Tengo miedo de escribir demasiado rápido en las nubes, de querer soplar la niebla sin coger aire, de hacerme ilusiones, vaya, de que las ilusiones me hagan a mi. Los hay con suerte, todos se adelantan, odio enamorarme.
¿Sabes una cosa? Odio preguntar por qué, suena tan amenazador como escribir un libro con un bolígrafo de tinta blanca.
Quizás si nadie lo hiciese, o no lo hubiésemos hecho nunca, nada de esto habría pasado.
Hay muchas persónas únicas ahí fuera.
Te equivocas, ahora las personas buenas, o buenas personas ya casi no se encuentran. Ahora las malas llevan caretas de ángeles y en cuanto pueden cansarse de tus ojos que gritan clemencia, te clavan los puntos suspensivos en el corazón.
Supongo que supones que tienen razón.
Supones mal, la razón no se tiene, se sufre. La razón va de la mano del dolor, al menos en el caso del amor, uno no se da cuenta de que tiene razón hasta que sufre las consecuencias de ésta.
¿Entonces uno no tiene razón del amor hasta que éste se acaba?
Cuando estas enamorado de verdad, la razón pasa a vivir en segundo plano dentro de ti, sólo la recuperas cuando alguna astilla se clava en el ojo del otro. Es por esto que cuando dos personas se juntan y no estan verdaderamente enamoradas, la razón pone veneno de entre medias, y los corazones se pudren hasta límites insospechados.
Enamorarse es perder la cabeza.
Enamorarse es perder la cabeza por el corazón del otro, y a través de los sentimientos, crear raíces entre los dedos de las manos, y cuidar el abono de tu planta, como si de tu cerebro se tratase.