.....Más que de amor, poseo hambre de Libertad...
Los Malditos es una novela del género paranormal y gótico en dónde cada uno de sus personajes les rodea una maldición. Enmarcada en los finales de los años 1800 y principios de 1900.
Debora, una jov...
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Francisco
Después de la ceremonia, nos movimos a una residencia con un amplio jardín que era de Anabelle. Un regalo de sus padres por su cumpleaños número veinte que pronto se celebraría. Era una casa preciosa que ella había decorado para todos nosotros y en especial para Debora. Esta cuando vio el rosal fue directo hacia él como si fuera una niña y Ana la siguió. Contemplé de lejos mi nuevo milagro y di gracias por él.
Bailamos a la luz de luna luego, y todos estaban satisfechos por el momento. Entramos a brindar y William todavía estaba en un limbo de asombro y sorpresa mientras Cecilia conversaba con él. Lo que me hizo querer reírme un poco de su rostro pasmado, pero luego ella se giró hacia a mí. Deposité un beso en la palma de la mano de mi esposa y con una sonrisa le dije que necesitaba hacer algo. Ella asintió con dulzura y me besó la barbilla.
-Estoy feliz pero, la miro y siento algo de molestia por no haberme buscado antes.
Dice en un susurro a mi pecho.
-Ya tendrás su momento de conversar.
Respondo al dejar un beso en su frente. Su piel tan suave en mis labios.
-Te amo.
Dijo, y por poco me lastimo el labio inferior con el canino ante sus palabras.
-A ese amor súmale el mío, y obtendrás que es mayor. Gano yo, querida. Como siempre
Con mis dedos levanto su barbilla para que me mire.
-Idiota.
Un lado de mis labios busca altura. Es increíble como una ofensa mi cuerpo la tome como una invitación a poseerla. Me acerco a su oído, y su piel sensible se vuelve nada debajo de mis labios. Sus manos van a mi espalda y se anclan a ella.
-Un idiota que sueñas con desnudarlo.
Muerdo su lóbulo con la punta de mi canino y chupo la gota de sangre que se desprende. Debora gime por lo bajo al sentir el paso de mi lengua por su piel. Sus dedos ahora se aferran a los muros de mi espalda, invitándome a que vaya más lejos, pero ahora no podía. Necesitaba saber que deseaba su madre.
-Me encanta tu sangre.
Digo mientras disfruto de su sabor en mi paladar.
-Vámonos de aquí. Te necesito Franco.
-Debo hacer algo primero. No dejes ir esa llama ¿sí?