He vuelto a despertar entre amargura, palpando a ciegas las paredes de mi alma buscando el interruptor de la luz, pero esta vez estoy fundido. Cuando estoy bien escribo poesía, y cuando no, no sé ni lo que escribo. A cada palabra que doy forma me ahogo un poco más, esta vez inspiro aguantando la respiración, y hago preguntas extrañas mirando nuestras fotos a color.
En mi cara se refleja el miedo, miedo al abandono y a la vez a abandonar, miedo a conocerme más de lo que mi ignorante mente pueda aguantar, miedo a llorar y no saber secarte las lágrimas. Tengo miedo de no encontrarte, o de haberte encontrado ya. No me queda voz para gritar "dónde estás", lo único que me queda es una dosis alta y fuerte de melancolía, mezclada con cambios de humor y una rabia incomprendida. Hoy sólo he venido a confesarte que soy débil, que no aprecio el sonido del grafito rozando el papel si no es por quien me lee, una sola lágrima vale para pagar una eternidad de relatos.
Pero a quien engañe que sepa, que no llevo arte por dentro, sólo una cascada de sangre y pensamientos que mezcla cada una de las plegarias que hago inconscientemente.
No hay peor dolor que el que no te deja llorar, llevo sin llorar demasiado tiempo.
Podría bañarme en la locura y tocar el fondo con las manos, buscar azulejos y clavármelos para no perderlos. Me ahorco o me dejo quemar por el fuego del sueño. No quiero encontrarte. ese es mi secreto. porque todo lo que tengo lo pierdo, y nunca encuentro nada.