No lo sé

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Odio reconocerlo, pero a veces me gusta jugar conmigo mismo. Estoy tumbado y medio roto en el colchón de mi cama, observando el techo oscuro mientras aprecio el olor de las gotas de lluvia que acaban de caer hace cinco minutos. ¿Y sabes que? Uno no es más débil por rezar antes de dormir, el ego solo te asfixia, tu quisiste jugar conmigo y al final has acabado jugando con tus lágrimas. Lo bueno del odio es que da paso a la pena, porque ahora me das pena, he pasado de desearte la muerte a sentir una indiferencia profunda e intensa hacia toda tu persona. Es impresionante como las personas se hacen grandes o pequeñas con el tiempo, no se si soy yo que crezco mucho o que de vez en cuando alguien encoge, pero bueno, el caso es que las personas a veces me aburren. No somos tan profundos como creemos, en realidad no somos nada. Y que quieres que te diga, que la vida nos tienta con hacernos creer que queremos siempre lo que no tenemos, pero basta con aguantar un poco para darnos cuenta del error que llegamos a pensar.

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