las escaleras hasta que el dichoso chico de las cicatrices se apareciera por la puerta y te dé una explicación decente.

Al atravesar la puerta y ver a su novia con el ceño fruncido un escalofrió atravesó la columna del mayor. Cuando lo confronto para recibir una explicación de porqué no la veía más tragó grueso. Arriba de las escaleras todos los de la pensión también estaban atentos para ver cómo se desenvolvería la situación.

— Tsk... ya qué...- dijo quitándose la mochila y revolviendo dentro de ella buscando algo.- qu... quería hacerlo de una forma más elegante, así como en esas estúpidas películas románticas que tú ves, pero si no tienes paciencia será aquí.- el peliblanco sacó un estuche y arrodillándose lleno de vergüenza dijo.- ¿T... te quisieras casar conmigo?- llena de emoción y derramando unas lágrimas en el proceso te arrojaste a los brazos del mayor.

— Claro que acepto, estúpido sempai.

Acto seguido los demás miembros de la pensión les arrojaron confeti y festejaron con ustedes de la gran noticia.

Con ayuda del señor Ubuyashiki y de lo que Sanemi había reunido trabajando tanto pudieron realizar una ceremonia íntima para la familia y amigos más cercanos.

Luego compraron un gran terreno donde levantaron dos casas: una para ustedes y otra amplia para los hermanitos de Sanemi y su madre. Un gran sueño de él siempre fue darles un lugar digno donde vivir y donde pudieran tener todo lo que necesitaban y tú querías apoyar a tu esposo en ese sueño.

Sanemi se volvió un esposo devoto y amoroso, cada vez expresaba más y mejor sus sentimientos sin avergonzarse y tú le ofrecías todo el amor que se merecía desde el fondo de tu corazón. 

 

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La pensión de los Hashira- KNY x lectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora