XIV

260 28 15
                                    

- ¿Qué coño es esto? ¿Una broma? Porque no tiene gracia -decía Lucy dentro de la casa mientras yo estaba sentado en los escalones del porche, escuchándolo todo, debido a la poca densidad de las paredes y puerta.

- Vamos Lucy cariño... Entiéndenos -replicó Ashton con su habitual tono calmado.

- No hay nada que entender. ¡Es vuestro amigo joder! ¿Pensáis quedaros aquí sentados mientras él se juega la vida? -gritó mientras sus botas resonaban de un lado al otro de la sala-. Ash, imagínate que soy yo. Imagínate que me hubieran cogido a mí. ¿Qué harías?

- Ir a por ti, está claro -contestó sin inmutarse.

- ¿Y crees que Michael no te ayudaría?

- No dejaría que me ayudara, no le pondría en peligro -dijo aún más relajado.

- ¡Venga ya! Eso no te lo crees ni tú. Sois unos estúpidos... Rotten se jugó la vida por nosotros y ahora se lo pagáis dejándola sola cuando más lo necesita. Me dais asco -dijo mientras, por el ruido, intuí que cargaba una escopeta.

- No voy a poner en riesgo a mi grupo porque Mike se haya encaprichado por una niñita que, probablemente, ya esté muerta.

En el momento que escuché salir esas palabras de la boca de el que un día fue amigo, me levanté, cambiando toda mi tristeza por ira, y entré en la casa dándole un golpe a la puerta, haciendo que todos dieran un bote en sus asientos.

- Repite lo que acabas de decir, hijo de puta -reté a Ashton mientras le agarraba del cuello de la camiseta y le levantaba del sofá.

- Mike, para por favor -dijo Calum tocándome un hombro.
- ¡Cállate! No quiero oír ni una puta palabra que tengas que decirme -contesté soltando una mano del agarre de Ashton para quitar la mano de Cal de mi cuerpo-. Pensaba que podía contar con vosotros pero ya veo que estaba muy equivocado -dije antes de soltar a Ashton bruscamente contra la pared.

- Mikey, yo quiero ir contigo -dijo Diana lloriqueando a mis espaldas. No pude evitar reírme.

- ¿Y qué vas a hacer cada vez que te encuentres en peligro? ¿Llorar? Deja de decir estupideces por favor.

Cogí mi mochila y, al igual que había entrado, salí de allí seguido de Lucy. No pude caminar mucho hasta que me interceptó colocándose en mi camino.

- Déjame coger mis cosas, solo dos minutos. No te vayas sin mi por favor -me dijo Lucy y yo asentí. En realidad no quería irme solo y apreciaba que solo ella estuviera de mi parte.

La esperé fuera y cuando la puerta volvió a abrirse, no fue ella la que salio sino la chica nueva, Amber. Tenía su mochila a la espalda y llevaba su subfusil entre los brazos.

- Yo voy contigo. Te debo una por haberme aceptado a pesar de... ya sabes. Además, quiero coger a ese hijo de puta y hacerle lo mismo que le hizo a mi hermana.

Cuando acabó de hablar Lucy ya estaba a nuestro lado. Hizo un gesto con su cabeza señalando el camino y los tres nos pusimos en marcha. No sé cuanto tiempo pasó porque en mi cabeza el tiempo iba muy lento, más de lo que debería. Las horas sin Rotten se me hacían días. Intentaba no pensar en lo que le podría estar pasando pero en el fondo de mi cerebro había un montón de imágenes de Rotten para nada agradables.

- Su campamento -comentó Amber sobre el hombre que se la había llevado- está bastante vigilado. Tiene una especie de torretas y francotiradores las veinticuatro horas. Le vuelan la cabeza a todo lo que se acerca, vivo o muerto.

- No podemos pararnos. Pensaremos algo mientras intentamos dormir. No hay tiempo que perder -sentenció Lucy.

Caminamos hasta que se empezó a anochecer. Paramos en una zona rocosa y buscamos una muesca en la montaña para poder refugiarnos. Era una cueva, pero para nada profunda. Cabíamos los tres, pero yo tenía que estar sentado para que ellas dos pudiesen dormir. Cenamos una lata de conserva y bebimos unos sorbos de agua. Antes de echarnos, justo cuando el sol estaba a punto de esconderse, Lucy cogió las latas vacías y pasó uno de los cordones de sus botas por entre ellas. Ató el cordón de un lado a otro de la pequeña entrada al refugio, haciendo que en el momento que se tocara la cuerda, las latas sonaran. Me recosté dentro de mi saco con la espalda contra la dura roca y Lucy agarrándome el antebrazo. Era la manía que compartíamos. Desde que todo eso había empezado, la necesidad de tocar a alguien para dormir era real. Solamente como acto de seguridad. Pero yo no quería tocar a nadie más que no fuera Rotten.

No recuerdo en que momento me dormí pero la primera imagen al despertarme no fue nada agradable. Tenía el cañón de una pistola clavado en mi frente. No pude separar la mirada del hombre que me apuntaba.

- Levántate -me dijo mientras dos chicos hacían lo mismo con Lucy y Amber.

- ¿Algún problema? -pregunté con mis manos en alto.

No respondieron. Los tres hombres y una chica nos colocaron de cara a la pared, con las manos pegadas en ella y nos levantaron la camiseta, dejando a la vista la parte baja de nuestras espaldas.

- Están limpios -dijo el que se había encargado de Amber.
- Encantado, me llamo Matt -empezó diciendo el hombre que me había apuntado mientras guardaba la pistola en la parte trasera de su pantalón-. ¿Conocéis al cabrón que se ha llevado a mi hija?

Miré a Amber y a Lucy con mis ojos a punto de salirse de las cuencas.

- ¿Tu hija? -preguntó Lucy atónita.
- Sí. Estábamos en el bosque. Ella se quedó atrasada respecto al grupo y una furgoneta se paró delante de nuestras narices. Se la llevaron sin que pudiera hacer nada -explicó el hombre con rabia en sus palabras.

Una parte de mí suspiró de alivio al saber que no hablaba de Rotten, pero otra parte sospechaba de las notables coincidencias.

- Ronda vuestra edad y tiene el pelo castaño y los ojos verdes, muy parecidos a los tuyos chico -dijo señalándome.

Oh no Rotten. ¿Qué has hecho esta vez?













Rotten. [m.c]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora