.....Más que de amor, poseo hambre de Libertad...
Los Malditos es una novela del género paranormal y gótico en dónde cada uno de sus personajes les rodea una maldición. Enmarcada en los finales de los años 1800 y principios de 1900.
Debora, una jov...
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Desde que Debora me contó toda su historia, no sabía qué aspecto resaltaba como el más sorprendente. A cuál darle el título del más increíble. Solo sé que hubo uno que me derrumbó por completo.
Lucian y ella, juntos.
Una historia de siglos que él mismo le mostró. No odio a Debora. No tengo motivos. Pero los celos suelen ser tan creativos, ingeniosos y mal consejeros. Es imposible no sentirla como una amenaza por más que ella me asegure que su único es Franco.
Pero imaginar las manos de Lucian en ella, sus caricias, me nublan el sentido de lo racional y me hacen envidiar.
Imaginar que a ella pudo haberle dicho las mismas palabras que usó conmigo. Sentir que todo este tiempo solo fue un puente para llegar a ella. Es imposible ahora concentrarse en las noticias y en el bullicio; en las risas lejanas en este café que antes solía ser mi punto de escape cuando quería callar el mundo a mi alrededor.
-Señorita.
La voz del camarero me saca de mis pensamientos. Intento poner mi mejor rostro.
-Es para usted.
Dice mientras acerca a la mesa un café junto a una rosa blanca, cuyos pétalos destilaban destellos dorados con la claridad.
-¿Quién me envía esto?
-El caballero de la mesa del fondo.
Cuando levan to la mirada colisionó con la del ladrón de cada uno de mis pensamientos. Lucian, con un aire sereno pero a la vez seductor me observaba.
Era evidente el no saber qué lanzar en mi dirección. Si una sonrisa amplia, o una tímida. Pero ahora mismo en lugar de una sonrisa, tomé la rosa. La deshojé y eché cada pétalo en la taza de café. Tomé mi bolso y sin mirar atrás me retiré. Pero no llegué muy lejos.
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Su mano se cerró alrededor de mi brazo. El movimiento me obligó a acercar mi cuerpo al de él, pero mantuve mi mirada en otro sitio. Si buscaba sus ojos estaba vencida. Ya tenía suficiente con mi corazón carente de orgullo que golpeaba como un traidor en mi pecho.