El loft ya no era el mismo.
El espacio que una vez fue un refugio silencioso para Derek se había transformado en el hogar de una manada bulliciosa y llena de vida. Los muebles tenían marcas de garras y dientes pequeños, las paredes estaban adornadas con dibujos hechos con crayones (algunos más abstractos que otros), y el sonido de risas infantiles llenaba el aire.
Scott observó desde la cocina cómo sus hijos corrían por la sala, esquivando obstáculos con la agilidad de pequeños lobos. Rowan y Selene, sus gemelos de cinco años, eran imparables, desafiándose mutuamente en carreras y juegos improvisados.
—¡No puedes atraparnos, Draven! —gritó Ethan, esquivando un cojín que el niño de siete años le lanzó.
Draven, el hijo de Stiles y Peter, frunció el ceño. —¡Eso es trampa!
El niño corrió tras ellos con una determinación feroz, pero los gemelos eran demasiado rápidos, riéndose mientras se escondían detrás de Derek.
—Reglas de la manada —dijo Derek, levantando a los dos pequeños con facilidad—. Hay que trabajar en equipo.
Scott sonrió, apoyándose contra la encimera.
Stiles llegó en ese momento con Peter detrás de él, cargando una caja llena de juguetes nuevos.
—No entiendo por qué seguimos comprando más juguetes si al final siempre terminan jugando con las cajas —dijo Stiles, viendo cómo los niños ignoraban completamente el contenido de la caja en favor de usar los cojines del sofá como obstáculos.
Peter se encogió de hombros. —Porque somos padres y no aprendemos.
Scott soltó una carcajada mientras Melissa y Deaton, que estaban sentados en la mesa de la cocina, observaban la escena con sonrisas orgullosas.
—Has creado algo increíble aquí, Scott —dijo Melissa, mirándolo con cariño.
Scott sintió un nudo en la garganta y tomó la mano de Derek, apretándola con suavidad.
—No lo hice solo.
Derek lo miró con esa intensidad que siempre tenía cuando hablaba en serio.
—Pero fuiste tú quien nos mantuvo unidos.
Scott sintió el peso de esas palabras. Durante los últimos cinco años, habían pasado por mucho: la crianza de sus hijos, la consolidación de la manada, los pequeños desafíos de la vida cotidiana… pero a pesar de todo, estaban ahí. Juntos.
El loft ya no era un refugio solitario.
Era un hogar.
La tarde avanzaba con el bullicio habitual de la manada. Después de la pequeña persecución entre los niños, Scott y Derek intentaban convencer a los gemelos de que era hora de descansar un poco, pero la energía de los pequeños parecía inagotable.
—Cinco minutos más —suplicó Selene, abrazándose a la pierna de Scott con una mirada suplicante.
—Esa mirada no va a funcionar —dijo Derek, cruzándose de brazos.
—Pero papá… —Rowan intentó la misma táctica con Derek, pero el alfa no cedió.
Scott suspiró y miró a Derek con una sonrisa. —Derek, podríamos dejar que gasten su energía un poco más.
Derek lo miró con incredulidad. —Scott, si los dejamos, seguirán corriendo hasta la medianoche.
—Sí, ¡hasta la medianoche! —exclamó Selene emocionado.
Stiles, que estaba sentado en el sofá con Draven en su regazo, soltó una carcajada. —Déjalos, Hale. Son cachorros, necesitan desgastar energía.
Peter, sentado junto a él, miró a los gemelos con una ceja levantada. —O podríamos sacarlos a correr en el bosque. Nada los agota más rápido que una buena carrera.
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Una Historia Diferente. ||Steter|| ||Scerek||
FanfictionQue pasaría si Peter empezara a sentir cosas que no debería por el humano sarcástico de la manada que no lo quiere en ella.