Camino hacia la cama con los pies fríos. Arrinconado en el estanque de la quinta esquina a la derecha, rezando a los lunares de la paciencia que me otorgue su crueldad más dulce. Carece de sentido hasta el que siente por encima de sus posibilidades, los reflejos ya no reflejan nada, miles de calles han perdido la vida, o la vida se ha esfumado entre las calles.
En este enjambre de letras bailadoras, en este inmenso océano de lentitud acelerada ante los ojos de Dios, yo me arrodillo. En este compás avergonzado que son mis manos escribo porque escribo, lloro porque lloro y miro las nubes rotas que se esconden en mi corazón. Escúchame y dime que mis pobres palabras no están cargadas de dolor, mírame llorar y dime que mis lágrimas son producto de la imaginación del pasado, y dime, dime vida amarga cuál es mi función en tu muerte. Y es que amo casi tanto al dolor como a la vida, y los problemas que me convierten en prisionero de las soluciones, y las decisiones que acaban convirtiéndose en problemas. Y mi guitarra se rompió, porque aprendió a llorar, y la madera se pudrió, porque aprendió a llorar.
Y si me repito que nadie me juzgue sin contar las repeticiones, y si me caigo que nadie me levante sin contar los dientes la sangre o los pedazos que he dejado en el suelo, y si escribo que nadie me lea sin contar primero el número de versos porque así esta pactado con el mundo que hay que contar antes de ser sincero.Y si sufro, que nadie sienta piedad por mi, ni conmigo, pues esto no es mas que el principio de una larga muerte, y de una carta de despedida que acaba encontrándose consigo misma, que nadie sienta lo que yo he sentido, que nadie viva lo que yo he vivido, y que nadie duerma contigo.