Capítulo 1.

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El destino, así como la vida, es incierto. No sabemos si tenemos que luchar para hacerlo nuestro o si simplemente sucederá porque así debe ser. No sabemos de dónde viene o a dónde va. No sabemos si quemará como cartas de amor olvidadas o florecerá como cualquier girasol que busca el sol cada mañana para poder vivir. Blythe tenía más dudas sobre la vida que sobre la muerte que quién sabe si estaba esperando detrás de una esquina. La joven no sabía si creer o no. Creer siempre lo ha puesto todo más fácil, ¿no? Si crees te puedes resguardar en la idea de que nada ha sido culpa tuya, puedes pensar que ya estaba escrito y no podías hacer nada para cambiarlo. Pero quizás eso da más miedo, pensar que no puedes cambiar nada, que no eres capaz. Todas estas dudas asaltaban la cabeza de la chica una tarde de otoño mientras las hojas caían perezosas en el suelo que deseoso las esperaba para que por fin lo cubriesen y los niños pudieran saltar y jugar con esas viejas parientas de los árboles, llenando así la calle de risas.

Blythe escuchaba las últimas notas de una de sus canciones favoritas mientras poco a poco el sueño se la iba llevando a brazos de Morfeo. Lo último que recordaba antes de caer rendida fue el finalizar de esa preciosa canción que contrastaba enormemente con el ruido que hacía ahora su molesto despertador, que le anunciaba la llegada de un nuevo día y le recordaba que en media hora las clases empezaban con su inconfundible rutina. Se vistió sin poner mucho cuidado en lo que se echaba encima y salió corriendo de casa porque sabía que si no se daba prisa llegaría tarde. Una vez en el instituto vio las horas pasar como segundos en su reloj a través de la ventana que quedaba a su izquierda y que permitía ver el movimiento de la ciudad, las personas que iban y venían con sus quehaceres sin tener tiempo de preguntarse en qué estaría pensando la persona con quien se acababan de cruzar, cuál era su vida, qué canción sonaba en ese momento a través de su reproductor.

Finalmente el timbre que anunciaba la última hora sonó y eso supuso que el murmullo constante de voces aumentara a los gritos que ahora sus compañeros se dirigían unos a otros diciendo como se alegraban de que otro lunes hubiera pasado. Ella no era distinta, se alejaba hablando animadamente con las tres amigas de siempre mientras entre unas y otras se quejaban de la mucha faena que tenían esa tarde aun sabiendo que en realidad no había para tanto. Blythe pensó que, esa tarde, después de salir de su clase de francés, se daría un capricho y merendaría en la cafetería que estaba cerca de casa con la compañía del libro que tenía en la mochila, que no sabía muy bien porque se había llevado ese día al instituto, y así lo hizo. Cuando llegó solo dos de las mesas estaban ocupadas y la tranquilidad inundaba el sitio. Escogió una mesa al azar y rato después de haberse sentado se dio cuenta de un detalle del que no se había fijado antes. Pegado a la mesa descansaba un post-it con un breve mensaje: "pasa un buen día". Esa nota de autor anónimo le logro sacar una sonrisa y sabía que se acordaría de ese detalle días después simplemente por la belleza que ese acto conllevaba. Algún desconocido había dejado ese mensaje con la intención de alegrar a la persona que lo encontrase desinteresadamente y eso no acostumbra a pasar hoy en día, cuando todo el mundo pasa por la calle con la cabeza agachada mirando el móvil en lugar de al desconocido que pasa por al lado que quizás necesitaba una sonrisa. Se guardó la nota en la mochila al mismo tiempo que sacaba un trozo de papel y un boli para dejar su propia nota ese día: " :) ".

Cuando llego a casa aún estaba pensando en esa nota que le deseaba un buen día y en su autor, ¿quién era? ¿Le conocía? ¿Qué edad tendría? ¿Era feliz? Inspeccionó la nota una vez más antes de dormirse profundamente. El texto ocupaba la parte central y estaba trazado con una caligrafía redonda, juvenil y fácil de entender. Le dio la vuelta al papel y encontró otro mensaje escrito de la misma manera pero esta vez no daba a entender nada, solo era un número:

"6".

Esa noche el 6 dio vueltas por su cabeza incansables veces hasta que el despertador sonó y empezó un nuevo día. Cuando entró por la puerta de su clase notó algo distinto inmediatamente, la mesa que estaba al lado de la suya, normalmente vacía, ahora estaba ocupada por un chico al que no había visto nunca.

- ­Hola.

- Hola, me llamo Bruce.

Blythe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora