Blanca, gris y oscura

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Alma en pena gris y oscura, camina firmando en cada pisada los brotes de la lluvia perdida en los charcos negros y oscuros en los que me hundo. Desesperada, busca con la mirada cualquier señal de esperanza en la penumbra, cualquier caricia en la piel, rotura, áspera y perdida alma gris y oscura. Fría como la muerte descansa bien tumbada en mi corazón su semejanza, con la niña, con el pelo bien peinado fríos dedos calma y duda, duda de cada acertijo de los ojos de aquel sufijo, que saciaba cada sed con una estaca congelada de mentira y puede, o pueda, reconocerla.

Triste alma gris y oscura, reposaba en el suave lecho de lamentaciones, cada pluma corta el viento y cada gota de tinta incolora, enseguida, vuelve roja la luna de cada noche. Disuelve cada estrella en cada dedo cielo, en cada dedo roto por el tiempo y anclado al papel que quemaba, quemaba porque sólo el hielo quema más que el fuego. Y si el hielo, queriendo enfriar mi interior hasta el punto de no permitirme curvar las letras de mi mente, de mi alma, de mi cabeza, si el hielo quiere vivir dentro de mi yo lo acojo con los ojos abiertos, con mis pupilas servidas en bandejas de plata diciendo, aquí tienes lo que querías, tu recuerdo, mis estrofas, y mi ensueño de vivir en cada verso y cada coma en cada punto y cada acento en cada llanto de cada vida de vivir, vivir sintiendo pedir perdón por el sentir de cada boca, de cada uno de los labios que besé con mis palabras.

Blanquecino anochecer, y sangriento cada día, goteando soledad voy por las calles, vacías, sin vida. Sin esperanza de ver sufrida cada lágrima perdida, rota en cada mano, mano en cada roto del suelo en donde caíste, rota cada vida que ves pasar sin ver ya nada diferente. Blanquecina tu piel es, es escarcha, es pincel en mi espalda, es el bien de los pobres. Es perder los imperdibles, que ataban cada punto de mi corazón.

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