Ella nunca haría daño a nadie, le miró a los ojos y le suplicó un minuto más de agonía, una gota más de esperanza que acariciase sus mejillas de porcelana. Ella nunca haría daño a nadie, excepto a sí misma. Nunca habría sido capaz de hacer llorar a una niña, pero esta vez se miraba al espejo, y lo que veía, era la más pura tristeza de su alma. Nunca habría sido capaz de ponerle fin a todas las historias de su mente, si no hubiese sido por la torpeza de creer, que los sueños son reales, y la realidad se moldea a los sueños, y su existencia se limita a la sensibilidad de existir. Amaba la nieve, el frío, amaba el agua, amaba a los demás, pero nunca llegó a amarse a si misma, sin motivo, sin causa. No podía entender el sinsentido de esta vida, pero, se refugiaba en que algún día conocería por qué ha nacido, por qué ha vivido y por qué ha deseado morir. Su forma de pensar, era como la vida del mar, cambiante y a la vez mágica, inmortal e interminable.
Vivía en el pasado por la falta de vida en el presente, por haberse perdido en algún labertinto de espinas verdes, por quedarse a vivir en el fondo.Rocío, eras una niña preciosa, tenías las pupilas rotas de tanto llorar, el cabello blanco por la avanzada edad de tu alma, que avistaba en cada instante diminutas gotas de felicidad. Jugamos a encontrarnos en este océano de sangre, intercambiamos sueños, razonamos juntos. Nos permitimos no buscarle tres piernas al gato, era como una tormenta que nunca descargaba del todo y sin embargo, nunca dejó de llover. Nacimos del hielo que cortó las flores a la primavera, nos divertimos, nos agradaba buscar almas con las que jugar en esta vida, y jugamos a pelearnos, a rodar por la cama y mordernos sin hacernos ningún daño.
De vez en cuando nos atrapaban nuestras propias trampas, eramos niños hambrientos y sedientos de libertad. Nuestras almas eran el cauce y el caudal de un río, simplemente viajabamos por el cielo, dormíamos muertos y nos despertábamos sin haber nacido.
Nuestro mundo era complicado, no triste, sólo complicado.
Nadie dijo que viniésemos a ser felices, elegimos el camino de la vida en el que no existe sendero, nosotros somos vida, nuestras almas son el sendero.Ella nunca había hecho daño a nadie, se esforzaba por regar las cenizas de los árboles quemados. Ella era río, mar y montaña a la vez, ella jamás existirá si tu no quieres que exista, Rocío es la niña primavera que vive dentro de nosotros, que hace de un naufragio un lugar lleno de bondad, sana cualquier herida, y ama de verdad.