Mentiroso.

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Él, en realidad, siempre fue un buen mentiroso.

Ya sabes, del tipo que te mira a los ojos diciéndote que estás muerto, que realmente lo estás y hasta empiezas a cuestionartelo. Él sabía cómo ocultar su lenguaje corporal luego de asumir una sorpresa, él sabía cómo hacer todo natural y tan, pero tan engañoso.

La pregunta sobre si éramos pareja o no era muy recurrente en entrevistas en los primeros años. Yo simplemente me mantenía hecho un caos, un lío de nerviosismo. Miraba hacia abajo, jugaba con mi cabello, retorcía mis manos, toqueteaba mis muñecas; estaba realmente asustado y confundido, como pensando que ellos sabían y que estarían allí oyendo cada palabra que saliese de mi boca y analizarla, entonces, habíamos acordado que yo me callaría y simplemente asentiría a las palabras de Louis. Porque él siempre supo mentir. Dios mío, que él sabía engañar.

Obviamente, no todos cayeron en sus palabras; algunos simplemente podían ver sus primeras reacciones ante preguntas sorpresivas y simplemente no creerse ni A de lo que decía.

Pero supongo que siempre fui muy ingenuo y por eso creí que cuando él me dijo que volvería, iba a ser verdad. Jodidamente le creí.

Louis tan sólo dijo "Amor, iré a visitar a mi familia. Está todo bien, sólo... sólo quiero un respiro." y sí, un respiro... ¿un respiro de mí? ¿un respiro de la vida que llevábamos en general? 

Su expresión solamente parecía cansada aquella noche, como cuando trabajas por un largo periodo de tiempo y sólo quieres vacaciones, pero no veía tristeza ni mucho menos indecisión en sus ojos, él quería irse, quería abandonarme. Supe que lo que aquella noche pasó fue todo una bola de mentiras cuando habían pasado treinta días y él no volvía, y el hacía ya dos semanas había dejado de responder a mis mensajes y llamadas. 

Supe con mucha más certeza que las palabras que soltó jurando amor eterno mientras hacíamos el amor aquella última noche eran todo una farsa justo en cuanto llamé a su madre y le pregunté por él. "No querido, él no vino nunca hacía aquí." 

Fue una patada justo en el pecho, desestabilizó todo mi ser y rompió aquél castillo de respeto y amor incondicional que había construido por él. Al principio me alteré muchísimo, no puedo negarlo. Había entrado en una profunda negación a que él realmente me hubiese dejado atrás. Lo buscamos un tiempo, pedí de rodillas a todos que me ayudaran a buscarlo, pero ellos sólo me miraban con esos ojos que destellaban lástima, tenían pena por el abandonado novio.

La policía se río en mi cara, porque en realidad yo era el único que no veía la realidad en aquél entonces.

Louis se había ido de la banda. Louis había terminado conmigo.

 ¿Qué más podía hacer para destruir mi corazón?

Claramente, ocultarme todo aquello, ser tan cobarde como para no poder decirmelo en la cara, mirándome a los ojos. Él sólo podía mentirme, quizá es lo único que hacía conmigo. Mentirme diciéndome te amo, mentirme cuando decía que era lo mejor que le había pasado, mentirme al decir que me creía su alma gemela.

Pero el tiempo pasó, la madurez golpeó con bruteza en mí y dejé el pasado detrás. Sabía que él estaría por ahí, lejos del ojo público, lejos de mí, rehaciendo su vida, disfrutando lo que más quería en su vida y había aprendido a vivir con ello. Yo seguía bajo la mirada de todo el mundo, siendo lo que ellos querían de mí, pretendiendo y fingiendo tantas cosas.

Y no pensaba quejarme, no había para qué hacerlo. Uno simplemente termina resignándose. Vive lo que le tocó vivir y el corazón empieza a envejecer conformándose con lo que tiene a mano, secándose por la soledad. Por la falta de ese amor que siempre anheló. 

Mi fama era cosa del pasado cuando supe algo de él, cuando la mentira y el secreto terminó.

Dicen que la mitad de la tercera década es una época ya decisiva para un hombre aún soltero y sin hijos. Mi madre aún opinaba que seguía pensando en él, que yo aún vivía en el pasado; pero yo me decía a mí mismo que había superado sus mentiras de amor, que había dejado ir todos esos buenos recuerdos, que cuando cerraba los ojos no eran sus manos tocando mi cuerpo lo que sentía. Y con treinta y cinco años yo debería haber conseguido a alguien a quien a amar y respetar. Alguien más a quien creerle sus mentiras.

Pero seguía viajando por el mundo en un intento desesperado de encontrarme a mí mismo, con la idea de escapar de la gente que me conocía y me señalaba con el dedo como siempre habían hecho.

 Y entonces, en un pueblo perdido en un país de bajos recursos pude ver sus ojos otra vez y justo allí pude sentirme nuevamente, pude sentir mi ser volver a mí. 

Justo allí, cuando él, con su barba oscura y de días (quizá semanas), con su cuerpo de hombre adulto, con su afilada barbilla y retadora personalidad, él me miraba a través de la sala repleta de autóctonos y su sonrisa iluminaba todo el lugar, como indicándome el camino hacia él, el camino hacia sus brazo. 

No puedo simplemente decir que me resistí, porque aún con diez años de estar separados, sentía cómo él aún tenía mi corazón resguardado, sentía cómo sus mentiras eran los barrotes de una jaula donde guardaba mi alocado corazón, sentía y, lo más importante, quería pertenecerle nuevamente, quería ser víctima de sus mentiras, porque presentía que había una buena excusa, porque quería que hubiese una buena excusa de su tan repentina desaparición.



[Holaaaaa, tanto tiempo jajaja. Volví, o algo así(?) Ehm, estoy viendo de pronto seguir paso a paso, cliché y esas historias cortas inconclusas que dejé, así que eso, por si alguien me lee y le importa lo que digo(?) Saludos (: ]

Historias cortas y One shots. [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora