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𝐚𝐝𝐯𝐞𝐫𝐭𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚: ninguna
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El Día de San Valentín nunca había sido tu fecha favorita. No es que odiaras el romance ni nada parecido, pero cada año algo salía terriblemente mal. Y este año no parecía ser la excepción.
Todo comenzó cuando despertaste tarde porque tu alarma nunca sonó. Bueno, sí sonó, pero la apagaste medio dormida sin darte cuenta. Saltaste de la cama, sin tiempo para desayunar ni arreglarte bien, y te vestiste con lo primero que encontraste.
Tu plan del día era simple: sin pareja ni grandes expectativas, habías quedado en ir a una cafetería con unas amigas para evitar el bombardeo de parejas melosas en todos lados. Pero en cuanto saliste a la calle, el desastre continuó.
Primero, un coche pasó a toda velocidad justo cuando cruzabas y terminó salpicándote con agua sucia.
-¡Genial! -murmuraste, mirando tu abrigo arruinado.
Aun así, intentaste mantenerte positiva. Caminaste hasta la cafetería, temblando de frío por la humedad en tu ropa, pero con la esperanza de que el día mejoraría.
Error.
Cuando llegaste, tus amigas enviaron mensajes cancelando la salida. Algunas estaban enfermas, otras tenían planes con sus novios, y una simplemente se quedó dormida.
-Perfecto. Abandonada en San Valentín -suspiraste, dejando el móvil sobre la mesa.
Sin ganas de regresar a casa, pediste un café y te sentaste junto a la ventana, observando a las parejas que pasaban de la mano, riendo y compartiendo regalos. No eras del tipo que suspiraba por un romance de película, pero había algo en la atmósfera que te hacía sentir extrañamente... sola.
Y justo cuando pensabas que tu día no podía ir peor, alguien pasó con una enorme bolsa de regalos y, sin querer, la golpeó contra tu café. El vaso volcó sobre la mesa, derramando su contenido en tus pantalones.
-¡Por el amor de...! -exclamaste, saltando del asiento.
-¡Lo siento mucho! -dijo una voz masculina, sonando genuinamente arrepentida.
