Eran las dos de la madrugada y Blythe no conseguía dormirse. Ese día todo había salido al revés, todo había ido peor. ¿Qué le faltaba ahora, romperse una pierna? Fue en el mismo instante en el que pensó eso cuando se cayó de la cama. ¿Pero qué coño? Tenía que ser una broma.
-Me cago en mi estampa, joder.
¿Por qué todo le pasaba a ella? No sé, ¿no podía ser una chica normal sin amigos que terminan siendo unos subnormales, chicos demasiado complicados de ojos grises que esconden demasiado y personas que dejan misteriosas notas en las cafeterías? Añadamos a esa lista ser una persona que no se cae de la cama, por favor. Vaya hostia se había llevado, mañana tendría una anomalía difícil de explicar en la frente. Suerte que no saldría de casa. Entre esos y muchos más pensamientos estúpidos se durmió pacíficamente.
La estaban despertando y aún no era la una del mediodía. Eso era inaceptable. Sus domingos empezaban como muy pronto a la una, todo el mundo sabía eso, prácticamente era una norma en su casa ya, ¿por qué cambiarla? Contestó de mala gana a su madre que era a quien se debía su mal humor matutino ese día.
-Blythe, por el amor de dios, ¿aún estás en pijama? Te dije antes de ayer que hoy venían unos amigos a comer y acaban de llamar. Encima mira cómo tienes la habitación, parece una pocilga. Haz el favor. Vístete rápido y sal.
-¿Es necesario que coma con vosotros hoy? No sé... ¿No me puedo ir a algún sitio o comer en mi habitación...?
-No digas tonterías y no me toques más las narices que suficiente tengo ya con que te despiertes a estas horas.
-Genial, el mejor día de mi vida.
-¿Dices algo?
-No. -¿había sonado suficientemente borde? Creía que no. Para dejarlo claro cerró de un portazo cuando su madre salió. Ese fin de semana se estaba cubriendo de gloria.
Se miró en el espejo y veía el reflejo de una chica que no estaba teniendo un buen día. Veía una chica llena de inseguridades y miedos que lo intentaba esconder todo detrás de una sonrisa. Llena de defectos que la perseguían cada día a los que ella siempre intentaba dar esquinazo pero los cuales siempre la alcanzaban. Veía una chica que se sentía segura detrás de la ropa negra, sudaderas grandes y botas militares. Eso era lo que veía cuando miraba detenidamente, algo que por suerte o desgracia solo ella hacía, ya que todos se contentaban creyendo que solo era las bromas que siempre gastaba. Pero ahora no miraba detenidamente, prefería no hacerlo. En ese momento el espejo solo reflejaba a una chica cualquiera con un moño mal hecho, un pijama que consistía en unos pantalones cortos de chándal y una camiseta de propaganda y unos calcetines de animalitos. Debía ponerse ropa de calle pero no lo haría, ¿quiénes eran las personas que venían a comer como para hacerla cambiar en su propia casa? Se puso un sujetador sin quitarse la camiseta (no entendía como había chicas que no sabían hacer eso, en el invierno iba de perlas contra el frío) y se volvió a hacer el moño que siempre lucía por casa.
Salió de la habitación y fue al comedor donde lo que vio la dejó pasmada. ¿Qué hacía él allí? Mientras tanto su madre vio que no se había cambiado y le lanzó una mirada no muy amigable.
-Esta es Blythe, nuestra hija. –la presentó.
-Hola. -sabía que no debería ser tan cortante con ellos, que era de mala educación pero en esos momentos no le importaba demasiado.
-Hola, guapa. Yo soy Charlotte. –sonrió amistosamente.
-Yo Ryan, su marido. –este le ofreció la mano que tomó inmediatamente. Su saludo fue confiado y seguro. Le daba un poco de respeto ese hombre pero creía que le caería bien.

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Blythe.
RandomEl destino, así como la vida, es incierto. No sabemos si tenemos que luchar para hacerlo nuestro o si simplemente sucederá porque así debe ser. No sabemos de dónde viene o a dónde va. No sabemos si quemará como cartas de amor olvidadas o florecerá...