XI

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- ¿A qué coño ha venido eso? -preguntó Calum entrando formando un estruendo en la habitación que me encontraba junto a Rotten.

Ella estaba echada en la cama con una venda ya empapada de sangre envuelta en su brazo herido. Su piel estaba pálida y no dejaba de sudar por el dolor. Ambos estábamos en silencio cabizbajos sin saber muy bien que decir.

- ¿A qué te refieres? -dije.

- A lo de Ashton. ¿Qué mosca te ha picado? -exclamó levantando su tono voz, algo bastante raro en él.

- ¿Que qué mosca me ha picado? ¡Ella está así por su culpa! -me pronuncié levantándome de la cama encarándome con Cal.

- ¡Mike ya! -gritó Rotten clavándome los ojos como si se trataran de dagas-. Estas cosas pasan todo el rato. Ashton no fue el culpable sino ese hijo de puta así que cálmate.

Su reflexión me dejó sin palabras y me di cuenta de cuánto nos habíamos cambiado el uno al otro en cuanto a nuestra forma de pensar. Cuando la conocí, Rotten siempre estaba a la defensiva, esperando otro ataque de este mundo hostil, preparada para reaccionar y saltar a la yugular de quien fuera mientras yo siempre había sido el mediador del grupo, tratando de solucionar todos los problemas posibles y como única prioridad mantener al grupo junto. Los papeles habían cambiado.

- Solo relájate tío, se pondrá bien, es una chica dura -dijo Calum poniéndome una mano en el hombro y sonriendo a Rotten.

Agaché mi cabeza y asentí. Acto seguido Calum abandonó la habitación cerrando la puerta tras de sí y nos quedamos a solas de nuevo. Me senté, esta vez más cerca de Rotten y ella me acarició la espalda intentando tranquilizarme.

- Siento la escenita de antes -empecé rompiendo el silencio.

- No pasa nada. A veces es bueno llorar.

- Tú nunca lloras -dije mirando a sus grandes ojos verdes.

- Sí lo hago. Solo me aseguro de que nadie me vea.

Esa última frase resonó en mi cabeza durante todo el día imaginándome a Rotten llorando desconsoladamente debajo de su manta mientras todos dormíamos. Hundiendo su cabeza en la almohada para que no oyéramos sus sollozos. Me partía el alma saber que ella era humana ,aunque a veces no lo pareciera, y ella también tenía sus momentos de bajón y yo no había estado allí para ella, igual que ella había estado conmigo en mis peores momentos desde que nos habíamos conocido.

Después de nuestra pequeña charla Lucy había entrado en la habitación para cambiarle los vendajes a Rotten. Parecía que se empezaban a llevar un poco bien. Tenían un carácter parecido, eran dos mujeres guerreras, nada comparado a Diana.

- Mike, no le he querido decir nada, pero su fiebre es alta -me explicó Lucy fuera de la sala donde en aquel momento Rotten dormía-, necesitamos antibióticos o se pondrá peor.

Asentí mirando al suelo y quitándome el sudor que se me había formado en la cara debido al calor sofocante. Salí de la casa dirigiéndome hacia donde nuestra prisionera se encontraba, atada al tronco de un árbol. Le agarré del pelo haciendo que levantara la mirada y me mirara, clavando sus ojos negros en los míos.

- Necesitamos antibióticos por culpa del hijo de puta de tu hermano. ¿Tenéis un campamento?

- Yo... yo no, no lo sé - sus ojos estaban aguados- yo no quería, ¡fue su culpa! Los zombies llegaron y nos largamos, yo quería tener una vida normal pero él decidió por mí -las lágrimas se escurrían por sus pómulos-. Lo siento...

Hubo un silencio y después siguió hablando. Yo me limitaba a mirarla intentado comprenderla después de que su hermano hubiera disparado a Rotten.

- Estábamos en un campamento a pocos kilómetros de aquí. No sé si quedará algo pero os puedo llevar. Siento lo que él hizo...

La miré por última vez y me levanté para irme. Busqué a Calum que estaba en el salón limpiando las armas que llevaban los bandidos.

- Coge tu arma y una mochila. Nos vamos -me miró y asintió sabiendo de que iba el asunto.

Rotten. [m.c]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora